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Sujetos que no soportaron su felicidad

  • Boris González Ceja
  • 8 jul
  • 4 Min. de lectura
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Somos Nuestra Memoria


SUJETOS QUE NO SOPORTARON SU FELICIDAD


Por: Boris González Ceja

 

Hija de buena familia y cuidadosamente educada, no pudo frenar su ansia de vivir, y, adolescente aún, se escapó de su casa, llevando una vida aventurera, hasta andar con un artista, que, reconociendo su encanto femenino, observó el fondo de delicadeza en aquella mujer.


La adoptó en su casa y logró en ella una fiel compañera, a la cual sólo la rehabilitación social parecía faltar para ser plenamente dichosa. Como toda historia de amor, soñar con el sueño perpetuo forjó un drama.


Al cabo de largos años de vida consiguió el artista que su familia se decidiera a tratar amistosamente a su mujer, y estaba dispuesto a legalizar su situación, haciéndola su esposa. Más precisamente, en este momento comenzó ella a cambiar.


Descuidó el gobierno de la casa, de la cual iba ya a ser legalmente ama y señora; apartó a su marido de toda relación social, mostrándose de pronto insensatamente celosa, como sucede con mujeres inseguras; obstaculizó la labor artística de su pareja, y no tardó en caer en una incurable perturbación mental: fracasó por su éxito.


Casos como está paciente de Freud son muy comunes en los consultorios, que fracasan al triunfar al cumplirse su deseo, donde se anula el disfrute del éxito logrado. Y aunque la naturaleza del deseo es que se extingue, y con él la flama que lo provoca, no reconocer los éxitos y no capitalizarlos es muy de la cultura latina, que siempre quiere más. Aún sin reconocer donde se encuentran parados, aún en el fracaso que la terquedad nos da.


En la actualidad se hace cada día más vigente el tango Cambalache: Todo es igual, nada es mejor/¡Lo mismo un burro que un gran profesor!/No hay aplazaos, qué va a haber, ni escalafón/Los inmorales nos han igualao/Si uno vive en la impostura/Y otro afana en su ambición/Da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos/Caradura o polizón. Y así se reproducen en el amor y en la política, que al fin de cuentas se soportan ambos con la misma energía.


Algunas parejas pueden vivir en la más alta esfera de la vida económica o social, y en tan corto tiempo -como en el Macbeth freudiano- hacen del ambicioso indeciso un furioso desenfrenado y de la instigadora, fuerte como el acero, una enferma destrozada por los remordimientos, como en los grandes casos, donde el sentimiento de culpabilidad hace su obra.


Una de las causas del fracaso de las personas que han conseguido el triunfo es un sentimiento profundo de culpa, pero también crímenes que quedaron ocultos, o casos de eventos sexuales donde la vergüenza ha dominado el inconsciente de la persona. Eventos muy penosos en la vida se quedan en el punto más obscuro de la memoria, y regresan sin cesar, muchas veces en momentos cruciales, sobre todo donde no hay educación en valores vinculantes, cosa que mucha gente no sabe ni que significa.


El fracaso en realidad se trata de una tragedia que, como es su naturaleza, son vivencias ideales, momentos felices y actos humanos llenos de bondad y amor, que de un momento a otro, por causas que pudiéramos pensar del destino, pero en la realidad son construcciones humanas llevadas al paso, se convierten en una pesadilla.


Ahora sabemos, después del año 1916, cuando Freud nos daba acceso a esta información, que son las fuerzas de la conciencia que hacen enfermar a ciertos sujetos a causa del éxito, del mismo modo que la generalidad enferma a causa de la privación, que ese problema no se halla íntimamente enlazada al complejo de Edipo, a la relación del individuo con su padre y su madre, como acaso, también en general, nuestro sentimiento de la culpabilidad; sino lo determinante son los acontecimientos significantes con los que andamos, con perdón, amor y odio oculto.


Hay personas que enferman al triunfar, como algunos políticos que nunca han hecho nada del erario más que robar y engañar.


Los que fracasan al triunfar tienen un sentido vital profundo, y desorientados por sucesos muy fuertes en su vida, se han desviado. Lo podemos constatar con divorcios, dinero y el azar.


La última palabra la tienen las personas, con sus dudas, inquietudes y lecturas sobre lo que digo en esta columna, hecha con pensamientos de personas reales, sobre sus vivencias íntimas.

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Causas y azares…


  • Las protestas en hospitales del IMSS Bienestar son un síntoma de la corrupción imperante, donde se tienen subrogadas computadoras, farmacias, y un largo etcétera.

  • Nombrar a Hugo López-Gatell como representante de México en la OMS es como nombrar a la tortilla quemada como digna representante de los tortilleros del país. Vaya nivel de la política ramplona.

  • La droga zombi, una mezcla de fentanilo con heroína, se encuentra presente en las calles mexicanas como nunca antes. ¿Y la política de salud mental? Bien gracias, con la ineptitud como programa de gobierno, improvisando y engañando.


Hasta la próxima, que al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente.

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