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Vislumbres


ALEGATA SIN FONDO


Si nos atenemos al significado más profundo del verbo debatir y lo comparamos con el deprimente espectáculo que los últimos cuatro contendientes a la presidencia de la república escenificaron el pasado domingo en Tijuana, llegaremos a la conclusión de que ni siquiera fue un “pleito de comadres” (porque las comadres se quieren y éstos se odian), sino una alegata sin fondo ideológico en la que, a falta de verdaderas ideas, lo que sobraron fueron los calificativos denostativos y algunas ocurrencias que, como magos de sus negras chisteras, cada uno de los cuatro se sacó en su momento ante preguntas que no previeron que les pudieran hacer.


Un show mediático en el que los espectadores pudimos constatar la mediocridad que caracteriza a los cuatro prospectos, por más que uno de ellos haya sido gobernador de Nuevo León, otro del Distrito Federal y dos más se jacten de tener estudios en universidades extranjeras.


Ante alegatas como ésa (porque debate no fue), lo menos que personalmente me dio fueron pena y miedo. Pena, porque los candidatos, más que exhibir su potencial y sus capacidades, expusieron sus carencias y limitaciones. Miedo, porque sabemos que uno de ellos, limitadito y carente, nos habrá de gobernar después de EPN, tan limitadito también.


UNA NOTORIA AUSENCIA. –


No todo, sin embargo, fue malo en ese ejercicio cuasi-democrático, porque es preferible ver lo que vimos, a tener que soportar, como nos tocó hace mucho, a los candidatos impuestos por el dedazo presidencial, sin tener ninguna opción para elegir a otro cualquiera.


Y dentro del “encuentro de Tijuana” lo más evidente fue, como lo comentó Yuriria Sierra (una de las moderadoras), la ausencia total de las mujeres, porque la única que había logrado ser candidata se desistió casi una semana antes.


Hasta ahorita, a reserva de que se me haya olvidado alguna, las únicas candidatas a la presidencia de la república han sido doña Rosario Ibarra de Piedra, por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) en 1992 y en 1988; Cecilia Soto González, por el Partido el Trabajo (PT), en 1994; Patricia Mercado, por el Partido Alternativa Socialdemócrata y Campesina, en el 2006; Josefina Vázquez Mota, por el PAN en 2012 y, con muchísimas dificultades, como independiente, ahora en 2018, Margarita Zavala, la ex primera dama en tiempos de Calderón.


Doña Rosario abrió surco en ese sentido, y levantó muchas expectativas entre el electorado más radical de izquierda en aquellos precisos momentos, pero no pudo realmente competir para ganar, aunque sí hizo historia como candidata. Cecilia Soto, bonita ella, de grata presencia, fue otra inteligente mujer impulsada por el PT, pero se enfrentó al machismo en la política y tampoco su partido pudo realmente hacer mucho para conquistar los votos regularmente cautivos del PRI.


Patricia Mercado, otra mujer capaz, ha sido, sin duda, la más bella (y sexi) de las contendientes, pero aun cuando ella tenía mucho para aportar, el partido que la postuló sólo fue una llamarada de petate que no trascendió siquiera la única elección en la que participó. Luego vino Josefina Vázquez Mota, aureolada con gran fama como legisladora, pero su figura como candidata se desdibujó solita y quedó en un muy lejano tercer lugar de la contienda.


Hace un año, sin embargo, Margarita Zavala, reconocida por propios y extraños como una como mujer inteligente, sensible y ponderada, salía muy alto en todas las encuestas y se sospechaba que, si el PAN la postulara a ella como candidata, tendría muchísimas posibilidades de competir y aún ganar, pero Anaya se le atravesó en sus aspiraciones, se quedó con la candidatura y le quitó a ella toda posibilidad de competir por su partido. Lamentablemente ella se cegó. Creyó que podría más su simpatía y su popularidad que la marca PAN y, renunció a su militancia para convertirse, ya desgastada, en candidata independiente.


Al final se retiró con dignidad y congruencia, aunque le hubiera valido más apechugar su derrota interna y esperar una mejor oportunidad.


Ahora, y desde hace varios días, la han buscado los allegados de Meade y Anaya, para que de algún modo ella oriente su declinación a su favor, pero hasta el momento se ha negado para favorecer a nadie. Esperamos que así siga, porque si se junta con cualquiera de los dos, o si le recomienda a sus simpatizantes votar por alguno de ellos, perderá el respeto que ha logrado y que, es, de momento, lo poco que le queda de valioso.


PRIISTAS VERGONZANTES. –


En días pasados tuve oportunidad de ir a Manzanillo, y pude observar que en la propaganda política que exhiben los candidatos de la coalición “Todos por Colima” (la que, insisto, debería llamarse “Unos cuantos por Colima”), o no aparece el logotipo del PRI, o aparece como escondido, en contraste con el logotipo del Partido Verde.


Al observarlo, y mientras platicaba precisamente con uno de los más cercanos colaboradores de Virgilio, le pregunté qué significaría todo eso, y él me respondió: “Es que los candidatos priistas de dicha coalición saben perfectamente que su partido está perdido en Manzanillo, y que la única posibilidad que tienen de ganar es cobijarse a la sombra del Partido Verde, único organismo político que aparte del PAN mantiene cierto pegue entre los electores manzanillenses […] Siendo esa la razón por la que desaparecen el logo del PRI de su propaganda”.


Así que ya no sabe uno si son cínicos, cobardes, pragmáticos o priistas, nada más, que se avergüenzan de ostentarse como tales.


DERROCHE. –


Por contraste, en la propaganda política con que esa misma coalición está literalmente tapizando la zona conurbada de Colima-Villa de Álvarez, el logotipo que casi no figura es el del PVM, y el que prevalece es del partido tricolor. Como si en el corazón de nuestra tierra todavía fuera un mérito pertenecer a ese partido, o como si, más allá de dicho mérito, el gobierno del estado (directito o a trasmano) le estuviera inyectando un gran río de dinero a la promoción de las imágenes de sus candidatos. Sobre todo, las de Walter Oldenbourg y Héctor Magaña. En las que por el tamaño y la cantidad de lonas impresas y carteles espectaculares que los muestran, uno podría deducir que no hay carencias económicas en el ex partidazo, o que, como medida de desesperación, quieren recuperar las dos alcaldías, cueste lo que cueste.


A diferencia de como ocurre con ellos, los carteles que exhiben las respectivas imágenes de Héctor Insúa y Yulenny Cortés, son poquísimos. Como si a los primeros les sobrara el recurso, y a los segundos les estuviera faltando, o les doliera el codo para gastarlo.


Y ya que hablamos de estos dos alcaldes con licencia, que quieren repetir para darle continuidad a sus proyectos, tendrían que admitir que la poca o mucha fama que tengan no les será suficiente para volver a ganar, y que, si por desidia o soberbia dejan de meterle ganas a su campaña, pueden perder estrepitosamente, como ya les sucedió, en otros contextos y momentos, a Antonio Morales de la Peña y a Felipe Cruz Calvario. Mismo, que, por cierto, ahora va de reincidente, pero no por el PAN sino por el “Movimiento Naranja”, en pos, también, como Virgilio, de una tercera vez, pero en Villa de Álvarez.


FACTÓTUM. –


Otro que también debe de estar gastando cientos de miles de pesos en publicidad, es Fernando Moreno Peña, candidato número dos a senador en la fórmula de la coalición “Todos por México”. Un individuo aferrado que no sólo no quiere dar su brazo a torcer, sino que hoy quiere ir más allá de la ambición original que tenía: de retirarse de la política siendo senador.

A Fernando, en efecto, le valió grillo que, por aquello de las distribuciones de las candidaturas por paridad de género, él saliera segundo en la lista, porque confiado en su propia experiencia sabía que él sería, en realidad, quien debería impulsar a la fórmula para ganar.


Hasta ahorita todo le ha salido como lo planeó, y algunas encuestas le dicen que va por buen camino, y que, si logra triunfar, será él uno de los poquísimos senadores priistas electos de mayoría, capaz, por ende, de poder disputar a Miguel Ángel Osorio Chong (que será plurinominal), la coordinación de la exigua bancada tricolor en el Senado, o se convertirá en uno de los más influyentes legisladores de ese partido.


Todo eso sin mencionar aún que ya vislumbró otra posibilidad: la de convertirse en el factótum de la política colimense en el PRI, para dentro de tres años volver a ser candidato a gobernador.


Dentro de este esenario, si son verídicas las dos encuestas que mencioné, sólo se pueden concluir tres cosas: una: que la mayoría muy joven de los electores desconoce quién es y ha sido FMP. Dos: que a los adultos y a los de plano viejos ya se les olvidó quién es aquél. Tres: que los candidatos propuestos por los demás partidos y coaliciones son tan malos (o tan desconocidos) que son incapaces de hacerle sombra al ex rector, ex gobernador y porro de toda la vida.


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