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Ágora: De opiniones a opiniones


De opiniones a opiniones.


Yo no es que esté de acuerdo con las amenazas, mucho menos si las mismas pretender poner en entredicho la regularidad de nuestras instituciones o la seguridad de los ciudadanos. Lo sé, aventar chascarrillos de tinte político bastante subidos de tono –como hiciera una chica que trabajaba como piloto comercial hace unos días–, seguramente no es lo mejor que puedes hacer. Menos teniendo en cuenta el exceso de crispación en medio del cual vivimos y lo mal que llevamos la polarización de las ideas políticas, sin embargo me parece un exceso echarle a perder la vida a una chica por algo que muchos han hecho antes, siempre sin medir las consecuencias.


Me lo parece para la reacción pública de la cuestión, lo mismo que para la posición de las propias autoridades, y como no, para la propia aerolínea al ceder a las presiones para despedirle. Lo cual me hace recordar que hace rato que vamos mal por todo lo alto en lo más básico: la discusión de lo público; cuando muchos de los chascarrillos políticos que hacen la comidilla de propios y extraños comienzan desde el propio titular del Ejecutivo que no pierde cada y tanto la ocasión de decir cualquier chabacanada que lo mismo se le celebra, que se critica (siempre al tenor o el contentillo del momento o el público que lo escucha). No es posible que nos conformemos con tan pobre nivel de discusión pública.


Siempre he escuchado aquello de que los mexicanos tenemos un sentido del humor muy especial, que va por mucho, más allá de lo que el común de otras sociedades sabría tolerar. Un humor negro y recargado con predilección por lo políticamente incorrecto, caracterizado por hacer apología constante de buena parte de nuestros lastres culturales más escabrosos como machismo –lo mismo da si se trata de misoginia u homofobia–, malinchismo o xenofobia.


Pero si algo acompaña por igual nuestra innata capacidad nacional por mofarnos de prácticamente cualquier cosa, casi siempre sin ningún reparo, como si se asumiera que esa y nada más es el único modo que contamos para salir adelante en medio de tantos problemas, es también la falta de criterio para no terminar haciendo escarnio público selectivo por criterios políticos el propio humor a modo de autocensurar a quienes no van con la corriente de opinión mayoritaria. Como si en el fondo estuviéramos deseosos de hacer prevalecer al costo que sea un consenso público al gusto de los de turno en la titularidad de las instituciones públicas. Y es que el problema no es que exista una mayoría, como que la misma se vea capaz de querer jugar las veces sensor de lo aceptado o lo rechazado.


Falta de criterio sumado a intolerancia y la facilidad que otorgan hoy todo tipo de medios electrónicos para que todos opinen de cualquier cosa es un coctel muy explosivo y nada propicio para sacar lo mejor de una sociedad, porque termina convirtiendo a las mayorías híper conectadas en jueces no sólo de lo aceptado, sino de la propia legalidad, sólo detrás de los propios medios de comunicación que cada y tanto le dan foro a todo tipo de opiniones, cual si de un quinto poder se tratara.


Lo dicho otras veces; lo trivial se ha vuelto fundamental. La cosa es que hoy se habla de una piloto a la que se la ha dado notoriedad por el contenido de su humor al margen de una mayoría que en la reparación de todo tipo de agravios vividos durante décadas, se ve incapaz de tolerar la más mínima expresión de disidencia con el actual ocupante del poder Ejecutivo, con todo lo desafortunado que su declaración pública ha debido ser, de acuerdo, pero mañana bien podría ser y de hecho será cualquier otra cosa no menos insignificante que se vuelva tema público.


Lo fueron unos quince años que se masificaron hace casi un lustro; lo fueron las declaraciones públicas de diversos alcaldes hará cosa de unos años, reconociendo que robaban pero nomás poquito –como dijera uno en particular–, pero para el caso la cuestión de fondo es la misma: temas sin la menor importancia que de súbito se vuelven razón de una discusión pública sosa, improductiva y carente de trascendencia para el desarrollo nacional, mientras los temas que sí que deberían ocupar los titulares de los medios de comunicación pasan de noche, en el más absoluto desinterés. Insisto, realmente pienso que merecemos mucho más en términos de discusión de lo público, pero la esperanza de elevar la calidad de nuestra discusión difícilmente se materializará como sigamos alimentando las trivialidades y consintiendo que en no pocas ocasiones esas mismas trivialidades comiencen o se magnifiquen desde los propios titulares del poder político.

Aviso Oportuno

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