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Ágora: Pan y circo. Una crítica necesaria al populismo. PARTE I

  • Foto del escritor: Redacción
    Redacción
  • 22 jun
  • 4 Min. de lectura
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Pan y circo. Una crítica necesaria al populismo. PARTE I.

 

Por: Emanuel del Toro.

 

Un pueblo que vive, a pan y circo, es un pueblo condicionado, manipulado, silenciado y/o comprado o maniatado. Porque la sociedad que vive entretenida y/o distraída con cargo al erario, es decir pagando de los impuestos de todos, lo que quiera que entretenga a la mayoría, es una sociedad que difícilmente cuestionará sus condiciones de vida, ni que decir el proceder de sus gobiernos o la transparencia con la que se gastan los recursos públicos.

 

A lo sumo, termina siendo una sociedad alienada y/o enajenada, cooptada, reducida a meros clientes electorales y/o espectadores, que aprenden a conformarse con sumergir o evadir sus preocupaciones cotidianas, entre espectáculos públicos y/o recitales, por no hablar de todo tipo de dádivas o asistencias públicas, cuyo cometido, no es otro que el de mantener a la sociedad, cautiva e incapaz de tomar decisiones con autonomía y criterio propio. Porque si lo hicieran, ello elevaría exponencialmente sus demandas a quien gobierna.

 

Lo que ocurre en buena medida, porque el nivel y/o la calidad de vida de la gran mayoría está por los suelos, pero el Estado apenas si hace algo para que los problemas que más determinantemente condicionan la vida de sus ciudadanos más empobrecidos, verdaderamente cambien. Y no lo hace, tanto por su propia ineficiencia estructural y operativa, como porque usualmente la pobreza material, constituye también pobreza legal y política. Esto es que quien carece de lo más elemental para vivir, carece también de la información que le permitiría mejorar. Porque se trata de alguien llanamente concentrado en sobrevivir.    

 

Para decirlo claramente, quien no tiene dinero para vivir, difícilmente lo tendrá para cualquier otra cosa, ni que decir informarse o movilizarse y cuestionar o inconformarse, porque hasta eso, quien carece de recursos materiales, termina sí o sí, –obligado por sus circunstancias–, privado de tiempo para autoarrealizarse, para sentirse satisfecho consigo mismo, con un propósito que le dé significado o sentido humano a su vida. Lo que a su vez, repercute de manera negativa en la psique de millones, garantizando que se repliquen las condiciones que mantienen a la mayoría, incapaz de luchar por sus propios intereses, o de siquiera preguntarse quiénes son y/o a dónde es que quieren llegar en la vida.

 

Porque se trata en esencia, de una sociedad moralmente quebrada, embrutecida y/o deliberadamente cegada o comprada, que acepta y mitiga su desesperanza, con cualquier cosa que le mantenga entretenida, apenas si lo suficiente para soportar su miseria. Miseria calculada al dedillo, para beneficio de quienes están en la cúspide del poder político y económico. Porque lo mismo le reditúa al político, que al empresario privado; para el caso, como se dice en la calle: la casa nunca pierde; porque el sistema político, como buen sistema que es, está hecho, justamente para eso, para nunca perder, para replicar las condiciones que lo hacen posible, o lo que es lo mismo, para que no cambie nunca nada.      

 

Sólo así se entiende la importancia que un gobierno ineficiente y/o poco transparente o respetuoso de la legalidad, le otorga a la estrategia sistemática de mantener entretenidos a sus ciudadanos, cuya fuerza sólo importa como masa electoral, cada vez que el calendario indica que quien gobierna, debe refrendar su posición como mandamás en la cúspide del sistema político. En cualquier modo, una sociedad a la que rutinariamente se le tiene que contentar y/o compensar por la pobreza y/o la insuficiencia de los resultados de sus autoridades, sólo habla de un gobierno al que sus responsabilidades le quedan muy grandes.

 

Destinar del presupuesto público de una sociedad, recursos para entretener y/o comprar la lealtad de quienes menos tienen, a pan o circo, es no sólo una estrategia moralmente cuestionable, sino que resulta políticamente ruin y abusiva u oportunista. Porque quien compra para llegar al poder, llega para servirse de el. Y una sociedad que vive permanentemente enajenada y/o alienada por trivialidades, es también una sociedad que, –para beneplácito de quienes la controlan y se sirven de ella–, no se inmiscuye en los asuntos públicos, y no se hace consciente por tanto, de la necesidad y/o la utilidad práctica de cuestionar y/o limitar al poder político.

 

Lo cual resulta por demás conveniente, a quienes por el escaso interés de la ciudadanía, viven a cuerpo de reyes, como si los recursos públicos de los que se sirven, les pertenecieran. Reducir las necesidades de una sociedad, a sólo pan o circo, esto es, a medio comer y/o a divertirse o entretenerse, alimentando la ilusión de que lo que lo que se recibe del gobierno, es “gratis”; cuando en realidad se lo cobran a todos, el resto del año, sólo que de forma diferida, obligando al ciudadano a resolver como mejor puede, la perenne insuficiencia de gobiernos terriblemente caros e ineficientes, que en vez de entretener a la masa para que no cuestione y/o critique su proceder, deberían de ocuparse de generar las condiciones necesarias, para que cada cual salga adelante por su propia mano.

 

Pero claro, que un pueblo sea genuinamente libre y necesariamente más crítico, consciente e informado, y hasta feliz, –porque consigue autorrealizarse–, eleva por mucho las expectativas y/o las exigencias que terminará haciendo a quienes gobiernan, lo que a su vez, dificulta la posibilidad de mantener el control social, como les gusta y conviene a quienes gobiernan, es decir, al menor costo posible. Por eso es que darle al pueblo pan y circo, resulta mucho más productivo en términos del fin que quien gobierna persigue, que no es otro que el de perpetuarse en el poder al menor costo posible. Para seguirse beneficiando, no sólo de los recursos materiales de una sociedad permanentemente empobrecida, sino además abusando obscenamente de su mansedumbre o pasividad.

 

No sea que de otro modo, una sociedad altamente consciente y movilizada, termine por cuestionar y hasta impedir la imposición de medidas que comprometan la eficiencia de su dominio despótico. Para lo cual, lo único que se precisa, además de gastar para entretener al pueblo, es mantener la apariencia de ser un gobierno que si escucha las necesidades de sus ciudadanos, sólo porque se les dice lo que estos quieren escuchar, al tiempo que los mantiene entretenidos para que estos no tomen consciencia de que para que ellos vivan tan mal, es porque alguien más está necesariamente saliendo beneficiado de su miseria.  

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