Ágora: ¿Alianzas a como dé lugar? Política local vs Política nacional
- Emanuel del Toro

- 23 nov 2020
- 6 Min. de lectura
Por: Emanuel del Toro
¿Alianzas a como dé lugar? Política local vs Política nacional.
El consuelo de una política local acostumbrada a no tener roces con el centro, es la idea de mirarse desde la óptica del excepcionalismo. Como si lo que ocurriera a su interior no tuviera resonancia sobre lo nacional, o como si el propio centro no tuviera su propia lógica e intereses. Hacía mucho que la lucha por la gubernatura en San Luis Potosí no tomaba los tintes de la presente contienda, en donde una variopinta pugna de intereses político partidistas –y hasta empresariales–, ha tenido que establecer acuerdos entre sí, para presentar a la gubernatura un candidato competitivo, y asegurar de paso la regularidad conocida; acuerdos que por supuesto, no terminan de conformar a sus respectivas militancias, pero de las cuales sus cúpulas parecen dispuestas a desentenderse o ignorar.
Esta avalancha aglutinadora de las voluntades más disímiles en un bando de corte conservador –representado por PRI, PAN, PRD y Conciencia Popular– habrá de terminar midiendo fuerzas contra Morena, que en un principio había tanteado la posibilidad de hacer mancuerna con el PT y PVEM, en un frente de pretensiones disruptivas. Tentativa que si bien se había anunciado con bombo y platillo tanto por las dirigencias nacionales, como por las locales de Morena desde hacía meses, terminaría siendo desechada la noche del martes 17 de noviembre, a sólo un par de días para que se cumplieran los plazos para ratificar la formación de alianzas frente al CEEPAC, ante la oposición de su base militante local.
Base que contradiciendo las directrices venidas del propio Comité Nacional, se opuso a una coalición por la mala imagen que gozan los Gallardo, quienes controlan al partido verde en la localidad, por sus conexiones no esclarecidas con el crimen organizado, como por las numerosas irregularidades, –todas ampliamente documentadas–, en las que han incurrido durante sus años como gobierno municipal tanto de Soledad de Graciano Sánchez, como en la propia capital de San Luis Potosí. En cualquier modo, aún si la coalición de Morena terminaría siendo desechada, cabe advertir que tal búsqueda por establecer alianzas a como dé lugar, aún si las mismas terminan por amalgamar posiciones partidistas tan ideológicamente disímiles, puede ser sólo entendida en marco de la conflictiva relación entre el gobierno federal y los distintos grupos de interés que conviven en la arena política local de absolutamente toda la geografía nacional, porque lo mismo que hoy ocurre en San Luis Potosí, ha sucedido de continuo en todas las localidades del país desde siempre.
Ahí está el origen de nuestros más grandes traumas nacionales, como la pérdida de más de la mitad del territorio nacional por Estados Unidos, o la invasión de potencias extranjeras durante el siglo XIX, incluso los contrastes tan marcados entre el grado de desarrollo económico existente entre todas las localidades del país y la contratación de deuda pública exorbitante con el exterior para potenciar su desarrollo y atenuar las diferencias, son problemas que se hallan todos, ligados a la inestable relación que toda la vida han tenido las elites y gobiernos locales, con las élites nacionales y el propio gobierno federal.
La gran realidad es que hacía muchas décadas que los intereses del gobierno federal en turno, no se mostraban tan discordes o problemáticos para los grupos que ostentan la hegemonía local. No es que vayan todos a un mismo puerto o que hayan subido en un mismo punto, pero si es un hecho que van bajo una misma lógica. La de una localidad, y lo digo así, como localidad, más que un grupo de interés sea este o no conservador, porque las diferencias que subyacen entre sí, son tan amplias como la noche de los tiempos. Se trata más de una localidad agazapada, que no sabe qué esperar de las elecciones de 2021, o que mejor dicho, se pensó siempre desde la óptica del excepcionalismo. Confiando por la cortedad de miras, en que los intereses del centro del país, podrían previo acuerdo, empatarse con la inercia local sin el menor contratiempo. No ha sido así.
Hay en estricto sentido tres temas por poner sobre la mesa en esta cuestión y que por razones de espacio no puedo ponerme a discutir en el limitado espacio de un comentario de opinión, pero que no quiero pasar cuando menos de enunciar claramente; primero, la relación gobierno federal-localidad; segundo, la posibilidad de un cambio de la hegemonía local; y tercero, las consecuencias que dicho cambio puede representar sobre la política habitual, porque implicaría un cambio no sólo en los modos de hacer las cosas, sino también un cambio en los principales actores políticos de la localidad; que sin embargo pocos son los que se preguntan seriamente cómo estos problemas pesan en el actual escenario.
Algo que resulta poco menos que llamativo, porque la mayoría de los análisis políticos de la cuestión, se han centrado en cálculos coyunturalistas, plagados de un pragmatismo político muy pobre o insuficiente para entender lo que realmente está ocurriendo. Asimismo habría que decir que resulta extraño que fuera hasta el último momento posible, que en el propio Morena de la localidad, se diera cuenta, casi casi que a regañadientes, porque no le quedó de otra a las dirigencias del partido, que los Gallardo son lo que son para toda la ciudadanía –sea esta de talante conservador o progresista–, cuando su negro historial ha sido más que documentado en forma persistente, desde hace años; y que encima mandaran desde la Ciudad de México a la desesperada, pasando por encima de la dignidad y la inteligencia del propio pueblo potosino, a cualquier cantidad de actores para conseguir que se dijera que sí a una alianza con el Verde, como fuera.
¿Lo menos por decir? No era posible pensar que la dirigencia nacional mostrara tal necedad en contra de toda lógica por lo que el propio Morena representa con sus pretensiones disruptivas de establecer un nuevo modo de pensar y hacer la política, cuando hasta el propio Presidente López Obrador ha reconocido entre líneas, la naturaleza delictiva de esa quimera llamada la gallardía, cartel político con pretensiones caciquiles, al que se le ha sostenido con alfileres durante años, por todo tipo de posiciones tanto locales como nacionales, en la creencia de que se les pudiera necesitar en un futuro próximo.
Por eso y no otra razón, es que pese a que todos los reconocen como lo que son, delincuentes, el sistema no los ha terminado de tocar, ni parece que lo vaya hacer en el futuro cercano. De ahí que los políticos del centro del país, el propio Mario Delgado incluido, como presidente nacional de Morena, han lo que se dice, “nadado de muertito” durante meses, en su afán por desconocer la animadversión que existe en San Luis Potosí por los Gallardo, en la creencia de que el fin justifica los medios, y que con tal de ganar era posible terminar traicionando los principios, al final la base de morena terminaría imponiéndose.
Para cerrar esta reflexión cabría preguntarnos: ¿Qué importancia ha tenido finalmente todo esto para los implicados? Desde que Manuel Velasco Coello concluyó su sexenio en Chiapas, el PVEM carece de gobernadores. Lo que juega un papel estratégico en términos de acceso a recursos públicos; como se dice vulgarmente: al Verde le urge una “caja chica”, no tan chica, mientras que a Gallardo le urge nuevas posiciones en los circuitos de poder para seguirse allegando de recursos, como para garantizarse la impunidad de la que hasta ahora han gozado, pese a tener numerosas cuentas pendientes con la justicia por sus manejos irregulares del erario, así como por sus nexos con el crimen organizado; los cuales no han sido objeto de numerosos señalamientos públicos.
El quién va quedar en 2021 y por qué, me lo reservo para futuros análisis. Pero lo que sí puedo anticipar sin temor a equivocarme, es que, no importa quien gane en 2021 la gubernatura en San Luis Potosí, es un hecho que las cosas no van a mejorar quede quien quede, así sea que ganara Morena, porque para eso tendría que conseguirse un pacto entre las élites locales y las élites nacionales, algo cuya posibilidad se rompió durante el sexenio peñanietista; ahí tenemos por ejemplo el asesinato de Aurelio Gancedo, que obedece a la misma discrepancia entre élites nacionales con élites locales. Vaya pues, el propio navismo tan exaltado en los libros de historia como pieza clave de la democratización política del país, es parte de esa relación conflictiva, incluso el santismo o cualquier otra corriente política localista se suscribe en dicha lógica. De hecho todo lo que ha pasado en nuestra historia local ha estado signado por esta relación de amor odio entre lo federal y lo local.



















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