Ágora: Pan y circo. Una crítica necesaria al populismo. PARTE II.
- Emanuel del Toro

- 4 ago
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Pan y circo. Una crítica necesaria al populismo. PARTE II.
Por: Emanuel del Toro.
En una primera aproximación de este mismo tema, –publicada hace cosa de tres semanas, bajo el título de “Pan y circo. Una crítica necesaria al populismo. PARTE I”–, argumentaba yo, que un pueblo que vive, a pan y circo, es en esencia, un pueblo condicionado, manipulado, silenciado y/o comprado o maniatado. Porque la sociedad que vive entretenida y/o distraída con cargo al erario, es decir pagando de los impuestos de todos, lo que quiera que entretenga a la mayoría, es una sociedad que difícilmente cuestionará sus condiciones de vida, ni que decir el proceder de sus gobiernos o la transparencia con la que se gastan los recursos públicos.
Cuando el nivel y/o la calidad de vida de la gran mayoría está por los suelos, pero el Estado a cargo apenas si hace algo para que los problemas que más determinantemente condicionan la vida de sus ciudadanos más empobrecidos, verdaderamente cambien. Lo que tenemos, además de un tejido social terriblemente erosionado, es una sociedad materialmente empobrecida y en extremo vulnerable, a la que cualquier cosa le vale con tal de olvidar aunque sea por un rato las condiciones en las que rutinariamente vive.
Desde luego, lo de menos ante semejante causalidad, es asumir la necesidad y/o la utilidad práctica de intervenir públicamente para generar las condiciones que posibiliten la superación de los problemas que ponen en entredicho la integridad de los que menos tienen, a través de políticas públicas y/o reformas institucionales que hagan cada vez más eficiente y regular el accionar del Estado..
Sin embargo, cuando el tipo de intervención estatal que podría sacar a quienes peor lo pasan, en vez de orientarse a resolver las condiciones estructurales que favorecen las desigualdades, se utiliza para distraer la atención de esos mismos sectores, el gasto público se convierte en un arma política que se empuña para cometer un crimen atroz, que golpea por partida doble; golpea cuando se deja de atender lo esencial; pero también golpea, cuando el dinero que podría aliviar los problemas de todos, se termina usando en distraer a los ciudadanos para que no cuestionen la persistencia con la que malviven.
De ahí que cuando gobiernos como los que hoy prevalecen en este país, – tanto en lo nacional, como en lo local–, gastan a manos llenas presupuestos exorbitantes en contentar a sus ciudadanos con distracciones, termina ocurriendo lo que año con año se ve en las ferias nacionales de cada entidad federativa. Las cuales han pasado de ser un escaparate para mostrar lo mejor de cada entidad ´puede ofrecer en términos de desarroollo, a auténticos tumultos de espectáculos, que si bien se venden como gratuitos, porque no cobran directamente a quienes a ellos asisten, en realidad resultan severamente onerosos, porque pulverizan en cuestión de horas, recursos que perfectamente podrían ocuparse para responder a problemas cotidianos, tales como la calidad del espacio público, o el desarrollo de una infraestructura pública moderna y eficiente, ni que decir de la seguridad.
En ese sentido, gastar a manos llenas para traer a cuanto artista se puede, ha sido siempre el sello distintivo del hoy gobernador Ricardo Gallardo Cardona. Los gobiernos de este sujeto y sus compinches, han sido todos, gobiernos que se gastan los recursos públicos en mantener distraídos al ciudadano de a pie, ofreciéndole la ilusión de múltiples espectáculos “gratuitos”, en una dinámica caracterizada por la poca o nula información pública al respeto. Porque hasta eso, fiel a su costumbre, el actual gobernador se caracteriza por no dar nunca cuentas claras, ni qué o cómo es que se gasta el dinero público.
Sin embargo, a juzgar por los artistas convocados para esta ocasión, entre los que destacan figuras como Marilyn Manson, Metálica, Don Omar, Enrique Iglesias y DJ Tiësto, entre otros, según estimaciones conservadoras, el presupuesto destinado para ello en la actual edición por iniciar, rondaría la friolera de 150 millones de pesos. Y mientras una parte por demás modesta de la ciudadanía se prepara con expectativa para acudir a dichos espectáculos, la mayoría en la entidad atestigua de modo silencioso y preocupante el terrible estado de abandono que prevalece en todo tipo de temas cruciales, sin que al gobernador verde vomitivo le preocupe en lo más mínimo.
Porque claro, para este hombre corto en ideas, como en principios, lo que realmente cuenta es hacer de su estilo personal de gobernar una permanente verbena popular que le vuelva a ojos de sus aplaudidores más convencidos, una especie de celebridad mediática. Una posición en la que se siente por demás cómodo, porque al carecer de mejores argumentos para generar el tipo de resultados para los que fue elegido en las urnas, se conforma con acicalarse el ego con aquellos que acudan a la barra de entretenimiento musical que ofrece.
Una estrategia que por burda que resulte, ya ha probado dar resultados en términos no sólo de popularidad y/o distracción colectiva, sino también y fundamentalmente en razón de su uso político. Todo sea para que las voces de sus detractores queden silenciadas, así sea que sus efectos se disipen terminados los conciertos, al tiempo que alardea con el cinismo de un rufián, ser un hombre cercano al pueblo. Pueblo al que en vez de servir, dilapida sus recursos, dejando a propios y extraños librados a su suerte.
Sin que exista apenas consciencia de todo lo que se debe dejar sin atender para que el chiste de entretener multitudes surta el efecto deseado. Porque para Gallardo lo que importa son las muchedumbres en términos electorales, muchedumbres que maicea por lo fácil, satisfaciendo sus necesidades más básicas de distracción, como si con ella se pudiera vivir al margen de todos los problemas por los que verdaderamente debiera ocuparse.
Para el caso, San Luis Potosí se prepara, para este 8 de agosto del presente año, para una nueva edición de la FENAPO, y con ello se abrirá un capítulo más del particular estilo personal de gobernar, de un hombre que cree que gobernar, es hacer de todo, menos aquello para lo cual se supone que se lo eligió. No cabe duda que cada pueblo tiene el gobierno que se merece, y el que aquí tenemos, es el más vivo ejemplo de que mientras la ciudadanía esté distraída con recitales y conciertos, difícilmente se prestará atención a lo que urge.

















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