Ágora: Ya es casi año nuevo, pero no tengo nada que festejar
- Emanuel del Toro

- 27 dic 2021
- 5 Min. de lectura
Por Emanuel del Toro

Ya es casi año nuevo, pero no tengo nada que festejar.
García Luna es culpable, tan culpable como Bartlett, tan culpable como Calderón, Peña Nieto, Salinas de Gortari y tantos más, (ponga aquí el nombre del político que le dé la gana, están todos cortados por la mismas tijeras); tan culpable como en San Luis Potosí lo son los Gallardo, o cualquier otro grupo de oportunistas como los Torres Corzo, los Payan o los Vasilakos; todos vulgares contrabandistas convertidos en "gentes de bien", a base de hincharse los bolsillos con dinero mal habido, pero ya ni decirlo es bueno o siquiera útil, porque aunque todos ellos son culpables de abusos de poder o saqueos millonarios al erario, lo mismo que de influyentísmo, contubernio, enriquecimiento ilícito y todo lo que se nos ocurra, a ninguno, repito, a ninguno lo va alcanzar jamás la justicia.
Así está hecho el sistema, y así ha de permanecer siempre, respetar sus códigos es lo que hace posible que llegue quien llegue, todo quede igual. Lo de menos es buscar y o generar explicaciones pendejas de porqué no se toca a cual o tal, quesque si porque hacerlo comprometería los intereses nacionales, que si porque eso podría hacer que maten al que se atreva, que si porque el que llega es títere de tal o cual (ponga aquí a quien le dé su regalada gana; lo mismo da si es el narco, Estados Unidos, las multinacionales de cualquier cochino país del primer mundo que juega al ecologista mientras ensucia el territorio de otros, o los oscuros intereses de cualquier secta supremacista estilo el Club de Bilderberg, la Hermandad de Baviera o el pendejo sionismo).
Y a callar boca porque ya es tiempo de amor, paz y prosperidad, buenos deseos y tantas otras mamaderas que todo el mundo se promete mutuamente cada que termina el año, así sea que la fraternidad nomás nos alcance para el tiempo de vacaciones el 6 de enero, después de lo cual han de volver todos a lo de siempre, renegar cada y tanto de lo mal que viven, aún si jamás harán ni lo más mínimo para cambiar lo que tan mal nos tiene padeciendo.
Vaya pues que para no ir más lejos, en esta temporada ni de la pandemia nos acordamos, con todo y que la misma ya nos ha durado tres diciembres consecutivos y no tiene ni para cuando terminar. Pero al momento esto es lo de menos aun si semana con semana nos van resultando más variantes virales por las que preocuparnos, todo sea por mantener al común de la ciudadanía pendiente del morbo y el chismorreo cotidiano. Porque para mantenernos anestesiados y sin cuestionar lo más mínimo cualquier cosa vale.
Mientras de los problemas reales del país, mejor ni hablar por mucho que tengamos cualquier cantidad para aventar entre endémicos como la mala situación económica del país y su violencia resultante, sin contar los circunstanciales o de coyuntura como la Línea 12 del Metro –aún sin responsables reales pese a la gravedad de lo ocurrido–, o la consulta por la revocación de mandato y las persistentes resistencias del INE y el establishment que representa, ni que decir del exceso de concentración de poder por el Ejecutivo, algo de lo que nadie dice lo más mínimo, mucho menos si se considera uno de izquierda, no sea que le tilde a favor de la oposición. Año nuevo y mismos problemas de toda la vida.
Total, para eso estamos inundados en televisión abierta y privada, lo mismo que en redes sociales de muchas y muy variadas formas de entretenimiento basura, cuyo cometido no es otro que apaciguar y/o conformar a millones como usted y como yo, –al pueblo pan y circo, se dice en la calle–, no sea que un día tengamos la osadía de despertar y nos dé por exigir lo que desde hace generaciones deberíamos estar exigiendo, que las cosas se hagan como realmente quiere la sociedad, como realmente todos sabemos que debería de ser. Como jamás nos atreveremos a exigir que se hagan, con apego a la legalidad, con imparcialidad y transparencia, todo ese largo bla bla bla legalistoide con el que los entendidos adornan su argot para describir el mundo en el que todos dicen creer.
Bien, bien, no se apure circunstancial lector de mi enojo, usted siga haciendo como que no he escrito nada, total, además de fin de semana, están casi todos de vacaciones; sigamos hablando entre todos de cuánto pinche frío hace, o de qué carajos se van a poner para estrenar la noche del 31, o de si le preocupa mucho la jodida pirotecnia por el perro que tiene en casa, sigamos todos frotándonos las manos con esos regalos del 25 por la mañana o de los del 6 de enero por recibir, los mismos que habremos de terminar pagando a 18 o 24 meses sin intereses, porque los salarios de mierda con los que pretenden que vivamos no nos alcanzan.
Sigamos todos poniendo nuestra mejor cara, haciendo como que nos va mal porque tenemos muy mala actitud ante la vida, –los pobres son pobres porque quieren, dicen los privilegiados en todos lados–, total, si así como yo, usted es de los que no se conforma, no se preocupe, más temprano que tarde cualquier atisbo de jodida originalidad terminará etiquetado lo mismo como una vanguardia de corriente artística, que como un desequilibrio emocional que seguro termina siendo medicado entre sesiones de acondicionamiento conductual.
Este año 2021 fue para muchos un año perdido, cual si de la continuación de un 2020 para olvido se tratara, con una pandemia cuyos estragos económicos han terminado pulverizando las perspectivas materiales de millones en el mundo y con gobiernos que pese a los mejores deseos de sus ciudadanos, se han visto por demás rebasados. Lo que es peor, todo parece indicar muy a nuestro pesar que todo habrá de permanecer en términos similares a lo visto hasta ahora. Espero pues equivocarme y por mucho, pero es difícil pensar que las cosas habrán de cambiar mientras sigamos creyendo como sociedad, lo que toda la vida: que hay poco que hacer de nuestra parte y/o que no hay razones siquiera para buscar un cambio o que este habrá de venir por cuenta de los propios gobiernos.
Yo no puedo desear lo que otros, porque llevamos generaciones haciéndolo sin ver la más mínima variación; no, yo si algo espero para todos, aun si todo ello no pase de un mero voto de buena voluntad, es que el año por venir demos todos un esfuerzo sincero para propiciar un muy necesario cambio de conciencia que nos permita ser más humanos y/o considerados, y si no al menos más francos y sinceros para atrevernos a hacer las cosas como nunca las hicimos con sincera vocación colectiva. Hasta entonces no quedará sino decir que tengo muy poco que festejar, pero eso, bastante más de lo que agradecer, porque pese a las vicisitudes afrontadas seguimos de pie; deseo que así siga siendo para todos.

















.jpeg)




Comentarios