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Ágora: El buen juez, por su casa empieza.

Por: Emanuel del Toro

El buen juez, por su casa empieza.

Cuando analizo lo sucedido en Guerrero o Michoacán y muchas más localidades a lo largo y ancho del país, donde hubo destitución de candidatos, –siendo la razón más recurrente el no presentar sus gastos de precampaña–, pero también el modo como tales destituciones se resolvieron, poniendo en sustitución a familiares y/o incondicionales de los candidatos destituidos, me da por pensar que en lugar de no mentir, no robar y no traicionar, en Morena ya de una vez deberían cambiar su lema por: Lo que sea es bueno con tal de llegar al poder o retenerlo. Luego se preguntan que por qué es que soy de la idea, –un tanto radical si se quiere, pero al menos realista–, de que no hay ya en los límites del actual sistema político, respuesta alguna para zafar el entuerte en el que vivimos.


Tal parece que como me dijera una amiga hace semanas, la cosa no era terminar con la mafia del poder, sino volverse los mandamases de la mafia del poder e irla cambiando a su gusto y/o conveniencia. Y no, ni se apuren en inventarse que seguro no soy más que un fifí resentido al que le han tocado sus privilegios, o peor aún, un alienado de la derecha al que le manipulan por muerto de hambre, porque si no tengo ni un peso en que caerme muerto, mucho menos defiendo el neoliberalismo o sus aberrantes consecuencias, pero para lo que me importa si tengo la libertad de decir lo que pienso, porque no me debo a nadie.


Y si hablo de Morena, no es porque piense que los demás partidos estén a pedir de boca, cuando lo cierto es que no hay uno solo que se salve de lo que en esta breve editorial describo. Sin embargo, sorprende que en tan poco tiempo, –apenas 7 años–, un partido que se formó pensando en superar las viejas prácticas del viejo sistema de partidos en México, ha terminado reproduciendo con creces sus vicios más criticados y/o detestados, entre acarreo masivo, clientelismo electoral, cacerías de brujas a modo, líderes charros, venta de candidaturas, imposiciones y despilfarro de recursos al por mayor.


Por lo que a mí respecta, para dejarlo todavía más en claro, en 2012 y 2018 voté por el hoy Presidente, con la firme convicción de que el diagnóstico que este hacía de la situación nacional, era cierto. Incluso advertí desde el primer momento, que difícilmente veríamos que en el plazo de seis años se dieran cabalmente el tipo de transformaciones que se requerían para revertir dicho diagnóstico, sin embargo confiaba que la legitimidad de quien llegaba le diera el empuje necesario para encaminar al país en el rumbo de una auténtica transformación. Lo que hasta el momento no ha sucedido y no parece que vaya a suceder si se siguen replicando los escenarios vistos en estas elecciones.


Lo que más risa me da al respecto, es que muchos morenos que conozco donde vivo, piensan parecido, pero en su vida se atreverán a decirlo públicamente, no sea que los excluyan de la repartición del pastel o que les tomen por derechairos. Que razón tenía Manuel J. Clouthier: La cosa no es cambiar de amo, sino dejar de ser perros. Y me pregunto: ¿De qué diantres sirven los fundamentos ideológicos de un partido, si los han de volver letra muerta en el nombre de una realpolitik a la que sólo se oponen cuando se las aplican en contra?


Llevo más de una década diciéndolo, lo mismo comentarios de opinión que en mi modesta labor docente: Urge refundar el sistema de partidos en México. Será eso, o que el día menos pensado comiencen a incubarse soluciones disruptivas cuyo costo social terminará, nos guste o no, pesando sobre todos. Y no creo que sea necesario ni deseable vernos repetir tropiezos pasados para entender la importancia de respetar nuestras instituciones y hacerlas valer.


Tres son las razones que me hacen pensarlo; primero, el alto grado de desprestigio de la clase política tradicional, está generando escenarios electorales cada vez más polarizados, que obligan a la práctica totalidad de los partidos, a formar por mero pragmatismo, alianzas políticas a contracorriente de lo que se supone que alguna vez defendieron ideológicamente; segundo, el ciudadano promedio se siente muy poco identificado con los partidos tradicionales, por sus persistentes incongruencias, lo que ha incrementado el abstencionismo; y tercero, producto de las dos primeras condiciones, cada vez se fractura más el mercado de candidaturas, lo que favorece la formación de arreglos entre cúpulas, que además de pasar por encima de sus respectivas militancias, ponen en tela de juicio su credibilidad.


El resultado de semejante escenario no promete otra cosa que la exacerbación de los conflictos y crecientes problemas para la formación de gobiernos, pero también escenarios electorales cada vez más cerrados, que dejan un muy mal sabor de boca para la gran mayoría, porque revelan en toda su magnitud las carencias e insuficiencias de nuestras capacidades para establecer acuerdos productivos en pro del afianzamiento de la democracia.


En ese sentido, cuanto más pienso lo ocurrido con Salgado Macedonio en Guerrero y Morón Orozco en Michoacán, más increíble me parece la política en México, porque al margen del nepotismo y el influyentísmo con el que la cuestión se resolvió en ambos escenarios, para que gente de exactamente el mismo grupo de poder se hiciera con la candidatura, queda el mal sabor de boca de pensar que no es posible que escenarios del estilo sean tan recurrentes, pero se dan con tanta regularidad que ya a nadie sorprenden.


Confieso que me parece todavía más incomprensible la posición de no pocos ciudadanos, que en el ánimo de defender el proyecto lopezobradorista, justifican esas y otras estrategias semejantes; bajo el supuesto de que el INE está haciendo un uso selectivo y político de la ley. Algunos incluso van más lejos, sugiriendo que sólo a Morena se le han destituido candidatos, pero la realidad es que cuando se revisa la cuestión, el argumento no es tan fácil de sostener, porque de que hay candidatos destituidos en distintos partidos en las últimas tres elecciones, los hay, pero en mucho menor proporción.

Sirva para ejemplo considerar que en este proceso electoral al partido Redes Sociales Progresistas (RSP), le revocaron cinco candidaturas por no presentar reportes de sus gastos de precampaña. Estoy muy lejos de pensar que en otros institutos políticos no se hayan dado irregularidades, una gran mayoría sin sancionar, (piénsese aquí en San Luis Potosí por ejemplo, el caso del PVEM, cuya desproporción entre su gasto oficial de publicidad y lo que se observa en las calles, está a la vista de todos desde hace años, sin que a ninguna instancia electoral, sea INE, CEEPAC o Tribunales electorales, parezca importarles), pero vamos, las complicaciones resultantes de la destitución de candidatos, se pudieron haber evitado apegándose a la ley. Que sí, que seguramente habrá no pocos dentro del INE u otras instancias que parezcan actuar contra de Morena, porque eso es justamente lo que parece si se comparan los 43 candidatos destituidos de Morena, frente a los 5 de RSP, de acuerdo.


Sin embargo, no menos cierto es que todo lo que las destituciones de las candidaturas, ha ocasionado en términos de desconfianza de la ciudadanía para con las instituciones y/o la polarización de opiniones de todo tipo de actores políticos, se pudo haber evitado trabajando con rigor. ¿A qué voy? Me parece increíble que con el amplio abanico de recursos humanos y económicos que la totalidad de los partidos disponen para sus actividades, no se pudieran tomar al menos un tiempo para tener todo en orden en lo que va a su papelería.


Ahora bien, que lo más obvio es el trasfondo político de la cuestión, no es ya ninguna novedad, sin embargo, lo que no me cabe en la cabeza con todo y que simpatizó con el enfoque social del actual gobierno federal, es que si lo que tanto se crimina al INE entre los adeptos de la llamada 4T, es el uso selectivo y/o diferenciado de la ley que este parece ejercer casi exclusivamente contra Morena, se termine por convalidar que cosas del estilo ocurran en el propio Morena; dice un dicho popular: el buen juez, por su propia casa empieza.

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