Ágora: Juega todo lo que quieras, pero nunca contigo mismo
- Emanuel del Toro

- 7 feb 2022
- 3 Min. de lectura
Por Emanuel del Toro.

Juega todo lo que quieras, pero nunca contigo mismo.
No es bueno vivir apegado al impulso de destruirse o tolerar que vejaciones de terceros pongan en entredicho la propia importancia que como protagonistas de nuestra vida tenemos. Y cuando hablo de protagonizar, pienso necesariamente no sólo en la posibilidad de decidir, sino además de cambiar con flexibilidad y absoluta justicia amorosa no sólo lo que vivimos, sino el modo como elegimos lo que decidimos.
Porque el valor de decidir no debe estar siquiera condicionado por las opciones a elegir, es además vital que las opciones entre las que se decide sean genuinamente resultado de ajustar los acuerdos de lo que vivimos entre y las ganas propias de autoafirmarnos y las posibilidades realmente existentes. Más claro: verse decidir entre opciones que no nos conforman o satisfacen, es un camino seguro a una existencia carente de sentido.
Si en algo se diferencia el juego de la vida, es que en la vida cuando existe un firme compromiso personal por cumplimentar lo que nos es significativo, poco importa si se decide o no jugar con la mano que toca al descubierto, tanto como si descubriendo que no nos gustan las cartas que han tocado, jugamos mal las que tenemos o ni siquiera las jugamos.
Lo que sí es un hecho, es que en la vida como en el juego, conseguir las cartas necesarias para ganar también es parte de la corrida. Pero a diferencia del juego, en la vida el más grande peligro no es dejar al descubierto la mano que nos toca o siquiera anunciar la que quisiéramos tener, sino jugar sin razones propias para hacerlo, o porque pensamos que jugar reportará algún beneficio cifrado no en lo que se pueda ganar de la partida, sino en el acto mismo de jugar, cual si lo hiciéramos no por convencimiento, sino por aceptación.
Para quien mal juega o vive por aprobación, la ganancia rara vez está en salir airoso de la corrida o siquiera en jugar, sino el algo tan etéreo e incierto como la voluble aceptación de quienes estando o no su propia partida, terminan coincidiendo, ya porque tienen un mismo crupier o simplemente porque comparten circunstancias en sus desventuras o motivaciones.
Si vas a jugar, que sea con un motivo propio; y si teniendo un motivo propio no tienes la fortaleza necesaria para defenderlo, quizá no estés siquiera jugando el juego que realmente quieres. En cualquier caso si así fuera lo fundamental no está en autoreprocharte, sino en tener la suficiente flexibilidad y pericia para salir a jugar el juego que realmente quieras jugar, aún si para ello es preciso terminar de jugar la partida que en este momento tienes.
Lo que es más, capaz la partida que ahora mismo tienes, –por mucho que no te guste–, puede terminar convirtiéndose en la clave para iniciar una que verdaderamente disfrutes. Pero ya sea en la partida que hoy tienes o en una nueva: ¡nunca dejes de jugar! Porque dejar de jugar equivale a estar dormido. Y no hay nada más decididamente triste que perderte del juego de la vida por permanecer soñando o renegando de lo que verdaderamente podrías vivir.
¡Juega con un carajo! ¡Juega y tira a matar! Que todo dura tan poco y siempre se termina cuando menos lo esperas. Como esperamos la mano perfecta, el juego ideal, el día especial, la ocasión propicia, mejores tiempos, momentos de ensueño o condiciones ideales, que si para dar el todo por el todo o para jugar como nunca antes jugamos. Y esperamos tanto, hasta que un día ya no sigue nada porque se han ido quienes importaban o porque no se está más, y entonces por más que se quiera ya no queda mano que jugar. ¡Juega con un carajo!
Jugar es después de todo, redescubrir siempre nuestros límites. Pero para reinventarnos, para trascenderlos, no para estancarnos. Juguemos pues.
***
Para pensarlo.
Juega todo lo que quieras, pero nunca contigo mismo.
Cuando el costo de sostener una relación, cualquiera que esta sea, –lo mismo da si se trata de una relación profesional, un vínculo de amistad, una relación de pareja, incluso una relación de parentesco–. implica terminar pasando por encima de ti mismo, o renunciando parcial o totalmente a aspectos vitales de tu propia existencia, –como sueños, anhelos y/o realizaciones–, que por su importancia comprometen tu sentido de utilidad y hasta tus propósitos de vida, ten el valor y la entereza de sostenerte para contigo mismo, porque no hay nada más triste que una existencia carente de significado por cobardía y/o complacencia; tenlo siempre muy presente: tu felicidad y estabilidad emocional, no son negociables. La dignidad propia no es una opción, es una prioridad; juega todo lo que quieras, pero nunca contigo mismo.

















.jpeg)




Comentarios