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Ágora: ¿En serio se puede volver ya a clases presenciales?

  • Foto del escritor: Emanuel del Toro
    Emanuel del Toro
  • 22 mar 2021
  • 4 Min. de lectura

Por: Emanuel del Toro

¿En serio se puede volver ya a clases presenciales?



Hace días se viene públicamente discutiendo la idoneidad de devolver a los estudiantes a clases presenciales, lo que de ocurrir se daría en abril del presente año, justo al terminar el periodo vacacional de la llamada Semana Mayor. De todo se ha dicho al respecto, que si ya llevan un año en confinamiento, que si no se aprende igual, que si urge regularizar la vida de todos con las medidas consecuentes para evitar contagios, que si en casa además del costo económico de la cuestión, hay secuelas emocionales por estar tanto tiempo en aislamiento permanente.

Y aunque en todas y cada una de esas consideraciones se yergue una lógica no carente de sentido, lo mismo social que económico y emocional, lo cierto es que aún hoy, a un año de que la práctica totalidad de la población estudiantil del país fuera enviada a casa, comenzando por los más pequeños, siguiendo casi de inmediato con los niveles intermedios y superiores, lo cierto es que pese a todos los esfuerzos realizados para reducir la movilidad de personas y menguar con ello los potenciales contagios y muertes, no se tiene en términos sanitarios nada claro.


Por principio de cuentes, no se ha terminado de vacunar siquiera a la población estrictamente necesaria, (entiéndase como mínimo a la totalidad del sector salud), no digamos ya de los más vulnerables, por considerar a las personas de la tercera edad o con enfermedades crónicas, ¿y ya están presionando para que niños y jóvenes vuelvan lo antes posible a la modalidad presencial de clases? Digo, si todo el panorama de la pandemia es de la severidad que se nos insistió durante todo el año pasado, es francamente una estupidez.

Otro tanto ocurre con la movilidad de la población en general, porque con o sin medidas de distanciamiento, el problema de fondo con la pandemia –el contagio exponencial–, permanece sin haber menguado; pero claro, como ya son épocas electorales, el interés político de la totalidad de los contendientes sí que logra cambiar y/o relajar las medidas que el resto del año se justificaron en aras de la seguridad sanitaria del país, y eso a costa de una devastación económica brutal de la que aunque que se diga que ya vamos recuperándonos, (sólo porque las compañías más grandes del país y el mundo recomponen sus objetivos), sigue pesando con la misma severidad que hace meses para quienes menos tienen. Carajo que no se entiende.


Ahora bien, que si el relato oficial de un problema público mundial puede cambiar tan drásticamente por presiones electorales y/o comerciales. Lo menos por preguntarse es: ¿Por qué antes de todos los efectos económicos y sociales generados no se aplicó la misma lógica? ¿O es qué vamos a dejar que los calendarios electorales pasen, para retomar ese relato oficial, según el cual el confinamiento en casa es la piedra angular de la cuestión, en tanto no haya gobernantes por elegir? ¿Y no es manipulación? ¿Y no es el cambio de discurso por interés? ¿O no será que como desde inicio sostuve y sigo creyendo, nos han mentido y mucho al respecto?


Luego entonces cabría preguntarse, si por presiones político económicas se insiste en devolver a los estudiantes a los planteles educativos, para darle paso a una gradual regularización de nuestras vidas, ¿no sería entonces prioritario poner a nuestros niños y jóvenes entre los sectores del país que primero reciban la vacuna? Que por qué lo pienso así; que en su mayoría los niños contraigan covid-19 sin apenas síntomas, no significa que no puedan llegar a ser portadores de la misma y peor aún, que terminen sin darse cuenta, siendo fuente de difusión de la misma.


Pensar en devolver a la totalidad de la población estudiantil a los planteles lo antes posible conlleva necesariamente reactivar la movilidad de la totalidad de trabajadores que acompañan la propia labor educativa. La cosa no es sólo enviar de nueva cuenta a los estudiantes a sus respectivos planteles, pasa que la vuelta a clases presenciales pasa necesariamente por tener en cuenta al personal docente y/o administrativo y de limpieza que habitualmente integran los planteles educativos. Lo cual conlleva necesariamente que todos y cada una de las personas que volverían a actividades, por más medidas de distanciamiento social que se tomen, habrían de estar potencialmente expuestas a contagiarse.


Movilizar tal cantidad de personas, ahí donde apenas si se ha avanzado en los necesarios esfuerzos de vacunación me parece lo que sigue de imprudente. Ahora bien, al devolver a los estudiantes a clases presenciales implica necesariamente que tendremos de nuevo en la calle a cualquier cantidad de personas que sin ser estudiantes, se verán obligados a exponerse cada vez más, teniendo que salir lo mismo a llevar a los niños, que a recogerlos.


Lo dicho en otras ocasiones cuando de pensar en la pandemia se trata, no cabe duda que si algo ha hecho este estado de excepción, es que ha hecho más evidentes las asimetrías que históricamente han caracterizado este país; si no para todos son las mismas condiciones de confinamiento, es justo decir que no para todos han de ser las mismas medidas a tener en cuenta en una hipotética reactivación del sector educativo.

Y lo mismo cabe por considerar en términos de planteles, porque no es lo mismo pensar en las grandes escuelas de paga en sectores urbanos, donde los recursos de logística y organización sobran, que en pequeños colegios privados o escuelas públicas en sectores populares y/o rurales, donde no siempre se cuenta con lo necesario para operar con eficiencia. Que si ya se antoja difícil hacer funcionar bien las cosas en condiciones comunes, seguro que habrá de terminar significando una odisea en tiempos de pandemia.


Piénsese por ejemplo en las implicaciones de lidiar en un aula, con el día a día habitual de cualquier docente. Porque quien piense que la labor docente –sobre todo con los más pequeños, kínder, primaria y secundaria– se detiene en el estricto trabajo de impartir una las clases como tal, seguramente ya olvidó sus propios días de estudiante. Hay demasiadas consideraciones a tener en cuenta si realmente pretendemos evaluar la idoneidad de devolver a nuestros estudiantes a las aulas. Porque con todo y los inconvenientes que la educación a distancia puede conllevar, sigue siendo de momento el modo más razonable de hacer frente a la pandemia sin exponer a nuestros jóvenes; saque pues cada cual sus propias conclusiones, en lo que a mí respecta, no creo que sea el momento de volver a clases presenciales.



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