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Ágora: Fideicomisos. Una reflexión necesaria

Por: Emanuel del Toro



Fideicomisos. Una reflexión necesaria.

Que sí, que someter fideicomisos a escrutinio para ver qué tienen y para qué utilizan lo que tienen es lo correcto. Pero no nos engañemos, siempre se supo que por los motivos más diversos, se usaban a discrecionalidad, ya por falta de escrutinio, ya porque sus rendimientos terminaban en los bolsillos de gente que no lo requería, pero mucho se iba auténticamente para pagarle la vida a gente que vivía de lo que medraban sin que nadie dijera lo más mínimo.

El problema se lo diga o no, independiente de si eliminar fideicomisos o someterlos a auditoría o escrutinio público perjudica a unos u otros, es que para el ciudadano promedio, no existe la confianza de que los recursos que se recuperen en manos del Estado, vayan realmente a terminar haciendo diferencia o se ocupen para lo que deberían, porque se cree que habrán de terminar siendo usados como siempre, a discreción, para beneficio de los de turno.

Para muchos el problema no está en desaparecer fideicomisos o auditarlos, sino en qué ocurrirá realmente con lo que se recupere y cómo se hará para que quienes han sido afectados teniendo todo en regla puedan acceder de nuevo a los recursos disponibles, como por ejemplo en aquellos que se usan para la investigación científica o la producción de arte. Da la impresión de que para muchos es mejor malo por conocido, que bueno por conocer.

Ahora bien, ¿de qué forma se va a transparentar que el Presidente de la República disponga unipersonalmente de lo que se manejaba entre todos los involucrados, tanto del gobierno, en sus tres niveles, como de los beneficiarios, si habiendo antes muchas voluntades de por medio para su ejecución se hizo todo tan mal? ¿O es que ya basta con que cualquiera que así lo crea se auto declare el hombre más honesto del país para darlo por bueno?

Como yo lo veo preocupan al menos dos cosas; primero, el destino de los recursos recuperados y su re ejercicio; y segundo, la creciente concentración de poder que se está dando en manos de una sola persona. Cual si para corregir todo lo que mal se hacía, fuera acaso necesario restablecer una cuasi presidencia imperial todo poderosa, pero con una persona moralmente más allá del bien y del mal. Algo más parecido a un déspota ilustrado, que a un estadista democrático que hace cumplir la ley para beneficio de todos un verdadero orden constitucional. Como gobernar a lo Díaz o Salinas, pero sintiéndose Juárez o el Tata Lázaro.

¿Cómo evitar entonces algo semejante? Lo mínimo sería no sólo someter a escrutinio público y/o evitar que lo recuperado no termine a discreción de uno o muy pocos funcionarios, porque ahí sería la de volver a empezar. Además tendría que necesariamente someterse toda la información de los fideicomisos a ojos de cualquier ciudadano, que por decir cualquiera desde casa o el celular pudiera consultar lo que se hace con los recursos y pudiera además presentar recursos jurídicos de inconformidad y/o revisión si se detecta algo anómalo. Pero lo nuestro nunca ha sido el manejo transparente de la información, mucho menos la cultura de que entre todos auditemos las cuentas públicas. Por eso siempre queda la sensación de que no importa de qué se trate, siempre damos un paso para adelante para luego terminar de dar dos para atrás.

Cuando de recursos públicos hablamos no sólo se trata del dinero de todos, es que además hablamos de cantidades tan brutales que nadie puede y/o debe por más amor que diga que le tiene a la patria, estar por encima de la ley, porque nada en lo absoluto garantiza que se vaya conducir con rectitud. Y cuando digo nadie, me refiero absolutamente nadie, así se trate del Papa o cualquier autoridad religiosa de esas que se alegan toda pureza, aún si no son más que hombres comunes y corrientes. Pero seamos más sensatos y no llevemos la lógica a los extremos, y me explico, si al eliminarse fideicomisos (todos con participación pública) o someterlos a escrutinio, se lo hace porque se asume que no hay un manejo adecuado de la cuestión ¿contra quién o quiénes es realmente la medida?   

Digo, si el tema que es nadie o muy pocos son de confianza pero nos ponemos a pensar que buena parte de los funcionarios encargados de administrar fideicomisos, por no decir que prácticamente todos fueron puestos por el propio Presidente, ¿dónde está entonces la falta de confianza si es el propio Presidente quien los ha puesto? ¿O es que ya ni los que él mismo puso son de fiar? Y hoy preocupa porque diera la impresión de que en muchos de esos fideicomisos ya no hay de dónde agarrar, pero sí que lo hubo mucho tiempo –argumentan no pocos.

Y es irónico, porque llevamos ya dos años de gobierno ¿pero hasta ahora se volvió tema de primer orden? Que sí, que las cosas tardan en llevarse a efecto, de acuerdo, pero si el tema se juzga todo lo importante que se ha dicho, lo de menos era que desde el inicio del gobierno se hubiera ordenado una escrupulosa investigación al respecto y/o con sus correspondientes sanciones de ser necesario, y pero además, introduciendo adecuaciones que hicieran posible lo que líneas arriba argumenté; que cualquier ciudadano pudiera revisar e inconformarse con el tema.

Seguro se podrá objetar que cualquier fideicomiso público fue siempre auditable por el simple hecho de manejar recursos públicos, y si, pero con sus matices, porque para no ir más lejos, no aplica la misma lógica para los fideicomisos donde además de participación pública, hay asociaciones civiles o participaciones privadas. Luego entonces, si ahí está o estaba la dificultad para transparentar el manejo de recursos públicos que favorece la corrupción que se invoca como razón de eliminar y/o revisar fideicomisos, ¿qué era más fácil? ¿Adecuar la legislación para sortear su discrecionalidad o terminar por ello mismo eliminando fideicomisos a diestra y siniestra? Creo que la respuesta es hasta de sentido común ¿no?

Algunos sostienen que hoy es urgente por lo delicado de la situación generada por la pandemia, para evitar el tener que hacer lo que siempre, recurrir a préstamos internacionales, no puedo evitar preguntarme: ¿es que antes no lo era? Y no, lo que me pregunto no significa en lo absoluto que yo esté queriendo defender lo indefendible, o que yo sea de los afectados por la revisión y/o desaparición de los fideicomisos –las dos razones más típicas con las que responden los defensores a ultranza de la 4T a quienes se atreven a cuestionar la idoneidad de las decisiones que se toman en esta administración federal–, o cual si estuviera sugiriendo que antes estaba todo a pedir de boca, porque es claro que si lo hubiera estado, jamás hubiera llegado al poder quien está hoy a cargo del Ejecutivo.


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