Ágora: Doble moral y escarnio público
- Emanuel del Toro
- 28 jul
- 6 Min. de lectura

Doble moral y escarnio público. Un comentario personal en torno a la vida de Roberto Gómez Bolaños.
Por: Emanuel del Toro.
No sé siquiera por qué es que hago este comentario, porque para empezar, siempre he considerado un tanto improductivo la idea de hablar de la vida de terceros. Sin embargo, al margen de semejante consideración, confieso que me disgusta sobremanera lo rápido y/o fácil que una sociedad genera juicios sumarios y/o escarnio sobre la conducta de otros; ya lo mismo para exaltarle, que para destrozarle. Cosa que ocurre la más de las veces, pasando por alto todo tipo de circunstancias y/o simplificándolas en exceso, al punto de terminar ajustando la realidad al nivel de consciencia que cada cual tiene, como si se creyera posible establecer un paralelismo entre nuestras propias circunstancias y las de otros.
Una posición de pensamiento, que sólo revela una severa incomprensión respecto a; primero, cómo funciona la mente; y segundo, cómo es que nuestras percepciones terminan por incidir en la calidad de nuestras decisiones. Que vamos, no todo en términos de comportamiento humano se reduce a cuestiones tales como la educación, la cultura y/o la calidad material de vida. Si algo pone en perspectiva el estudio de la Psicología, es que lo que se percibe no necesariamente tiene porque ser cierto para pesar sobre la realidad de lo que vivimos o nos permitimos.
Al respecto, quiero comenzar por aclarar que para mí la figura de Florinda Meza, está muy lejos de ser lo que se dice “santo de mi devoción”, la señora en cuestión, me pareció siempre un tanto altiva y/o arrogante e intrigosa, además de perversa o alevosa, por lo conflictiva que siempre fue con todos aquellos que tuvo oportunidad de trabajar. Ni que decir lo desagradable que siempre encontré su actitud para con el propio Roberto Gómez Bolaños, sobre todo en sus últimos años de vida, en los que no había prácticamente ningún aspecto en la vida del mismo, que no pasara por el parecer de dicha mujer. Al punto de que este parecía más un apéndice de la señora, que un tipo capaz de tomar sus propias decisiones, o de siquiera responder por sí mismo una entrevista.
Que vamos, está claro que al quedarse con Florinda Meza, dejando atrás a su primera mujer y todo lo que había sido su vida hasta alcanzar la fama, el señor Gómez Bolaños, terminó pagando con creces las consecuencias de una vida llena de malas decisiones; o como se dice en la calle: perdió lo más por lo menos. Por mucho más si se lo piensa en términos personales para con el contenido de su vida familiar. Aunque no está de más decir, que su elección de pareja también impactó severamente su carrera profesional, sobre todo en sus últimos años.
Lo cual me sirve para recalcar lo fundamental que la elección de una pareja resulta en todos los aspectos de nuestra vida. Para decirlo claramente: una mala o buena elección de pareja, puede encumbrarnos o destruirnos, según sea el caso. Porque una pareja, lo mismo puede impulsarnos, que detenernos o apagarnos. Pero nunca se quedará al margen de condicionar nuestras vidas, tanto para bien, como para mal. La elección de una pareja incide en todos y cada uno de los planos de la vida, desde el anímico personal, pasando por el romántico afectivo, ni que decir del laboral o profesional, como del social.
Porque una pareja condiciona no sólo nuestra vida o la visión que tenemos de ella, sino incluso la percepción que una sociedad tiene de nosotros, o las perspectivas reales de desarrollo que cualquiera pueda tener, porque una cosa es saber lo que se quiere y enfocarse a por ello; y otra muy distinta, que pese a tener una idea clara de nuestro propósito en la vida, no consigamos absolutamente porque la persona con la que decidimos estar es un saboteador serial de las posibilidades de ambos por salir adelante. Así de fundamental y/o impactante resulta la elección de una pareja, lo trastoca absolutamente todo.
De ahí lo desaconsejable y/o poco productivo que resulta establecer una pareja por simple polaridad sexual o atractivo físico. Y no nos engañemos, está claro que tiene que haber un mínimo de química y/o mutua atracción para que una pareja verdaderamente funcione, pero pretender que una pareja se sostenga indefinidamente sobre la chispa que se desencadeno al conocerse, es una auténtica locura que no resiste la extraordinaria complejidad que una vida en pareja significa o conjuga. No existe pasión capaz de resistir el peso de una vida que todo lo pone continuamente de cabeza.
Porque la vida es por sobre encima de cualquier cosa, un permanente estado de emergencia que nos reta de continuo, a desafiar nuestros referentes y/o nuestros propósitos e intenciones. Luego entonces, pretender que una pareja se sostenga a largo plazo, sólo por simple atracción física o sexual, es no tener ni la más mínima idea de lo que vivir en pareja verdaderamente significa. Sin embargo, con más frecuencia de lo deseable, eso es justamente lo que la mayoría hace, unirse por simple calentura o atracción física; de ahí que la sabiduría popular diga que cuando alguien se encula, pierde literalmente la cabeza; o como dijeran las abuelas más antes: jalan más un par de tetas, que una yunta de bueyes.
Pongo en perspectiva todo lo anterior, para exponer lo hipócrita y/o doble moral que me resulta la persistente hostilidad que la actriz ha estado recibiendo, desde que la vida del que fuera su pareja más conocida, fuera llevada a la pantalla en forma de serie biográfica. Para empezar, habría que decir que la visión que se retrata en “Chespirito: Sin querer queriendo”, no es la de Gómez Bolaños, o siquiera la de su primera mujer, sino la que los propios hijos de ambos recuerdan. Ya por ahí, la cosa debería ser tomada con pinzas. Y no me malentiendan con lo que digo, en términos personales, nunca podré justificar o convalidar el abandonar toda una familia y una vida hecha, sólo para dar rienda suelta al disfrute personal. Peor aún si se lo hace bajo el ardid del rehacer la vida o el derecho a ser felices.
Porque aunque no hay nada intrínsecamente malo en la pretensión de tener una vida amorosa plenamente satisfactoria, la idea de hacerlo sin el más mínimo respeto por el entorno familiar original, me resulta francamente cobarde y/o poco o nada honorable; si el tema es que las cosas no dan más con la pareja original, lo consecuente es dar por finalizada la relación, antes de siquiera plantearse la posibilidad de algo más. Sin embargo, me parece un tanto hipócrita y/o sesgado que ahora que la serie biográfica sobre la vida de Gómez Bolaños ha vuelto a remover polémicas que llevan décadas siendo la comidilla de propios y extraños, el peso de la hostilidad pública pese en su gran mayoría sólo sobre la pareja del finado Gómez Bolaños. Cual si pretendiera desconocer o pasar por alto que en toda historia de infidelidad y/o deslealtad o crisis matrimonial, la cosa es de dos.
Repito, en una infidelidad, la cosa es de dos por igual; porque lo fácil, lo que hace la gran mayoría es conformarse con señalar a Florinda Meza como una “rompe hogares” y/o como única responsable de un escenario en el que mucho tuvo que ver de manera decidida, lo que el propio Gómez Bolaños eligió, aún a sabiendas de dolor que su cobardía personal causaba; ¿o qué, me van a decir que el propio Chespirito no pudo haber hecho las cosas muy distinto, sin necesidad de jugar dobles juegos con la mayoría no sólo de su entorno profesional y/o social, sino también y fundamentalmente familiar?
¿En serio era necesario llevar al extremo las tensiones de su círculo de colaboradores, sólo por darse el gusto de conseguir el favor de la que terminaría siendo su última pareja? Francamente lo dudo, aunque tampoco es menos cierto que no me sorprende en lo absoluto cómo es que Gómez Bolaños decidió hacerlo todo, después de todo, la historia de este hombre es un reflejo muy consistente de la sociedad a la que pertenece. Una sociedad por demás espantadiza y doble moral, que no a todos mide con la misma vara.
Para decirlo con todas sus letras, la señora Florinda Meza sin duda que tuvo una vida por demás tormentosa en el terreno amoroso; una vida innecesariamente enredada, que fuera o no consciente, sin duda que terminó pasándole factura sobre sus sueños personales más anhelados, mismos que no llegó a cumplir. Pere pretender lavarle cara a Gómez Bolaños de manera por demás forzada, en una serie que sólo romantiza su vida, al tiempo que retrata a otros de forma severamente distorsionada, habla más de nosotros como sociedad, que de los propios errores que Gómez Bolaños y sus contemporáneos pudieron tener. Por último diría que mientras temas parecidos como las relaciones de pareja, la infidelidad y/o las crisis matrimoniales o los roles género, sigan siendo tratados como objeto de una disputa entre los sexos, para establecer quién es quién puede o no más, difícilmente veremos que los mismos se toquen repartiendo responsabilidades por igual.
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