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La última editorial del año.


La última editorial del año.

 

Por: Emanuel del Toro.

 

La última editorial del año, tiene siempre un sabor muy especial. Lo común en tales circunstancias, es que se termine dedicando el comentario a recapitular lo sucedido durante el año, a veces incluso, utilizo la ocasión para anticipar futuros escenarios en el año por venir. Para el caso, el punto es que el fin de un año se vuelve siempre la ocasión propicia para preguntarnos cómo es que vamos, o a dónde se supone que se puede aspirar a llegar con las perspectivas que actualmente tenemos.

 

          Sin embargo, a juzgar por lo poco que las actuales circunstancias han cambiado en el último año, –nos guste o no, seguimos presas de un maniqueísmo poco o nada productivo, entre la oposición y el actual gobierno federal–, es preciso indicar que difícilmente veremos que se dé un cambio sustancial en el devenir de nuestra vida pública, mientras ambos bandos del espectro ideológico sigan sin favorecer un diálogo genuino. El punto es que ni el actual gobierno federal cede en su posicionamiento de calificar que todo el entramado institucional de los gobiernos que le precedieron, fue una farsa urdida para beneficiar a unos pocos; ni la propia oposición cede en su obstinación de querer desconocer la importancia de incorporar una visión más humanista en el diario ejercicio de la Administración Pública.

 

          Si a ello sumamos lo poco que las tendencias electorales de cara al año siguiente se han movido, difícilmente sucederá algo distinto de lo que se espera que ocurra. Morena y lo que quiera que su 4T verdaderamente representa, se habrá de llevar la mayoría de las posiciones en disputa, en tanto que la oposición, –si  no hace nada radicalmente distinto que lo que hasta este momento ha hecho–, promete terminar desfondándose, con la virtual desaparición de algunos de sus componentes, que al día de hoy subsisten de forma marginal.

 

          No es pues la primera que lo digo, el punto es que nada bueno ha de salir de propiciar un entendimiento de lo público en el que por definición se desconoce a prácticamente la mitad del país. Semejante lógica no ha dejado nunca nada bueno. Lo digo de este modo, para enfatizar que no todo ha salido como el oficialismo alegremente cuenta, como también no es menos cierto que no todo estaba a pedir de boca en pasadas administraciones. La cuestión es que mientras no exista de parte de ambos bandos del espectro ideológico la franca voluntad de autocriticar su propia labor, difícilmente veremos que se pueda mejorar la situación nacional, del modo que genuinamente quisiéramos la mayoría.

 

          Ambas posiciones adolecen de la voluntad para escucharse mutuamente. Así se crea lo que se crea, no gana nadie. Luego entonces, lo deseable es que ambas partes del espectro ideológico renueven y/o mejoren sus claves discursivas y sus estilos de comunicación, para que sin perder su auténtica esencia, ambos se vuelvan interlocutores mucho más eficientes, y sobretodo más propositivos. Desde luego, habrá que decir que considerando la naturaleza de lo que se ha de jugar el año entrante, lo más seguro es que todo lo que aquí expongo, no quede más que en un dechado de buenas intenciones.

 

En tales condiciones, reconozco que quizá podría decirlo distinto, incluso no decir mejor nada al respecto, y en cambio rellenar la presente columna con cualquier otra trama por relatar o comunicar. Porque como se dice frecuentemente, a las palabras se las lleva el viento; y de buenas intenciones está lleno el camino al infierno –complementaría alguna voz por ahí. Pero lo cierto es que con todo y todo, lo que más valoro, siempre termino dejándolo por escrito.

 

Tal vez por eso y no otra razón, es que de continuo testimonio impresiones, sentimientos y pensares, memorias, sueños e ilusiones. De todo he coleccionado en cuarenta años de vida, y aunque no tengo claro si tengo derecho a un segundo tiempo en el partido de la vida, como para terminar por ello pensando que me quedan otros 30 o 40 años; pero así me quede 1 año o 20 más, igual me quiero ir de esta encarnación como más disfruto la vida desde siempre: escribiendo.

 

Y escribir para compartir, para inspirar, para denunciar, para no desistir, para dar siempre lo mejor que sea capaz de dar. Al fin de cuentas, escribiendo, siempre escribiendo; y al final, seguir escribiendo. Porque así escribiendo, es como voy despidiendo este 2023; un año meteórico, en el que de todo me ha tocado vivir. Lo mismo dejé de ver a personas cuya presencia en mi vida siempre aportó muchos aprendizajes, que tuve oportunidad de conocer otras personas que jamás creí llegar a conocer nunca. Lo mismo viví momentos de singular alegría, que circunstancias por las que hubiera preferido no atravesar, pero igual las viví.

 

En cualquier caso, está noche y las subsecuentes del año 2024 por empezar, abogo por un año en el que todos tengamos la posibilidad de crecer y dar lo mejor de nosotros mismos, exponiendo con claridad lo que pensamos, pero también y fundamentalmente aprendiendo a escuchar a quienes no piensan como nosotros. Se trata de sumar, nunca de restar. Que nuestro compromiso con lo que creemos sea la mayor muestra de sincera gratitud con la vida, y que todos tengamos la bendición de crecer y cumplir nuestros propósitos y/o anhelos.

 

Por lo que a mí respecta, les abrazo con sincero fervor libertario, y el mayor de los ánimos posibles para que todos sigan dando siempre batalla a cualquier vicisitud que comprometa su absoluta autorrealización, para que cumplan con creces todo lo que se propongan. Paz, salud y mucha prosperidad, son mis mejores deseos para todos, hoy y siempre. Abogo por un año en el que todos tengamos la posibilidad de crecer y dar lo mejor de nosotros mismos. 

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