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Ágora: Los componentes del amor


Los componentes del amor.

 

Por: Emanuel del Toro.

 

El amor así como en Occidente lo entendemos, es la unión de tres estilos afectivos que si bien pueden llegar a coincidir, a menudo suelen expresarse y/o vivirse de modo divergente o diferenciado. Tales estilos son: Eros –sexo / atracción–, Philia –amistad / compañerismo– y Ágape –ternura y afecto incondicional–.

 

Mientras Eros es llana y sencillamente el deseo sexual, o el atractivo físico que somos capaces de sentir o desarrollar por una persona que nos parece agraciada, o que cuando menos nos despierta el interés al nivel más primitivo, aunque no necesariamente tenga porque ser físicamente atractiva; Eros constituye el impulso que nos despierta la polaridad sexual por otro.

 

Y es de hecho, la razón principal por la que la mayoría de las parejas terminan contrayendo nupcias o votos matrimoniales en todo el mundo. Siendo incluso la única razón cuanto más jóvenes son los contrayentes, o cuanto menos se conocen entre sí, ya lo mismo por la edad, que por la premura con la que una pareja se llega a unir. Como es natural pensarlo y/o identificarlo, es el más desbocado de los afectos posibles, porque se trata de una pulsión primitiva con fuertes implicaciones biológicas y de supervivencia de la especie.

 

Por otra parte está la Philia, también conocido como el “amor admirativo”; es la clase de vínculo que una persona es capaz de despertar por la admiración o el respeto que las cualidades que posee o ha llegado a desarrollar en su propia vida, son capaces de despertar en otra persona. En este tipo de amor no existe el deseo sexual en lo absoluto, y es de hecho, mucho más estable y duradero que el amor erótico, porque al no depender de la polaridad de los sexos, es capaz de durar para toda la vida, e incluso pervivir a estar, cuando alguno de los dos muere primero.

 

Como tal, al tratarse de un vínculo emotivo mucho más complejo y estable, este tipo de amor se relaciona con aspectos tales como el afecto amistoso y el respeto, la lealtad y el compromiso, y desde luego la genuina disposición de ser recíprocos y/o solidarios independientemente de las circunstancias de vida que le toque atravesar a una pareja a lo largo de sus respectivas vidas. Es en toda la extensión de la palabra, un amor más maduro y humanamente responsable, y es de hecho la clase de cariño que sustenta las amistades más sólidas y duraderas a lo largo de nuestras vidas; un vínculo que trasmuta admiración en co-fraternidad, en compañerismo y mutua solidaridad o reciprocidad. Es el amor que nos llama a hacer equipo, a trabajar parejo, hombro con hombro en pos de metas en común.    

 

          Por otra parte estaría Ágape, también llamado “Amor compasivo”, un vínculo emotivo sustentado en el amor incondicional, puro y desinteresado, que se distingue entre otros motivos por ser un amor no limitativo, ni posesivo. Es la clase de vínculo afectivo que se despierta por el simple hecho de desearle el mayor bien posible a otra persona que se quiere y/o conoce desde siempre. Este tipo de amor es el fundamento de las relaciones familiares más estrechas y/o significativas, como por ejemplo el amor incondicional que una madre o un padre sienten por un hijo, cuando este llega a caer en desgracia o se ve tomando decisiones erráticas.

 

          Este tipo de amor se relaciona con rasgos tales como la compasión y la misericordia, o las ganas de ayudar sin mayor examen, incluso siendo capaces de sacrificar nuestra propio bienestar o comodidad, porque aquella persona que queremos o estimamos, pueda llegar a desarrollarse en su máxima plenitud. Es en todo el sentido de la palabra, la forma más pura de afecto.

 

          Este es al menos en teoría, el tipo de amor que tendría la función de evitar que un padre termine por irresponsabilidad abandonando a la mujer que por calentura embarazó. Y es también en teoría en tipo de vínculo que tendría la función de evitar que una chica presionada por la sociedad terminara viendo en el aborto legalizado su única salida para librarse de las consecuencias de un encuentro exclusivamente alimentado por la polaridad sexual al decidirse a irse a la cama con un tipo que apenas si conoce, sólo porque este le ha convencido de que la pulsión más primitiva que lo habita es genuino amor, de ese que incluye los tres estilos de afecto que estoy refiriendo en el presente comentario.

 

          Pero aunque Ágape se trata del más puro estilo de amor que puede llegar a existir, –el más humanitario, altruista y/o generoso–, es un mismo tiempo un estilo de amor que precisa de mayor grado de consciencia y responsabilidad afectiva. Lo que implica, no que sea irrealizable, sino sólo que exige madurez y suma integridad o coherencia personal para lo que se supone que por otra persona sentimos.   

 

          Ahora bien, para que una relación de pareja auténticamente funcione, sin terminar haciendo la vida de sus participantes un auténtico calvario, o una tortura de tintes destructivos que vuelvan inviable cualquier convivencia, tienen que necesariamente darse y/o cultivarse por igual, tanto Eros, como Philia y Ágape,. Porque con uno sólo de los componentes que falte o se encuentre insuficientemente desarrollado, tarde que temprano todo se ha de ir al garete irremediablemente. Repito, tienen que estar presentes los tres estilos afectivos por igual, o cualquier relación que se intente habrá de fracasar.

 

          Lo cual desde luego pone de manifiesto que no es nada sencillo congeniar en tan amplio abanico de posibilidades y/o necesidades. Como también pone en perspectiva que se puede llegar a estar en pareja única y exclusivamente por algún estilo específico de afecto, sin que ello signifique que se tenga porque terminar desarrollando el resto, aun si ello fuera lo deseable.

 

Ahora bien, con tal amplitud de configuraciones posibles, lo singular y/o llamativo, no es que tales opciones puedan llegar a estar disponibles, sino que aún recociendo la suma complejidad que las conjuga, existan personas que pretendan desatender la sana discusión de las mismas, en el entendido de que es ético y/o deseable obviar sus consideraciones, e incluso infravalorarlas o desestimarlas. Como si por hacerlo ello significara que van a dejar de tener efectos prácticos sobre la calidad de las relaciones afectivas que somos capaces de desarrollar cuando nos decidimos a estar en pareja.


Así pues, si el amor y la propia responsabilidad afectiva –hoy tan mencionada en todos lados–, importan o cuentan como se supone que lo hacen en nuestras actuales sociedades, es fundamental e insoslayable promover la sana discusión pública de sus componentes. Porque será eso, o seguir viendo que todo tipo de consecuencias desagradables y/o sumamente decepcionantes e insatisfactorias se sigan desencadenando por la incomprensión de los mismos.


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