Ágora: Salud emocional y desarrollo social
- Emanuel del Toro

- 20 sept 2021
- 6 Min. de lectura
Por Emanuel del Toro

Salud emocional y desarrollo social.
Si en algún punto de nuestra existencia podemos hacer lo bastante por nuestro bienestar adulto, es en el momento mismo de la infancia. Lo que no significa que una vez en la adultez no tengamos opciones por ejercer de cara a cultivar una estabilidad psico-emocional que nos permita desarrollarnos con plenitud, pero el punto que quiero destacar, es que si en algún modo aspiramos a mejorar las perspectivas de vida de millones en el mundo, semejante propósito debe necesariamente pasar por procurar una educación integral y la calidad de vida más esmerada posible en nuestros propios críos.
Sin embargo, contrario a lo que se piensa, con frecuencia se suele pasar por alto la íntima conexión que existe entre nuestras experiencias en las primeras etapas de la vida y los recursos psíquicos, intelectuales y emocionales que como adultos disponemos o ejercemos. Lo que no es en lo absoluto un tema menor, ya que todos los actos tanto personales como sociales, incluso los más insignificantes y/o cotidianos de la infancia que se pueda uno imaginar, pasan por nuestras vidas convertidos en experiencias y/o recuerdos, pero también en emociones, no se trata de actos y/o recuerdos creados o vividos en el aire.
Todas las vivencias transforman nuestro ser interior tanto en un sentido como en el otro, lo más complejo es que muchas cosas vividas no tienen siquiera porque ser ciertas, otro tanto ocurre con las palabras y/o las percepciones… Insisto, ten extremo cuidado de cómo os dirijáis a los más jóvenes, porque por extraño que parezca, a veces no nos damos cuenta del modo en el que incluso sin proponérselo, se puede llegar a lesionar a una persona cuando persistentemente se le descalifica o alecciona para que se ajuste a una norma.
Y ojo, no hablo de dejar librado a todo el mundo a su suerte, porque tampoco creo en las bondades del relativismo, pero el punto al que quiero llegar, es que no se debe nunca jugar con el contenido de las aspiraciones o los sueños y anhelos los más jóvenes, sólo porque nuestras propias experiencias pudieran haber truncado propósitos parecidos en nuestras propias vidas. Después de todo, tales contenidos son no sólo ideas, sino sentimientos y estos como tales, constituyen en última instancia un llamado a la acción.
Ahí es justamente donde radica el ilimitado potencial de realización de nuestra humana condición, en la voluntad de ser-hacer. En materializar lo que nos inspira, lo que nos emociona, lo que nos apasiona, pero también –y con mucha mayor razón–, lo que nos molesta o indigna, en realizaciones prácticas que sean la punta de lanza de cambios que transformen la realidad personal y social misma.
Nos enseñan a carecer –he dicho en otros momentos de la vida. Y nos lo enseñan consciente e inconscientemente. El punto es que no todos los aprendizajes legados, son aprendizajes racionalizados y a veces puede pasar toda una vida hasta que logramos advertirlo y comprenderlo, hay lastres emocionales y/o perceptivos innecesarios que virtualmente cargamos por mero condicionamiento y muchas veces no están siquiera inspirados en vivencias propias, sino en miedos, inhibiciones e irracionalidades heredadas colectivamente. Tan fuertes llegan a ser tales sesgos interpretativos, que terminan convertidas en razones culturales cuya inercia se reproduce sin cesar por generaciones.
De ahí que una parte importante de la sociedad nunca consiguen advertirlos y mucho menos trabajarlos, al punto de que van por la vida programados para precisamente eso: carecer, adolecer, sufrir, padecer. Tú lograras siempre lo que creas, tanto si crees que puedes, como si crees que no, siempre que te decidas a pensar algo, tendrás razón; si crees que no es posible o que eres un mediocre, eso mismo es lo que conseguirás.
Pero ojo, es vital también tener en claro que el poder de la mente es parcialmente cierto como factor explicativo del éxito personal, lo es tanto a nivel de lo cognitivo, como emocional. Y lo digo así, no porque pretenda contradecirme, sino porque es un hecho que para salir adelante, se debe reunir condiciones de aprendizaje constante. Al final no menos cierto es, que hay también condiciones estructurales que pueden inhibir la tranquilidad o la fuerza necesaria para superar obstáculos. Porque no todo está necesariamente en el querer ser, también es verdad que hay una realidad material que puede inhibir o favorecer determinados desarrollos o maduraciones cognoscitivas.
Lo que no significa que uno mismo esté necesariamente impedido para establecer modos razonablemente ingeniosos y/o creativos que le permitan superar sus carencias y/o dificultades. Pero el punto sobre el que me interesa recalar, es que por muy diversas y variadas razones, así como la pobreza material entraña necesariamente pobreza legal y política –ni que decir educativa–, la misma incide en buena medida sobre la pobreza cognitiva y emocional de una sociedad. Ese es el tipo de conexiones lógicas sobre las que existe poca luz en el entendimiento de lo social, porque justamente uno de los grandes mitos sobre los que finca el liberalismo de las sociedades occidentales en los últimos trecientos años, ha terminado por consagrar en el imaginario colectivo, la idea de que un sistema económico que se fundamenta en el sufrimiento de los que menos tienen, es uno que funciona bien, sólo porque algunos –siempre los menos–, a base de ingenio y/o determinación consiguen escapar a su suerte.
Y aunque es un hecho que disciplinas tales como la Pedagogía, la Psicología, la Antropología o la Ciencia Política tienen en este tema de las relaciones entre nuestras emociones y el desarrollo de una sociedad, una veta todavía sin explorar del todo. Me atrevo a decir que nada define mejor las perspectivas de éxito de una persona en la vida, que el sano manejo de sus emociones. Porque todo sentimiento guarda no sólo una correspondencia fisiológica que se interrelaciona con nuestro cuerpo y mente, sino que constituye también una intencionalidad que altera nuestras percepciones sobre el mundo.
Lo que le vuelve, como ya dije líneas arriba, un llamado a la acción: una potencialidad por realizar. Que nos demos cuenta o no, quien canaliza deficientemente lo que siente, ya porque no se da cuenta de sus emociones y/o sus consecuencias, lo mismo que porque no las expresa claramente, termina arrastrando tras de sí las más variadas consecuencias, que lo mismo pueden inhibir o favorecer el desarrollo integral de su persona y en última instancia condicionar el crecimiento mismo de la comunidad a la que pertenece.
Existe un mundo de distancia entre lo que el mundo hace contigo y el modo en el que decides encarar lo que ese mundo te escupe en la cara, y hablo de “escupir”, porque aunque la idea de dar lo mejor de sí, sea un propósito colectivamente compartido, incluso elevado al estatus de valor social por sus implicaciones prácticas, es un hecho que no todas las personas que hallaremos en la vida serán capaces de darnos de sí su mejor versión, y aunque seguramente razones habrá muchas para explicarlo, tampoco es que puedas pasarte permanentemente la vida buscando entenderlo y/o justificando sus razones.
El punto es que la conversación más importante que tendrás en la vida será contigo mismo, –porque eso es finalmente lo que hacemos todos cuando pensamos: hablar con nosotros mismos–, y si recibiendo los modos más severos y/o corrosivos de mucha gente, permites que lo que otros te escupen en la cara se vuelva tu propia manera de pensar sobre la vida y quién eres o de lo que vales y lo que puedes o no hacer, es altamente probable que infierno de otros termine convirtiéndose en tu propio infierno, contigo mismo a la cabeza de atizarte o juzgarte como la más cruel y severa de las personas que alguna vez conociste.
En todo caso si algo hay que puedes hacer por ti y/o para ti, es decidirte a conocerte, reconocerte con sinceridad y plena justicia amorosa para encarar tus áreas de crecimiento potencial, pensando no sólo en cómo salir del paso al menor costo posible, (que es para lo que nuestra mente está programada por defecto en su afán de sobrevivir), sino para reinventarte todos los días, probando tus límites y descubriendo y redescubriendo el ilimitado potencial de crecimiento que todos llevamos dentro de nosotros mismos, para hacer mucho más que responder por responder y en cambio decidirnos a tomar el control de nuestros vidas, sin razones para complacencias y autoengaños, lo que implica necesariamente salir de nuestras áreas de confort, incluidas las más insospechadas.
Si se trata de resumir lo que hasta aquí he dicho, porque luego dicen que soy muy rebuscado que se pierden, diré que: sin salud emocional personal, no hay desarrollo social posible, pero esta a su vez, precisa de un mínimo bienestar material indispensable, porque salir de la precariedad no es sólo cosa de actitud. Vamos pues, no es cierto como dicen muchos grupos conservadores y/o de derecha que todos los pobres son pobres porque quieren.

















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