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Ágora: El exceso de pasado sin resolver siempre malogra el presente


El exceso de pasado sin resolver siempre malogra el presente.

 

Por: Emanuel del Toro.

 

Te das cuenta que una grieta en tu tranquilidad se instala y se arraiga hasta niveles insospechados, cuando pese a racionalizar lo mejor posible el sin fin de temas que una herida emocional si sanar es capaz de removerte, terminas por reconocer que nunca serás capaz de ignorar las obvias implicaciones que esa grieta conjuga.

 

Aceptas entonces que la brecha abierta con esa grieta, no se cerrará nunca y te decides –por indigesto que lo sientas–, a preparar lo mejor posible, una salida de escena que te permita conseguir más y mejores aprendizajes de los que te fue posible hasta darte cuenta de la herida de muerte que por dentro cargas; no sólo existe; sino que no tiene cura. Ni razón que te valga para creer que cualquier cosa que te digan al respecto, no sea más que un ardid para intentar tranquilizarte.

 

Recibir más realidad de la que eres capaz de procesar, por conocer el pasado afectivo de aquella persona que hoy te importa, es un revulsivo del que no siempre se sale bien librado. Cuando lo entiendes, comprendes a un mismo tiempo, porqué es que se aconseja extrema cautela, respecto al nivel de profundidad con el que deseas conocer el pasado de una persona, por mucho más si se trata de alguien con quien puedes llegar a tener las emociones involucradas.

 

Por lo que a mí respecta, la diferencia está, en que ahora entiendo mucho mejor el dolor mismo que me habita por dentro, como que tampoco quiero, ni estoy dispuesto a pagar el precio que conlleva hacer caso omiso de la grieta que me habita si sobrepienso mi propio pasado o el de alguien que me importe hoy. No pretendo tampoco encariñarme obstinadamente con la pus que por las heridas pasadas me sulfura. El punto es que no siempre es tan bueno terminar de darse por enterado de cosas que por más que sospeches, es mucho más sano no enterarse nunca.

 

Porque una vez que consigues probarlas, cuanto más sabes al respecto, mejor entiendes la profundidad con la que trastocan aspectos fundamentales de tus propios referentes. Al tiempo que comprendes también, –muy a tu pesar–, la profundidad con la que subyacen los lazos del pasado en la vida presente de aquella persona, que por mucho que te signifique, –y diga que te quiere o le importas–, tiene altas probabilidades de no saber cómo corresponderte genuinamente. Porque al final es un hecho que, –lo diga o no–, siempre habrá de tener un lazo mucho más estrecho con su pasado, del que sea posible establecer con vos.

 

Poco importará en tales circunstancias, que la persona que te habla de su pasado, intente convencerte de que ya está del todo reconciliada, no sólo con lo que fue, sino también con lo que no pudo ser, o se quedó por las más diversas razones como una historia que no llegó aparentemente a ningún lado.

 

Al final, siempre serán mucho más reveladoras sus palabras indirectas al respecto, que los enunciados hechos de modo consciente. Lo que invariablemente termina trastocando sí o sí un aquí y ahora, que no termina de asentarse como se quisiera. Porque si algo del pasado importa tanto para el presente, como para tenerlo por fuerza que decir, –aun a sabiendas de los efectos que podrá generar en tu interlocutor–, está más que clara la profundidad con la que dicha realidad prevalece en la psiquis de quien la comunica.

 

Cargar sin resolver mucho más pasado del deseable, al punto de terminar haciéndolo pervivir en tu presente, así lo hagas de modo inconsciente, tiene el potencial destructivo de contribuir a autosabotear tus chances presentes de ser feliz. Si lo que hoy tienes de frente realmente importa con la fuerza que crees que te importa conscientemente, ¿qué sentido tiene contaminar tu aquí y ahora, con más pasado del necesario? Cuida con suma cautela de revolver tu pasado con tu presente, así sea en forma de relatoría. No sea que por no saber hacerlo, termines lastimando irremediablemente lo que hoy pretendes vivir.

 

Porque una vez que entre mezclas lo que fue, con lo que hoy es, o podría llegar a ser, ninguno de los dos tiempos termina por salir bien librado. Ni lo hace a título personal, ni mucho menos frente a la persona con la que potencialmente pretendes vincularte en el presente. Si el pasado se llama pasado, es porque justamente ya ha pasado, y no tiene porque pervivir en el presente, así sea en modo de recuerdos o relatos por los que dolerse, sentirse nostálgico o incluso culpable.

 

Sentir que se tiene con el pasado un adeudo pendiente, y creer peor, que semejante adeudo –sea real o imaginario–, se tiene por fuerza que pagar con el presente mismo, para entonces si sentir que se puede tener todo bajo control. Es un síntoma inequívoco de que no sabemos cómo cerrar los ciclos pasados sin generar por ello consecuencias innecesarias en nuestro presente.

 

Porque una cosa es que la persona que hoy te cautiva o te interesa afectivamente hablando, pueda no tener tanto temple o estómago para soportar mucha más realidad de la conveniente, pero insistir en por tu propia tranquilidad la persona de tu presente tenga por fuerza que revivir de modo indirecto lo que vos mismos se supone que ya superaste, es sólo una invitación al desastre presente. No, no tiene sentido entremezclar el pasado con el presente.

 

Si para estar firmemente anclado en el aquí y ahora, te es preciso lastimar a otro, con una honestidad brutal, que en vez de propiciar un sano mutuo comienzo, termine por sembrar todo tipo de inseguridades en la persona que se supone hoy forma parte de tu presente, Está claro que no has sanado del todo las heridas que alguna vez te hicieron malograr tus relaciones afectivas pasadas, y es de hecho, altamente probable que termines saboteando tus opciones presentes de ser feliz. Lo que por extraño que pueda parecer, ocurre más frecuentemente de lo que se pensaría. Cosa que tiene de hecho, muy amplias implicaciones, no sólo sobre la regularidad de nuestra vida afectiva, sino también sobre la totalidad de nuestras vidas, y que ocurre la más de las veces, de modo involuntario o inconsciente.

 

Desde luego como siempre digo de este y otros temas del estilo, cada cual tendrá sus propias consideraciones y sabrá, por qué es que piensa como piensa; lo que si resulta insoslayable si verdaderamente importa la calidad de nuestras relaciones afectivas, es preguntarnos todos y cada uno, qué es lo que pensamos al respecto, y mejor aún si somos capaces de establecer mutuamente referentes sanos que no comprometan aspectos cruciales de nuestras vidas. Porque será eso, o seguir viendo que aunque no se quiera vivirlo de ese modo, terminemos haciendo del amor y/o las relaciones de pareja un calvario muy por debajo de lo que todos verdaderamente merecemos

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