Ágora: ¡Adiós Mijis!
- Emanuel del Toro

- 7 mar 2022
- 5 Min. de lectura
Por Emanuel del Toro.

¡Adiós Mijis! Siempre he tenido la idea de que toda la exaltación pública que rodea a una persona cuando no está más o se presume que murió, no es más que un mecanismo de defensa colectivo con el que todos nos consolamos ante la incertidumbre de nuestro paso por la vida. Como si nos dijéramos, –más por miedo e incomodidad ante la idea de no saber cuándo nos iremos, que por convencimiento–, que si la muerte nos sorprende antes de tiempo o sin haber cumplido lo que siempre hemos anhelado, al menos quedará entre quienes nos sobrevivan el compromiso público de celebrar nuestras virtudes y en cambio suavizar u olvidar nuestras carencias y contradicciones; al tiempo que quienes sobreviven expían sus diferencias con el ausente, mediante la exaltación de todo aquello que en vida nunca tuvieron el valor de reconocerle o contribuir para que en efecto se hiciera realidad o mejorara. A mí cuando me vaya no me deformen más de lo que merezco, y si van a jugar a exaltarme, ignorando públicamente mis carencias o contradicciones, –aunque en lo privado puedan estar de acuerdo que las tengo por miles, como todo el mundo–, mejor háganme el humano favor de jugar hoy el papel de intermediarios en la superación de las mismas; estoy seguro que en el encuentro de la vida, yo también podré contribuir, si así lo consideran oportuno, a que algo de lo poco que me creo capaz de hacer, contribuya a su propio crecimiento. En vida, lo poco o lo mucho en lo que puedan hacer por todos, ¡con un carajo, en vida! Pedro Cesar Carrizales, “El Mijis”, tuvo su oportunidad y no supo qué hacer con ella, lo cual es una pena, porque aun si no fue su intención, las circunstancias se lo comieron; la verdad es que siempre funcionó mejor como activista, que como diputado. Además demostró también lo fácil que el sistema aliena incluso a los que toda su vida han sabido lo que es tener que arreglárselas solos para escapar de la pobreza y la exclusión. Si bien se sabe que ejemplo no fue, aunque tampoco creo que lo haya buscado ser nunca, hoy que todo parece indicar que murió, la etiqueta social dicta que se ignoren las contradicciones del personaje y en cambio se recuerde públicamente a la persona por lo que alguna vez prometió o se pensó que sería, y lo que es peor, pobre de aquel que abiertamente desafíe el protocolo de exaltar al ausente, porque incluso quién en lo secreto piense parecido, lo ha de terminar señalando; somos una sociedad terriblemente doble clara. Que sí, que el tipo estuvo siempre envuelto en polémica y que era un apasionado de los medios y/o de estar siempre en boca de todos, ni dudarlo, porque siempre fue un auténtico “showman”, que se sentía tan a modo cuando había reflectores y gustaba de recibir la atención de los medios de comunicación. Aún si no siempre fue por las razones que el mismo hubiera querido. Como también es cierto que entre propios y extraños se cuentan las más singulares historias de sus andanzas de juventud y/o tropelías en el submundo de las pandillas, que no son sino el pan nuestro de cada día entre quienes peor lo pasan en esta sociedad, porque es un hecho de que de algo se ha de sobrevivir. De quien ya no está seguro podrá decirse mucho, pero ojo, no nos hagamos tontos, todos los claroscuros que se le puedan atribuir a su persona, no son más que el resultado de alguien que tuvo que aprender desde niño, a salir adelante como pudo y/o al costo que fuera, en una sociedad que por todo discrimina, por mucho más si se es pobre o no se tiene los medios para desarrollarse, o si se está en desventaja ¿Y nos ufanamos de ser la cumbre del orden natural cuando somos exactamente iguales y hasta peores que los animales? Se lo diga o no, al Mijis el sistema lo usó, y lo usó lo que se dice “bien y bonito”, para lavarse la cara con la bandera de la inclusión y rasguñar un poco de credibilidad. Pero lo usó una vez que llegó, porque hay que decirlo claramente: difícilmente hubiera llegado con la celeridad que lo hizo si no fuera porque la coyuntura de 2018 generó las condiciones propicias para que ocurriera, gracias al efecto cascada de lo que el fenómeno de López Obrador representó. De otro modo jamás hubiera llegado a diputado, con todo y que tenía sus propias tablas para decir que auténticamente viniendo de abajo, sí que conocía de primera mano la peor de las caras que este país es capaz de dar a quienes menos tienen, porque lo vivió en carne propia y sobrevivió. Y se lo usó, exactamente del mismo modo que el sistema usa a cualquiera que convoque, porque la hegemonía del poder político se hace de la cantidad de personas que se es capaz de jalar o convocar. Así es como realmente se llega al poder, así es como se construye la autoridad, convocando masas, sumando por sumar a tantos como nos sea posible, así sea que una vez pasado el frenesí electoral, se olvide a la masa que los llevó al poder o incluso se abuse de ella. Al final comoquiera que haya sido, lo que si es un hecho, es que nadie merece terminar muriendo como le sucedió a él, porque tampoco está claro que realmente fuera un accidente. Pero si lo fue o no, nada remediará su ausencia para quienes le quisieron. Y no, no se me malentienda, si se trata de ser sincero, a mí el señor me simpatizaba, encima diría que considerando todas las circunstancias de su vida, su mérito tuvo que llegara, –así fuera si quieren por accidente–, a donde llegó, y lo que le faltó, porque con más preparación y/o experiencia le habría ido mejor; que si, que pudo haber hecho más, tal vez, pero a su modo lo intentó. Ahora bien, no es menos cierto que no debe ser nada fácil pasar de vivir todo tipo de privaciones y/o rechazos, a tener todo el día gente endulzándote el oído o adulándote, porque cuando tienes medios o el modo, todos se dirán que te quieren o son tus amigos, pero cuando no, ni la hora o el saludo te dan. De lo que muy pocos hablaran públicamente, porque causa horror como sociedad mirarnos al espejo, es que la ciudad y el país entero está lleno de Mijis, a quienes la vida les ha negado cualquier posibilidad de salir adelante; y me da por pensar: qué no haríamos por este país si cada vez más se le diera cabida al ciudadano común y corriente, con verdadera vocación por la inclusión. Hay que decirlo como es: estamos fallando como sociedad, porque aunque ya han dado claras muestras de no funcionar, seguimos llevando al poder a los mismos de toda la vida. ¡Adiós Mijis! Este país y San Luis Potosí mismo, estarán permanentemente en deuda contigo y con quienes peor lo pasan en el mundo, mientras sigamos juzgando a la gente por el cómo se ve, o por su lugar de procedencia. Si ya no hubo tiempo para más, ni hablar, espero que alguna vez podamos decir que por fin superamos la discriminación, la exclusión y/o el clasismo.

















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