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Ágora: Los problemas emocionales sin resolver son oportunidades desperdiciadas de crecer

  • Foto del escritor: Emanuel del Toro
    Emanuel del Toro
  • 20 mar 2023
  • 4 Min. de lectura

Por Emanuel del Toro.

Los problemas emocionales sin resolver son oportunidades desperdiciadas de crecer.

Lo que a muchos les hiere no es que las historias se terminen, sino quedar como payasos al descubrir, que perfectamente se pueden seguir escribiendo sin ellos. Y perdonen que lo diga de este modo, pero esa es una herida al ego, a la carencia misma de sentirse el ombligo del mundo. A la falsa seguridad, que con saña pretenden blandir los miserables de su propio existir a quienes dejan. Porque lo digan o no, lo que les enloquece, es ver que aquellos a quienes pretendieron herir con su ausencia, no hacen sino crecer o resurgir, cuanto más se alejan.

Miserables de su propia existencia son quienes van por la vida cargando tras de sí una miseria que no se han de quitar ni con aumentar sus ganancias materiales, o con resolver sus problemas de estabilidad económica. Porque el origen real de la mayoría de sus males, no está en traer o no un duro en la bolsa, sino en lo rota que llevan la mente y/o el alma, al vivir presos de sí mismos, en una realidad que lo mismo se hace trizas por lo que otros dicen, que por el contraste que hay entre lo que dicen que piensan y lo que verdaderamente hacen o se permiten.

Eso y no otra cosa es lo que se vuelve en buena medida tan pesado de cargar cuando se está con un miserable de su propio existir. Porque casi sin darnos cuenta comienza un inexorable proceso de intoxicación y/o contagio parasitario, que se va rutinariamente alimentando, cuanto más conoce el miserable la vida de aquella persona cuya vida pretende destruir. El caso es que para cuando acuerdas tus pensamientos dejan de ser tus pensamientos y se vuelven los del miserable; para cuando acuerdas tus sueños dejan de ser tus sueños y se vuelven los sueños del miserable; para cuando acuerdas tu mundo y hasta tu visión de la vida deja de ser la tuya y comienza a ser la del miserable.

Lo más grave de un tema semejante, es que muchos jamás despiertan de semejante viaje. La violencia sistemática en medio de la cual aprenden a vivir, se vuelve tan endémica, tan sólida, que pasa a ser su propia piel. A partir del miserable viven, a partir de este respiran, como a partir del mismo aprenden a filtrarlo todo. Su tiranía del odio, mediocridad y autosabotaje, se vuelve tan dolorosamente familiar, no sólo porque se acostumbran a ella, sino porque además con suma frecuencia les recuerda a las víctimas, aquella violencia de la cual ellos mismos provienen.

Ello dota de suma regularidad y/o estabilidad al sistema de dominación del miserable. Que como buen sistema, además se encarga de garantizar la replicación de sus propias condiciones de subsistencia. Porque claro, todo buen sistema para serlo, además de persistir y/o mantenerse en el tiempo presente, debe garantizar las condiciones que harán posible su replicación en un futuro, sembrando en las nuevas generaciones la semilla de la miseria y la mediocridad.

De ahí que lo mejor que le puede ocurrir a la víctima de un miserable de su propia existencia, es que este decida irse. Aún si las razones que su victimario tiene son de probar el control que este tiene o no sobre la vida de su víctima. En tales condiciones tiene necesariamente que quedar claro que conseguir escapar de las fauces de un miserable de su propio existir, no garantiza en lo absoluto la posibilidad de volverse a enredar con otro miserable exactamente igual o peor que aquel que pretende herirte con su ausencia.

Porque si no se trabaja con paciencia y/o profundo autoamor, –yendo a terapia, lo mismo que consultando especialistas–, sobre las razones que te han hecho coincidir y engancharte con un miserable en el pasado, es ampliamente probable que la historia termine repitiéndose de forma indefinida. Y no creo que vivir permanente lo que se dice a salto de mata, yendo y viniendo de un infierno para entrar en otro, lo mismo que para repetir de diablo, –porque hasta eso, luego hay no pocos que no sólo van de infierno en infierno, sino que además regresan cada y tanto con el mismo diablo–, sea realmente una buena y/o sana manera de vivir.

La de descalabros que nos evitaríamos en la vida si con la misma vehemencia que se pretende educar a las nuevas generaciones en términos de sexualidad reproductiva, se hiciera lo propio por su educación psicoafectiva o emocional. Hay que decirlo por todo lo alto: existen temas que por su centralidad en nuestras vidas debieran ser materia de observancia general.

La educación emocional debería ser asignatura obligatoria en todo el sistema escolar nacional. El punto está en que muchas veces, —quizá muchas más de las necesarias–, amamos y/o nos relacionamos afectivamente de forma imprudencial, ya porque ese fue el aprendizaje recibido de nuestros padres, lo mismo que porque a veces no hubo opción de aprendizaje alguno, y en su ausencia tuvimos que aprender a arreglárnoslas como pudiéramos. Para el caso, en semejantes condiciones no es de extrañar que terminemos teniendo tan desafortunados referentes de lo que una relación afectiva tendría que ser.

Mantener una atención permanente en un tema tan crucial como el de la educación emocional de las nuevas generaciones, haría mucho más que lo que hasta ahora hemos conseguido, por propiciar un nuevo aprendizaje social que verdaderamente nos haga capaces de superar la actual cultura de perenne irresponsabilidad afectiva que nos caracteriza.

Los problemas emocionales sin resolver son oportunidades desperdiciadas de crecer. Comencemos pues a resolver tales problemas, teniendo el valor y/o el atrevimiento de romper nuestros referentes habituales, propiciando una nueva cultura amorosa, fundada en la dignidad personal como principio irrestricto. Una cultura amorosa que de forma progresiva, pero además flexible, nos permita establecer nuevos aprendizajes emocionales, que verdaderamente nos lleven a materializar la eterna promesa que el amor nos hace de volvernos mejores personas.*

* PD. Cambiar de rimmel no te va servir de nada si sigues cambiando corriente por corriente; y perdona que lo diga de este modo: pero si pensas pedir consejo a las amigas, al menos anda a consultar a alguna que si sepa lo que es tener una vida sentimental y/o de pareja satisfactoria. Porque eso de pedir parecer sobre la vida a alguien que está igual o peor que vos, encima de mediocre, es una terrible estupidez.

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