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Ágora: ¿Cuál debate en vida pública?

  • Foto del escritor: Emanuel del Toro
    Emanuel del Toro
  • 2 nov 2020
  • 5 Min. de lectura

¿Cuál debate en vida pública?


Resulta curioso como para ser de tantos valores y principios morales, buena parte de la derecha hable tan mal de quienes no piensan como ellos. De todo nos dicen, que si chairos, solovinos, o rojillos. ¿Cuánta miseria puede haber en sus cabezas o conciencias que para reírse de la vida o afirmar sus creencias necesitan insultar? Digo, no es que me importen mucho los motes, porque como ya he dicho en varias oportunidades, cada que intentan insultarme diciéndome chairo o rojillo, en vez de pena me da orgullo.


Pero no puedo dejar de observar la severa incongruencia en la que incurren aquellos que utilizando dichos motes, además se dicen muy de valores, principios y/o cristiana moral, para aludir que se está por encima del resto, como hace buena parte de la derecha más retrógrada y/o conservadora. Esa que muy orgullosa se siente de auto afirmarse a partir de su identificación como devotos y/o depositarios de principios que supuestamente los sitúan por encima del común de la gente por su integridad y rectitud.


Yo podré no estar de acuerdo con las infamias cometidas en nuestro país los últimos 40 años, durante el periodo neoliberal, ni que decir con sus consecuencias. Lo que es más, lo he dicho hasta el cansancio desde siempre, soy francamente escéptico del alcance que consiga la actual administración, no sólo porque sé que es humanamente imposible romper en un solo periodo federal, inercias arraigadas por generaciones, sino porque además sigo creyendo que nos salen debiendo a todos, con aquello de haber terminado incluyendo en posiciones claves del Estado, a personas que encarnan todo aquello por lo que alguna vez se dijo luchar para erradicar excesos y malas prácticas de gobierno.


Algo por demás decepcionante y francamente molesto, que los defensores más ultras del gobierno de la 4T siguen sin poder reconocer públicamente, sin por ello sentir que estuvieran restando a sus anhelos de cambio, en vez de sumando. Como si para conseguir lo que se busca, fuera necesario y/o justificable incurrir en algunas contradicciones que garanticen que la mayor parte de lo que se quiere si se cumpla, aún si ello implica hacerse de la vista gorda con cosas que son decididamente insostenibles.


Ahora bien, el hecho de que yo esté en contra de lo visto los 40 años anteriores al actual periodo federal, por la severidad con la que se ha afectado la calidad de vida de la gran mayoría en este país, no me hace terminar adjudicándole a sus exponentes presidenciales más sinvergüenzas, por todo lo que robaron o mal hicieron, todo tipo de motes y adjetivos despectivos para referirlos, por mucho que algunos que también discrepan con este periodo, si lo han hecho. ¿A qué voy entonces con todo lo hasta aquí expuesto?


Si lo que genuinamente nos importa a los que de continuo hablamos de política, es la calidad de nuestra vida pública, no veo porqué seguir rebajando el nivel de la discusión hasta excesos inenarrables. Si se me va responder que se dan esos motes y/o peores, sencillamente porque otros les han puesto semejantes a aquellos con los que sí están de acuerdo, o porque se nos juzga faltos de juicio, necios, aferrados o descerebrados, entonces no veo en qué se supone que son superiores a todos aquellos de los que tanto se admiran.


Quizá porque no es mi estilo, como por mi formación y hasta porque muchos entre quienes hablan de política en esta ciudad se conocen entre sí, y gustan de llevarse pesado, que ya es hasta costumbre tirarse entre todos para sentirse todos bien cabrones, pero me pregunto si existirá alguna manera de sacarle provecho a tener tan amplia gama de posiciones políticas e ideológicas en un país siempre tan mal administrado; para concentrarnos más en los argumentos de aquellos con quienes discutimos, que en las diferencias cuasi personales que se puedan tener, y que terminan perdiendo el gusto por de veras debatir.


Más claro: ¿En serio cuando armamos grupos de debate político para discutir la calidad de la vida pública local o nacional, lo hacemos buscando definir algo para luego organizarnos y sacarle raja a la pluralidad para el bien de todos o al menos de la mayoría, o nomás lo hacemos para tirarnos unos a otros, cayendo en descalificaciones personales como si nos sobrara tiempo y/o vida? Yo no soy partidario de ningún ultrísmo, sea de un polo o de otro, porque solicitarme que me corra a un lado o al otro, significa necesariamente que pierda libertad de pensamiento e incluso de autocrítica; y porque además, buenos datos y/o razones los hay tanto de izquierda, como de derecha.


Pero nunca veo que termine de cuajar la cosa, porque al último casi siempre se pierde la definición de conseguir algo que no sea el encono y/o la anulación de unos sobre otros. En este país cuando discutimos política, somos como una selección nacional que toca el balón por toda la cancha, pero que nunca mete gol. Porque nos la pasamos peleando o viendo pelear a otros, por definir quién va meter la pelota a la portería, o quién se supone que le pega mejor al balón. ¿Lo más patético? Al final nadie gana y el sistema bien gracias, porque aunque se le modifique un poco, más tardarán unos en quererle enmendar una cosa, que los otros en regresar todo a como estaban antes de siquiera intentar cambiarlas.


El problema no es que un Presidente polarice la opinión pública, y menos por decir las cosas como en realidad son; como dice la derecha que hace Obrador. No, el problema, es que por fin llegó al poder un tipo que con todo y que es la cabeza de la Administración Pública Federal, y que él mismo no está personalmente libre de contradicciones, no deja de reconocer que el orden al que llegó a regir, no puede ser ni de lejos el mismo que deje cuando se vaya. Y no lo puede ser, porque es un orden que ya ha dejado un saldo humano brutalmente vergonzante: Un sistema que para funcionar deja a más de la mitad de su sociedad viviendo por debajo de lo humanamente aceptable, no puede ser un sistema que de veras funcione.


Si, evidentemente que esto terminará por traer las más más variopintas reacciones sociales y/o consecuencias legales y económicas. Lo que es más, algunas serán tan desastrosas y calamitosas para lo poco bueno que se consiguió en pasadas administraciones, y hasta para algunos de los que estaban deseando que hubiera cambios. Igual que ocurre con el problema de un adicto, que habrá momentos donde se dudará con tal ahínco de las decisiones tomadas, que incluso exista la tentación de regresar al orden previo.


Ah y no, sólo porque hubo quienes sortearon en otro momento numerosas vicisitudes, hasta el punto de verse cumplir sus expectativas de vida, no significa que antes estuviera todo bien, o que las condiciones hayan estado medianamente distribuidas con equilibrio. Más claro: No porque a ti o los tuyos les fue bien, significa que las cosas realmente funcionaran bajo un orden neoliberal. Que si, que todos los sistemas económicos tienen lo suyo y que ninguno será todo lo justo que se quiera, de acuerdo. Pero vivir en una sociedad donde ni echándole muchas ganas sales adelante, o donde no importa que seas un mediocre, si tienes dinero sobresales, es francamente una mierda.


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