Ágora: Felicidad y crecimiento personal
- Emanuel del Toro
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Felicidad y crecimiento personal. Un comentario personal sobre la importancia de aprender a ser felices.
Por: Emanuel del Toro.
Sólo puede ser feliz, el que se decide a serlo; desde luego, decidirnos a ser felices, no evitará que tengamos días agotadores o experiencias dolorosas y/o complejas y frustraciones, o disgustos que nos pondrán al límite. Decidirnos a ser felices, significa que aunque las circunstancias nos duelan y hagan que lo cuestionemos todo, sabremos hallar –porque estamos decididos a que así sea–, el modo de encarar la vida sin pensar que exista necesariamente una meta en la que detenernos, o por la cual estancarnos; no porque se carezca de un sueño propio que cumplir y/o por el cual darlo todo, sino porque vivir significa más que hacerlo todo, sólo por auto gratificarnos personalmente.
Significa hacer para amar, dar y servir, hacer para salir al encuentro no de los iguales o de aquellos con quienes más fácil nos es estar de acuerdo, ser o convivir, sino de aquellos que más nos necesitan. Y nadie puede necesitarnos más, que aquellos que sin motivos para hacerlo, creen tener razones para enemistarse y/o llevarnos la contra. Pero no nos confundamos, hacerlo no significa tener porque salir a confrontarlos, y/o a incitar a que otros descarguen en contra tuyo su miseria, o siquiera darles la oportunidad de que nos agreden. Antes bien, conlleva no engancharse si te atacan, sea por motivos de cólera, dolor o carencias de quienes pretenden hacernos daño, es decidirnos a cortar de tajo, cualquier opción de incrementar el ofuscamiento propio y de terceros.
Significa poner la vara del auto aprendizaje personal y colectivo, tan en alto, que no haya razones para terminar respondiendo a quienes nos agreden, de un modo semejante al que ellos utilizan de diario, para descargar todo lo que llevan por dentro y no los deja estar en paz con ellos mismos, mucho menos ser felices. Amar haciendo del acto cotidiano de vivir, una experiencia de mutuo y fecundo aprendizaje. Pero será muy poco lo que del aprendizaje consigamos, si no tomamos consciencia también, de que ser felices siempre, significa aprender a cambiar constantemente, adaptándonos para afrontarlo todo de manera creativa, reinventando lo que nos inspira, para no dejar nunca de tener porqué luchar.
Ser feliz es un estado de permanente realización; la cosa no es sólo decir que seremos felices o queremos serlo, es hacer lo necesario para que así sea, y conseguirlo, no será nunca algo que dependa de lo que se tiene o no se tiene, sino de lo que se hace o se deja de hacer; Ser–Hacer, porque lo que trasciende siempre, es una realización, una potencialidad manifiesta por la voluntad. Lo que significa que para ser felices, hay que hacer una vida donde somos realmente capaces de adaptarnos a los cambios. Y ojo, si la vida cambia tanto siempre, es porque existir no es un estado finito, es ante todo un proceso permanente de transformación, de afrontar, de adecuar y ajustar, de solventar e idear, de reinventarse.
Vivir felices, plenos, con auténtica paz interior, se trata siempre de lo que hacemos, pero también de lo que dejamos de hacer, –porque no hacer determinada cosa, es también un modo de hacer algo y/o decidir–; en ese sentido, lo de dejar de hacer, implica necesariamente, pensar lo que ya ha probado no dar resultados, para no vernos repetir inútilmente veredas. Pero también, implica pensar con absoluta honestidad, qué posibles hemos dejado sin ejercer, ya lo mismo por miedo, que por desidia, falta de fe en nosotros mismos, o incluso por sentir que alguien pudiera venir a señalarnos y/o cuestionarnos lo que hacemos o intentamos; y pocas veces, o ninguna, depende de lo que acumulamos materialmente hablando.
Porque aunque para vivir con humana calma o decencia, será preciso procurar un mínimo de bienestar material que favorezca el desarrollo de todas nuestras potencialidades. En cuestión de lo que se tiene, es un hecho que hay un punto donde, como indica la Economía con su Ley del rendimiento decreciente, no por mucho que atesoremos, se estará necesariamente mejor; no de a gratis se escucha decir, que el que no sabe ser feliz con poco, tampoco lo sabrá ser con mucho. Porque lo que marca la diferencia, nunca es lo que tenemos, siempre es lo que estamos dispuestos a hacer para conseguir lo que añoramos; ahí es donde radica la cuestión con cualquier realización humana, en el llamado a la acción. Porque para ser felices, es preciso decidirse a serlo y hacer lo posible, para vivir de una sola pieza, en absoluta concordancia con lo que nos llama a la acción.
No es pues la primera vez que utilizo la presente columna para indicar la utilidad práctica de trabajar en pos del propio bienestar emocional, trascendiendo cualquier consideración que nos distraiga de ello. Porque para dejarlo en claro, no se vive mejor por lo que se tiene, sino por lo que se hace; tampoco se tiene mejores perspectivas de genuino crecimiento personal, cuando nuestras impresiones de bienestar se fincan en el disfrute perecedero de ser lo que se piensa que otros esperan que seamos. Ser felices se trata ante todo, de un trabajo interior a título personal; se trata pues, de vivir de adentro hacia afuera, total y llanamente conscientes de que nuestra paz interior no es negociable.
Si de ser felices se trata, lo único a lo que no se puede renunciar jamás, es a ser cabalmente consistentes con el compromiso de ser nosotros mismos, así como con la responsabilidad de dejar atrás, –sin olvido ni desprecio–, cualquier atadura vivencial que haya comprometido antes nuestras cualidades y/o capacidades, a través de introducir la enajenación y el encono como fundamentos referenciales de nuestro presente, recalando por ello nuestras opciones futuras de crecimiento. Decidámonos y/o comprometámonos con nosotros mismos, a ser felices. Porque será eso, o terminar aprendiendo a vivir por debajo de lo que todos merecemos.









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