Ágora: ¿En serio que las remesas sean vitales para el país es un gran logro?
- Emanuel del Toro

- 6 sept 2021
- 5 Min. de lectura
Por Emanuel del Toro

¿En serio que las remesas sean vitales para el país es un gran logro?
¿En serio 480 horas de servicio social para poderme titular? ¡Uy pero que emoción! –le escuché decir con frustración a un primo la semana pasada, mientras preguntaba al teléfono en la universidad donde estudia, que qué necesitaría para titularse. Y pensé cuando le vi colgar: ¿Alguien de veras le encuentra sentido más allá de lo políticamente correcto, a exigir semejante requisito para titularse, como no sea para explotar gente laboralmente, sin siquiera remuneración; que vaya pues, no dan siquiera para los tristes camiones pero eso sí, a todo tenéis que poner cara de que si? Antes siquiera –según me ha contado gente ya muy mayor–, cosas así servían quesque para coger experiencia, además que de paso te insertaba en el mercado laboral, cuando al practicante se le veían aptitudes, incluso recibiendo por su hacer una paga simbólica: digo yo que de perdido para los chicles o los camiones, si les daban, comoquiera que se lo guste ver.
Ah, por cierto, ¿gustan un dato desagradable, de esos que a mí como Politólogo me dan bastante coraje y que por más que lo comento a veces, pocos –como se dice en la calle– me lo pescan? Pues bueno, aunque me digan que no, aquí les va uno que debería preocuparnos a casi todos, en vez de seguirle haciendo la corte a los polarizadores del debate público, sean estos de izquierda o derecha. Porque hasta eso, –como dijera alguna vez mi abuelo Luis: en ambos bandos del espectro ideológico se cuecen habas. El punto es que resulta que en comparación a lo que ocurría en 1940, hoy en día sólo el 8% de las personas en edad productiva llegaran a tener algún día un nivel de vida superior al de sus padres o al menos similar al de estos; mientras en aquella época era un hecho que un porcentaje cercano al 90% era la proporción de la población a nivel mundial, que estudiando podía con algo de paciencia ascender en la escala social.
Prácticamente cualquiera con muchas ganas de salir adelante lo lograba. Qué triste –por decir lo menos–, cuando se lo compara con lo que hoy prevalece. Traducción para efectos de nuestro presente inmediato: hoy en día, es prácticamente un hecho que hagas lo que hagas, el ascenso social es inexistente o nulo; y menos si por ahí vives una de esas sociedades perdidas en el tiempo, como la nuestra tan enamorada de sus provincialismos anacrónicos, donde para hallar trabajos decentes se hace falta ser pariente o amigo de los que contratan.
Para que no me salgan luego con esa pedorrera ideológica de la derecha mexicana, según la cual: los pobres son pobres porque quieren. Pero ni para que estresarse ¿verdad? No mientras se tenga internet y Netflix, Amazon y HBO o cualquier otra plataforma de streaming; lo siento, trasmisión de entretenimiento multimedia –he debido decir, pero otra vez ahí como no queriendo la cosa, se me cuelan por escrito los malditos anglicismos que en todos lados nos invaden.
Si acaso cayó en esta sucinta reflexión por mera equivocación, o porque el algoritmo de contactos de una red social, me hizo aparecerle en su inicio de noticias, y no quiere amargarse la vida, ni se apure. Pase de largo y siga con su vida, que así como una amplia mayoría utiliza las redes para compartir memes y/o reírse de la vida misma, habremos una muy reducida minoría que las usamos para intentar generar debates públicos que a nadie importan; destilar tus complejos de clase y tu amargura y resentimiento con la vida –decía una amiga panadera y potosina, hace unos meses finada: luces muy resentido –solía decirme, con harta frecuencia.
Mientras yo para mis adentros pensaba: ¡sí, sí, eso es! Más claro imposible; Eso que la burguesía llama resentimiento o para decirlo de un modo todavía más actualizado “chairismo”, no es más que el germen de una incipiente conciencia de clase de unos pocos amolados, que nos la quieran dorar como nos la quieran dorar, nomás no somos capaces de cerrar los ojos a una realidad por demás deshumanizada y ajustarnos a la norma y/o hegemonía de los privilegiados.
Lo sé, lo sé, vaya modo de comenzar la presente editorial. Y se podrán preguntar: Qué caso tiene rememorar semejantes datos a la luz de un disgusto compartido con mi primo, por lo que personalmente califico como la inutilidad de los servicios sociales cuando estos no sirven en muchas ocasiones para otra cosa que abusar de quienes estudian; máxime cuando nuestros mecanismos sociales de ascenso social y la obtención de trabajos bien remunerados, funcionan tan mal en este país. Muy fácil: es de todos sabido que la pobreza generalizada y la falta de trabajo son en su conjunto el principal factor de expulsión migratoria en México.
¿Que a qué viene todo esto? Pues verá, esta semana, si algo fue objeto de polémica, ha sido la presunción del Presidente, como si de un gran logro de gobierno se tratara, –a la luz de su tercer informe de gobierno–, de que las remesas provenientes de los Estados Unidos han alcanzado un máximo histórico, ubicándose en torno a los 4 mil 540 millones de dólares, impulsadas a groso modo por estímulos fiscales del gobierno norteamericano y el fuerte crecimiento de la propia economía de los Estados Unidos.
¿Qué cosas no? Mejor en otros lados se crean condiciones para incentivar a la economía teniendo en cuenta las complicaciones que se han desatado con motivo de la pandemia –de la que nomás no terminamos de salir–, mientras aquí lo único que se sabe es cobrar, cobrar y más cobrar. Y bueno como era de esperarse eso terminaría desatando todo tipo de reacciones en contra, principalmente encabezadas por la oposición al gobierno de turno, que no pierde nunca la ocasión de hacer escarnio de las declaraciones contradictorias y/o polémicas del Presidente. En parte porque no tiene de otra, menos cuando su máxima figura rumbo a 2024, Ricardo Anaya, se halla ahora tan soterrada y desprestigiada.
Es chocante decirlo, pero mucho me temo –porque hasta parece hecho de adrede o que a uno le diera gusto que nos vaya mal–, que la en esta ocasión las críticas de la oposición sí que están por demás justificadas: enorgullecerse por el nivel de las remesas no es algo como que muy positivo. Y es que si bien es cierto que en mayo de 2021, las remesas impusieron un máximo histórico, que representó un aumento de 31% respecto a lo ingresado en el mismo mes de 2020. Es importante subrayar que las remesas que entran al país son independientes del gobierno. Es decir, para decirlo claramente: no tienen nada que ver con las autoridades si sube o baja la cantidad que ingresan, sino que se trata en su totalidad de los recursos que envían los mexicanos que viven fuera.
Ahora bien, a reserva de investigar mejor el tema, me pregunto si, el aumento en las remesas se relacionarán al menos de manera indirecta con los apoyos y/o estímulos que el gobierno americano diera en su momento a muchos de los habitantes de aquel país con motivo de la pandemia; evidentemente, como ya había dicho líneas arriba: la respuesta corta, es que sí. Que todo esto de las remesas repuntando y beneficiándonos es por lo que los gringos han estado haciendo, y para nada por algo hecho por el gobierno mexicano en turno, porque hasta eso es de reconocerse que ahí sí muchas veces agarraron parejo, incluso otorgando recursos y beneficios a indocumentados. En fin, a seguir investigando, porque así allá es que deberían llevarnos las polémicas de coyuntura: a investigar por cuenta propia y documentarnos, para que nadie venga a hacernos el trabajo propio. Pero vamos: ¿En serio que las remesas sean vitales para el país es un gran logro?

















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