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Ágora: La política… Lo que es, lo que no es y lo que parece. Parte II


La política… Lo que es, lo que no es y lo que parece. Parte II.

Por: Emanuel del Toro.

La semana pasada expuse brevemente, que la política es en esencia una actividad de masa; ya sea que se esté accediendo al poder o ejerciéndolo, los liderazgos políticos cuentan, en la medida que más gente son capaces de convocar, movilizar o imponer. Lo que cuenta son las canicas que se trae. Cuanta más gente y/o recursos se es capaz de movilizar, mayor fuerza se demuestra.

Asimismo advertí, que por su naturaleza social y simultáneamente psicológica, se trata también de una actividad que se mueve de común en el terreno de lo emotivo y/o lo perceptivo. De ahí que se diga que, “en política, la forma es fondo”, es decir que mucho de lo que se dice y/o se vive, se desarrolla y afianza en apariencias. Lo que hace que de continuo los ires y venires del poder, tengan más de una lectura, que no siempre es tan evidente.

La incapacidad de Enrique Galindo, en apariencia “primer priista” de San Luis Potosí, para imponer a su funcionario Martín Reyna Puente como Secretario Técnico del Consejo Político Estatal del PRI, parece dar una muestra clara del desgaste que su figura acusa al interior del partido. Lo cual de cara a sus posibles pretensiones para verse repetir como titular del cabildo en el trienio que viene, revela la urgente necesidad que el edil tiene de afianzar su posición como un actor políticamente relevante, cuestión que previa al traspié, se daba por descontada.

Quizá sea pronto para decir si la cuestión terminará teniendo repercusiones de cara a las elecciones locales por venir. Pero lo que si es claro, es la tensión que prevalece entre el alcalde capitalino y su propio partido, que huelga decir, no está para darse el lujo de seguir dilapidando su ya de por sí escaso capital político, en un escenario por demás desfavorable para el otrora partido hegemónico, en el que Morena y sus aliados siguen sumando posiciones e influencia en cada localidad en la que consiguen hacerse con el poder.

Lo que para el caso de la localidad, habla de un escenario en el que, o hay muy mala comunicación entre el alcalde y su equipo de colaboradores para con el propio partido, –entre otros motivos, porque quienes pudieran hablarle claramente al alcalde, se abstienen de hacerlo para no comprometer sus propias posiciones e intereses–, o es que a semejanza de lo que acontece en lo nacional, –al ser un partido que no termina de acostumbrarse a su pérdida de importancia e influencia–, a medida que pierde los cotos de poder que antaño ocupara, se favorece su resquebrajamiento. De ahí que su cúpula se complace en procurar un manejo faccioso del partido, que lejos de ayudarle a recomponerse, lo debilita aún más.

Para el caso, el resultado es el mismo; la cuestión pone en evidencia que el pretendido liderazgo del edil, es más una ilusión que una realidad capaz de materializarse en una futura aspiración política. De pronto la pretensión de lo que ya se pensaba acordado con la dirigencia, terminaría demostrando que en política rara vez las cosas son lo que parecen, y que ningún acuerdo puede darse por descontado. Además de ser el reino de lo aparente, la política es también el ámbito por excelencia de lo contingente y/o lo azaroso, todo cambia cuando menos se lo espera y por los motivos más insospechados.

Más allá de lo que se piense, la gresca y/o el distanciamiento entre la dirigencia estatal del PRI y Galindo, pone en evidencia la insoslayable importancia que juega la comunicación en el juego político. No existe liderazgo posible, ahí donde quienes debieran estar mejor informados se ven aislados por la omisión de sus colaboradores, tampoco es factible tener aspiraciones electorales futuras, ahí donde se carece del oficio político necesario para trabajar los acuerdos necesarios para garanticen alianzas duraderas. Porque quien no se es fuerte ahí donde mayor solvencia debería mostrar, difícilmente conseguirá convencer al electorado.

La lectura de cara a la ciudadanía, es por demás clara como incómoda para los intereses que se ciernen alrededor del alcalde; si no pesa en su propio partido, qué se puede esperar en cualquier otro ámbito. ¿Significará la cuestión el punto de inflexión que termine definiendo las posibilidades del PRI y del propio Galindo en sus pretensiones de relegirse para las próximas elecciones locales? ¿Será acaso que la coyuntura ofrezca al propio Galindo la posibilidad de acercarse a Morena, como de hecho ha sugerido el siempre polémico Leonel Serrato? ¿Será que se lo diga o no, hoy la propia dirigencia del PRI atiende a lo que se decide en su otrora partido bisagra, para gusto y beneficio del propio gobernador? ¿Qué tan al tanto está de la cuestión el centro del país, y cómo habrá de procederse?

Lo menos por decir si algo así terminara ocurriendo, es que otra vez podría llegar a repetirse la historia reciente de lo que sucedió con Nava, y lo que es peor, por prácticamente las mismas razones; el que no suma, el que no trae canicas, no gana. ¿Pero sería tan importante semejante lógica si Galindo terminara siendo arropado por Morena? Quizá no. De cualquier modo, por improbable que semejante escenario pueda parecer. Habría que considerarse que ya se han dado en otros momento, muestras de que tanto Morena como el propio PRI, son lo suficientemente pragmáticos para hacerse de la vista gorda con las contradicciones que un hipotético acercamiento supondría. Después de todo, en política el peor de los pecados es quedar fuera del presupuesto, así que cualquier acuerdo o razón vale para acceder al poder y/o conservar lo que se pueda.

Lo que muy a pesar de sus militancias y/o simpatizantes más comprometidos, supondría una posibilidad mucho más que plausible, en un escenario electoral nacional, en el que todo parece indicar que la propia oposición no parece tener nada que buscar de cara a la elección presidencial de 2024, teniéndose que conformar con escamotear lo que pueda en el congreso. Por lo que la idea un Galindo que se arrepiente para quedar del “lado correcto de la historia” –como es que afirma el propio Serrato–, para ser arropado por Morena en lo local, no sonaría tan descabellado. Quizá en el fondo, un movimiento semejante, sea el tiro de gracia que se necesita en lo local para terminar de liquidar a un partido, que para fines prácticos, ya sólo existe en el membrete y/o en las ensoñaciones de sus dirigencias, que se conforman con aprovechar lo que se pueda mientras les dure.

En ese sentido, quizá convendría matizar cualquier conjetura alusiva ante el escenario antes descrito, indicando que la crisis que hoy se observa en el PRI local y nacional, no es lo absoluto privativa de dicho instituto político, tampoco constituye un equilibrio fortuito y/o de coyuntura. La cuestión es que la totalidad de los partidos políticos en el sistema de partidos mexicano viven una crisis de representación –que repercute severamente su rendimiento electoral–, en la que sus referentes tradicionales están haciendo agua, sin que terminen de surgir las claves discursivas que los sustituyan o los renueven de forma eficiente. Lo que hace muy fuerte la posibilidad de que escenarios semejantes de tensión entre sus dirigencias y los propios gobiernos emanados de dichos partidos, sean cada más frecuente.

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