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Ágora: ¡Qué decepción! –Parte I–

  • Foto del escritor: Emanuel del Toro
    Emanuel del Toro
  • 21 feb 2022
  • 4 Min. de lectura

Por Emanuel del Toro.

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¡Qué decepción! –Parte I–.

Se lo dije alguna vez a viva voz a una amiga, y lo que es peor, cada vez me queda más claro que por ahí va la cosa; quien hoy gobierna desde Palacio Nacional, lo que ha estado intentando con todas sus fuerzas, es restablecer la presidencia imperial a la usanza del viejo régimen, –es decir, la centralización del poder en su más cruda expresión–, sólo que con una diferencia crucial, harto preocupante como inédita para el caso de nuestro país, en donde la escalada de violencia que vivimos, –en su mayoría producto del crimen organizado, pero también de la ineficiencia de quererlo centralizar todo–, ha venido aparejada de un creciente protagonismo de las fuerzas armadas, así como de una persistente censura informativa, que descalifica cualquier cuestionamiento por mínimo que sea.

Censura gracias a la cual, prácticamente cualquier persona que se atreva a discrepar con el discurso oficial, así se trate de simples ciudadanos, –ni que decir de periodistas, analistas políticos y opinadores públicos–, son tomados como parte de una pretendida avanzada de grupos conservadores, quesque alienados por la derecha. Lo cual resulta toda una ironía, porque nadie es más decididamente conservador, que quien pretende seguir gobernando el país exactamente del mismo modo que se hacía en los años 50’s del siglo XX, controlando cualquier atisbo de disidencia.

Pero el problema más grave con lo que hoy vivimos, no es el triste y/o desafortunado manejo de medios y propaganda que la Presidencia hace en las intervenciones matutinas del Ejecutivo para difamar o calumniar a quienes se atreven a cuestionarlo. No, lo realmente grave son las repercusiones cotidianas que todo ello supone, porque cuando se tiene gobernando a una persona que aún con todo el poder del Estado, piensa que todos están en su contra, ¡aguas!

Lo de menos será trivializar la situación, y en cambio quererla atribuir a rasgos de la edad, lo mismo que de la personalidad. Pero el problema real, es que ese es el nivel de quienes toman las decisiones en el nombre de todos. Y en honor a la verdad, por mucho que pocos se atrevan a decirlo claramente, es un problema que se repite por igual en distintos niveles de gobierno.

¿Le parece que estoy siendo exagerado y/o muy severo con mis apreciaciones? Seamos serios. No es desde la posición de militantes que más se hará para que un gobierno, independientemente del partido que lo llevo al poder, realmente cumpla todo lo que alguna vez prometió. Y ojo, porque tal parece que no termina quedar claro a muchos, esto no es como se lo ha querido hacer ver, una cuestión tan sencilla como que “si no estás conmigo, estás contra mi”, porque lo he dicho ya en varias oportunidades, que se critiquen excesos del actual gobierno federal o incongruencias –cuando las hay–, no significa que se esté de acuerdo con quienes le precedieron; semejantes posiciones no le hacen ningún favor a nadie. Ahora bien, que evidentemente no lo ha conseguido, ni lo conseguirá, porque es un hecho que somos tan plurales y/o divergentes en opiniones como los alcances de la tecnología lo permiten, ni hablar. Pero de que hay el intento de imponer una lógica discursiva que no admite cuestionamientos, lo hay.

Desde luego, es un hecho que no faltaran quienes busquen justificar y/o defender a cualquier costo, aduciendo que no es un gobierno tirano, y que aunque hay errores, estamos muy distantes de excesos inenarrables en pasadas administraciones, que por ejemplo en este gobierno no se ha visto la instrumentación de la policía y los militares como con Calderón o Peña, donde la Policía Federal y el Ejército mismo, operaron en distintas oportunidades como instrumento de represión contra la oposición en todo aspecto.

Empero muy lejos de lo que en campaña se prometió, el Ejército sigue en las calles realizando laborales que no tendría porque estar haciendo, ni se diga la llamada Guardia Nacional, en un 70% conformada, según INEGI (2021), por elementos con adiestramiento militar, que originalmente formaban parte de las fuerzas armadas. Y ojo con este tema, porque no hablamos ya, sólo de cuestiones alusivas a la seguridad como con Calderón. Ahora bien, es de dominio público que el Ejército mismo se ha vuelto en este sexenio el brazo instrumental de numerosas obras públicas, cosa que no es francamente lo deseable en una democracia.

Pero aun dando por descontada la cuestión, y aún si por ahí asumimos que el despliegue de la Policía Federal y el propio Ejército ha sido lo bastante mesurado o discreto, como para pasar desapercibido en localidades como la nuestra, no es ni de lejos la realidad en otras partes del país, donde la violencia no ha dejado de escalar, habría que preguntar por ejemplo en Chihuahua, Michoacán, Guanajuato o el Estado de México; no de a gratis tenemos, según InSight Crime (2020), una de las tasas de homicidios más altas del continente –sólo por debajo de Jamaica, Venezuela, Honduras y Trinidad y Tobago.

Vaya pues, para no ir más lejos, hoy tenemos cifras mucho peores que países históricamente más violentos, como son los casos de Colombia o Brasil, cosa contrastable según datos del PNUD (2014). De hecho, aun con el confinamiento derivado de la pandemia, México mantuvo en 2020 la misma tasa de homicidios de los dos años previos, con 29 asesinatos por cada 100,000 habitantes. Es cierto, algunos dirán que bajó en 2021, pero no de forma sustancial.

Ahora que bien, es justo decir que estoy de acuerdo con que se ha intentado mucho, y que por voluntad política no ha faltado, como también reconozco que no todo lo que afirma la oposición es sostenible. Pero vamos, estamos muy lejos de poder echar campanas al vuelo para decir que todo está saliendo a pedir de boca. Y del nefasto gobernador que en San Luis Potosí, ya ni digo nada, porque con todo y que estoy lo que sigue de disgustado por como se le impuso con el aval de Palacio Nacional, –quesque por razones de pragmatismo político–, sigo creyendo que hay niveles, y el pelele que aquí despacha está a años luz de lo se ve en el centro del país. Pero es una realidad que mientras la gran mayoría en la localidad no exija lo necesario, difícilmente veremos que su actuación mejore.

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