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Ágora: A la feria ni con feria. O lo mismo de siempre

Por Emanuel del Toro.

A la feria ni con feria. O lo mismo de siempre


¡Ay, ay, pero qué emoción! Ya llegó la feria, por fin después de dos años sin realizarse, para ir a ver todos, exactamente lo mismo de siempre, –pero cada vez peor–, un pabellón industrial exiguo, cutre y muy mal proyectado; un pabellón artesanal donde por la escasa promoción, los productores locales lo pasan mal para ganar espacio entre la sobre oferta de basura diseminada por todos lados; un pabellón comercial lleno de baratijas chinas, hindúes y bolivianas, donde a los productores y comerciantes potosinos, apenas se les da promoción y facilidades; un área de comida atestada de hot-dogs, tortas y hamburguesas, todo al 3x2, (sin contar el área de restaurantes y antros, donde aprovechando la alcoholizada de la concurrencia, los meseros hacen su agosto inflando cuentas).

Un parque de juegos y atracciones, viejo, sucio y mal distribuido. Ah y como no, nuestra consabida variedad cultural, –lo mismo en el palenque, que en el teatro del pueblo–, con narco grupos musicales y buchonas semidesnudas; para que nomás de entrar te cobren las perlas de la Virgen o te dejen esperando medio día por aquello de entrar “gratis”, teniendo además que dejar el coche, en un estacionamiento atestado, que ni vigilancia tiene, o peor, debiendo padecer las mamaderas de taxistas abusivos que te cobran lo que les da su chingada gana, sin contar que deberás hacer fila por horas y horas, para poder regresar a casa, porque ni la competencia de UBER o similares aceptan.

No sí, a toda madre, ya estoy pero que si bien puesto para la misma tiznadera de toda la vida. Vayamos todos a la Rancherapo 2022: lo mismo de siempre pero más jodido. Apúrele pues, y váyase apartando cuando menos 300 pesos o más, entre ida, baños, y demás tonterías que le habrán de cobrar de cajón, porque aunque se diga que la entrada gratis, terminarán por cobrársela de cualquier otro modo entre servicios a sobreprecios ridículos y demás lindezas, nomás por el simple hecho de entrar. Ya adentro, será cosa de elegir entre lo mismo de siempre en zona de antros y restaurantes, y lo mismo de siempre en pabellones, con todo y su consabida manoseada voluntaria e involuntaria, en medio de una multitud que cual corriente de río, te lleva aunque no quieras.

Ojo, lejos de lo que parece, no pretendo utilizar este espacio para criticar a quienes año con año, deciden salir a la feria a divertirse, –mucho menos si se tiene en cuenta los años que hemos debido esperar para ver que otra vez se lleve a cabo la feria–, pero considerando la importancia que la Feria Nacional Potosina (FENAPO), tiene para los que en San Luis Potosí vivimos, lo mismo por tradición, imagen turística, promoción cultural y derrama económica, queda claro que dado lo mal que lleva el tema, bien cabría pensar que se puede hacer las cosas de un modo más amable, limpio y eficiente, tanto en términos de logística y planeación, como en cuestión de trasparencia e intervención pública.

Lo que es más, en cuestión de opciones para atajar todo lo que arriba describí, existe por decir lo menos, “mucha tela de donde cortar”. Así las cosas, por principio de cuentas cabría esperar que el patronato de la feria fuera mucho más representativo de lo que actualmente es, y claro, que estuviese sometido a escrupulosos mecanismos de transparencia, aunque todo ello y más no quede más que en la lista de los buenos deseos, porque si no hay transparencia en el gobierno gallardista, mucho menos la habrá en cualquier otro tema; no hablemos ya de apuntalar una estructura temática con las 4 regiones del estado como protagonistas; incluso pensar un rediseño radical de los espacios, privilegiando una interacción más amigable, y el óptimo aprovechamiento de la infraestructura ya existente; y desde luego, otorgar facilidades a los productores y comerciantes locales.

Sin embargo, lejos de todas esas posibilidades y muchas más por explorar, la actual edición de la Feria Nacional Potosina ha dejado mucho que desear. Lo que ya es por demás decirlo, porque es incluso motivo de extrañamiento, sobre todo cuando se tiene en consideración que el actual gobierno estatal ha intentado diferenciarse lo más posible de lo acostumbrado en gobiernos anteriores. Más lejos de lo que cabría esperarse, la gran realidad es que la feria de este año no ha dejado conformes prácticamente nadie. Ni están conformes los comerciantes que se quejan de espacios insuficientes y cobros indebidos; ni mucho menos los usuarios –cuya afluencia ha estado muy por debajo de lo que se esperaba–; por no hablar tampoco de otros prestadores de servicios, como taxistas y UBERS, cuyas diferencias no han hecho sino escalar con motivo de la feria, repercutiendo tanto en la regularidad de sus servicios, como en los costos de los mismos de cara al consumidor.

Para el caso la cuestión ha terminado dejando al descubierto lo que ya se había dicho en otras ocasiones: organizar una feria razonablemente bien llevada, implica mucho más que garantizar el acceso gratuito a la misma, ni que decir de la apertura a espectáculos musicales, que aunque se pretendan si cobro alguno, terminen por generar más problemas de los que en teoría resuelven a favorecer grandes concentraciones de personas por horas y horas, en condiciones poco o nada propicias para mantenerlas en espera, sin siquiera la garantía de que permanecer tanto tiempo esperando vaya garantizar que podrán entrar.

Todo ello sin contar que la propia celebración de la feria no termina por despejar si habrá o no repercusiones por la misma de cara a la pandemia por covid-19. Un aspecto del que poco o nada habla el gobierno gallardista, en la creencia de que la pretensión de utilizar la feria como un escaparate comercial que inyecte dinamismo a la economía local, tras dos años de inactividad en el ramo, bien justifica cualquier otra problemática presente o futura.

Esperemos pues que semejante estrategia, que no ha tenido realmente la respuesta que el gobierno esperaba, no termine resultando bastante más problemática y en septiembre terminemos viviendo un repunte de contagios exponencial. Con tanto por considerar y/o repensar, es preciso reconocer que existe mucho que cambiar en torno a la FENAPO, porque así tal cual ha sido llevada en la última década, deja muchísimo que desear. Lo menos que me atrevo a decir, es que nuestra actual versión de "feria nacional", se halla totalmente rebasada. Es necesario crear una nueva que realmente represente un escaparate de los recursos, la cultura y el arte locales, porque al día de hoy: a la feria ni con feria.

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