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Ágora: ¿Es posible la amistad entre hombres y mujeres? (PARTE I)

Por Emanuel del Toro.

¿Es posible la amistad entre hombres y mujeres? –PARTE I–

Cuando una chica te dice: es sólo un amigo; invariablemente miente. O es al que le trae ganas, o es al que ya se está comiendo en secreto; y si no, sencillamente es un pendejo útil, –de los cuales siempre tendrá una baraja disponible para toda ocasión–, el típico al que tienen en la “friendzone”, lo mismo por razones de utilidad, que de vanidad. Para el caso, cuando hay gracia física o atractivo, las amistades entre hombres y mujeres sencillamente no existen. Las únicas condiciones en las que puede haber verdadera y llana amistad entre un hombre y una mujer, es cuando ambos han descartado el componente sexual de su interacción.

Y lo mismo va por el otro lado, para hablar del caso de mis propios compañeros de género. Algo que aunque sea socialmente un tanto más tolerado, en el fondo no deja de ser exactamente igual de perverso, porque se trata de un chantaje. No de a gratis es que hemos ido construyendo una sociedad, en la que los referentes culturales del amor se encuentran severamente trastocados y/o deformados, por una visión “idealizada” y colectivamente celebrada, que conviene en que si un hombre insiste lo suficiente para forzar una relación, puede y de hecho terminará “conquistando” a una mujer, así sea a la fuerza de su voluntad. Para el caso en ambos escenarios lo que prevalece es una cultura de la manipulación.

Que si, que claro, que hay sus excepciones… por supuesto, como en todo. Pero ojo, no se va conseguir nada intentando discutir este tema o cualquier otro, sobre la base del excepcionalismo, porque excepciones puede haber tantas como personas hay en el mundo. Sin embargo, nos guste o no, la evidencia cruda está a la vista de todos. Por todos lados se ve de común personas –lo mismo da si son hombres o mujeres–, adoleciendo de verse envueltos en relaciones sentimentales, poco o nada satisfactorias, que en vez de volverles mejores personas, les han hecho terminar dando y recibiendo lo peor de sí mismos. Claro, lo fácil será decir que cosas del estilo les ocurren a todos por falta de madurez y/o de integridad.

Pero semejantes respuestas no surtirán ninguna mejoría sustancial, si no se hace el esfuerzo de darle mayor textura a la discusión del tema. Y hacerlo, pasa necesariamente por ponerle nombre a las cosas, por más incómodas que puedan resultar. Porque no existe modo de resolver los problemas de la realidad si no somos por principio de cuentas capaces de darle nombre a la misma.

Más claro aún: relaciones tóxicas, relaciones con parejas con rasgos de narcisismo, infidelidades, abusos físicos y/o emocionales, maltrato, egoísmo, oportunismo, falta de responsabilidad afectiva, y tantos males más, tan de moda hoy en día, son todas, problemáticas que tienen de común esa permanente tensión entre biología, sexualidad y sociedad; y desde luego, una larga lista de malos entendidos alimentados lo mismo por perspectivas diferenciadas, que por falsas expectativas y/o muchísimas carencias. No hay en realidad nada nuevo bajo el sol.

Es curioso constatar como quienes me dicen que no, que ellos en su vida intentarían algo con un amigo, porque le respetan tanto que serían incapaces, no están sino confirmando lo que digo: son amigos –entre hombre y mujer–, porque han decidido suprimir el componente sexual de su interacción; de manera voluntaria o involuntaria, pero lo han hecho. Que vamos, que de lado de una chica no se tenga la más mínima intención de llegar a algo con un amigo, no significa que el amigo no lo piense o lo haya pensado alguna vez. Y ojo, porque lo mismo aplica para quien lo ve de modo oportunista, como para quien lo ve de modo romantizado.

Hombres y mujeres somos mucho más parecidos entre ambos de lo que nos imaginamos, tampoco estoy descubriendo como se dice, el “hilo negro”, porque no estoy diciendo en realidad nada nuevo. Así como hay hombres descartados –que con todo y todo, a veces ni así pierden las esperanzas de un algo más–, también los hay quienes se autodescartan solos, ya porque no están interesados en una relación, lo mismo que porque otras son sus prioridades; al final la falta de honestidad de ambos lados, termina por ser razón de muchos sinsabores y/o dolores de cabeza innecesarios. Puede sonar un tanto grosero decirlo de manera tan frontal, y es un hecho que a más de uno le podrá resultar incluso chocante, pero como digo, yo no inventé la dinámica, sólo la estoy describiendo.

Las auténticas amistades, –incluidas las que se establecen entre hombres y mujeres–, de esas que trascienden distintas etapas de la vida, se hacen en esencia de tiempo, de experiencias, de momentos compartidos, de reciprocidad y/o mucha confianza: son realizaciones a fuego lento, muy, muy lento; por eso y no otro motivo es que se dice que los verdaderos amigos, los tenemos contados con los dedos de una mano. Porque no a cualquiera se le llega a tener tanta confianza, como tampoco es menos cierto que, como se dice en la calle: nunca terminamos de conocer realmente a las personas. Algo que sucede siempre; y que curiosamente termina siendo motivo de dolor de cabeza en el tema de las emociones.

Pero vamos, hombres y mujeres están hechos en esencia para gustarse, tampoco hay nada intrínsecamente malo en ello; cosa distinta es si por las razones más diversas su diario convivir se encuentra atravesado de muchos filtros o condicionantes de lo más variado. Mas no es ninguna novedad que la convivencia cotidiana entre ambos despierta de común tensiones, que no pocas veces llevan implícita el hecho mismo de atraerse mutuamente. Tampoco es que se tenga porque hacer todo un drama por decirlo claramente. Y que así como hay quienes lo aceptan, también los hay quienes ejercen y/o buscan ejercer manipulación por ello.

Lo que es más, difícilmente podremos comenzar a elevar la calidad de nuestras relaciones, sean estas de amistad o pareja, como no tengamos la madurez de hablar públicamente de estos y otros temas parecidos. Ya que de ahí se vienen muchas brancas y/o malos entendidos entre ambos géneros. Porque para decirlo con toda claridad: una parte sustancial de los problemas emocionales y/o de comunicación entre hombres y mujeres, tienen su raíz en esas diferencias perceptivas, que mal sobrellevadas pueden dar pie a manipulaciones, a veces deliberadas, a veces involuntarias. Si es verdad que este tipo de problemas son todo lo importante que se les considera públicamente, es útil, necesario e impostergable que se los discuta con total y llana transparencia.

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