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Vislumbres: Preludios de la Conquista Capítulo 28

Por: Abelardo Ahumada

PRELUDIOS DE LA CONQUISTA

Capítulo 28


TARIÁCURI ACRECIENTA SU PODER. –


Sin demeritar las indiscutibles aportaciones que brinda para iluminar un aspecto poco conocido de la historia de nuestro país, uno de los más grandes defectos que tiene “La Relación de Michoacán” es el de que los viejos de Tzintzúntzan y Pátzcuaro que le brindaron sus informes a fray Jerónimo de Alcalá, nunca supieron, o tal vez nunca quisieron hacerle saber quiénes fueron los originales purépecha, y se dificulta mucho identificarlos, porque ellos se hacían llamar uacúsecha. Y yo al menos, he terminado sospechando que cuando ellos se referían a “los isleños” estaban, en realidad, hablando de los que ya estaban allí cuando sus ancestros chichimecas y nahuas apenas estaban llegando.


Una vez hecha esta aclaración, y por la trascendencia que la vida de Tariácuri tuvo en la fundación de lo que exteriormente sería identificado como el “reino de Michuacan”, he de agregar que esos mismos viejos parecen no haber sabido a dónde huyó el joven Tariácuri cuando “los isleños” que mataron a su padre y su tío intentaron darle muerte también, ni cuánto duró su destierro. Pero algo que sí quiero señalar es que, cuando por fin aquél reapareció en Pátzcuaro”, no sólo se había convertido en un adulto experto en las artes del combate, sino que seguía siendo sobrio y devoto con sus dioses; que traía consigo a un conjunto de experimentados guerreros y que tenía algunas otras alianzas resueltas para disponer de guerreros adicionales en caso de necesidad.


Otro dato que le comentaron al fraile fue que Tariácuri llevaba con él a un hijo, ya jovencito, que había tenido con “la señora (cacica) de Curínguaro”, que se llamaba Curátame, el que después le salió desobligado y borracho. Y otro, menor, que se llamaba Hiquíngaje, que fue su sucesor en el gobierno de Pátzcuaro. Datos por los que muy bien podemos inferir que duró fuera entre doce y quince años.


Colateralmente “La Relación” explica que ya estando él de vuelta en Pátzcuaro, una vieja tía suya le informó que en el mercado, comiendo fruta y verdura podridas, solían aparecer dos sobrinos suyos, llamados Hirepan y Tangáxoan, hijos de sus hermanos asesinados. Y que él los mandó buscar, adoptándolos de inmediato.

Y menciono todo lo anterior porque andando el tiempo, y ya estando viejo él, les dio poder a los cuatro, aunque al borracho, por incorregible, lo tuvo que mandar matar.


En este mismo contexto es preciso decir que la mayoría de los pueblos isleños, sedentarizados desde mucho tiempo atrás, se dedicaban básicamente a la pesca y a las labores agrícolas. Y que, tal vez por esa razón, cuando algunos de sus caciques se dieron cuenta de que Tariácuri jefaturaba un fuerte grupo de implacables guerreros chichimecas, y que lo primero que había hecho al regresar fue vengarse de los asesinos de su padre y su tío, decidieron evitarse futuros problemas y, para lograrlo, le fueron a ofrecer sus respectivas hijas, con el propósito de hacer la paz mediante alianzas matrimoniales con él y sus vástagos. Alianzas que no habiendo sido rechazadas, me llevan a suponer que, como derivación de ellas, los hijos de los chichimecas, cuyos abuelos llegaron hablando allí una variante dialectal del náhuatl, “olvidaron –como dijo fray Antonio Tello- su lengua”, porque desde pequeñitos la que más comenzaron a oír fue la que sus madres “isleñas” utilizaban.



Al llegar a este punto he de saltar varios capítulos de La Relación para referirme al momento en que, luego de haber consolidado su dominio sobre los demás pueblos del lago y sus alrededores, Tariácuri descubrió que ya era muy viejo y decidió repartir el reino entre su hijo y sus dos sobrinos, dándoles como sus respectivas sedes tres pueblos que siguen siendo famosos: Pátzcuaro a Hiquíngaje; Cuyuacan (o Ihuatzio) a Hirepan y, cosa curiosa, “el pueblo de Michuacan”, nombre eminentemente náhuatl, que de conformidad con lo afirmado por el recientemente desaparecido Maestro en Arqueología Otto Schöndube Baumach, significa “la tierra del pescado”, o “donde abunda el pescado”, se lo asignó a Tangáxoan. Padre del que habría de convertir a este pueblo en la capital del “reino”. Y pueblo del que se derivaría el nombre de toda la región, aunque posteriormente, cuando ya estaba muy diluido el dominio de los chichimecas, los purépechas lo rebautizaran como Tzintzúntzan.


Pueblos, los tres, que si uno los mira actualmente en un mapa, descubre que no están demasiado lejos entre sí, porque si enfoca uno a Quiroga (ubicada muy cerca de Santa Fe de la Laguna, al norte del hermoso lago) descubre que Tzintzuntzan está, yendo hacia el sur, como a 15 o 16 kilómetros de lejos; mientras que Ihuatzio quedaría unos 20 al suroeste de Tzintzuntzan, y Pátzcuaro a menos de 10 de Ihuatzio, también al sur. Con lo que estaríamos hablando de que los iniciales dominios que estableció Taríacuri, abarcarían, básicamente, todos los pueblos ubicados al oriente del lago, y a los que desde cualquier punto de su señorío se podría llegar a menos de una jornada a pie.



LA PRIMERA EXPANSIÓN DEL PODERÍO MICHOAQUE. –


No obstante haber realizado esta distribución de cabeceras de gobierno, Tariácuri continuó siendo el que señalaba lo que se tenía que hacer, y parte de eso fue que sus tres muchachos, unidos siempre, terminaron de conquistar los pocos pueblos que en los alrededor del lago se habían resistido a su dominio, y continuaron expandiéndolo todavía más, hasta que en algún momento de 1408 (o un año antes, o un año después, porque no hay una información precisa), el viejo cacique enfermó de gravedad y falleció.


Su muerte, sin embargo, no dividió a sus tres pupilos, quienes continuaron unificando fuerzas para ir a conquistar pueblos situados todavía más lejos, entre los que se encontraban los actuales de Quitupan, Zacapu, Uruapan, Paracho, Cherán y “otros pueblos nahuatlatos” situados más lejos aún. Así como los de la comúnmente llamada “Tierra Caliente” que, de conformidad con el mismo libro “pertenecían a los otomíes”, y los de Tamazula, Tzapotlan y otros que menciona el fraile como “Los Pueblos Dábalos” (sic) que, por otros documentos del siglo XVI, nosotros sabemos que fueron Tuxpan, Sayula, Zacoalco, Atoyac y más de la zona lacustre del actual estado de Jalisco.


Información, esta última, que nos da para entender que ÉSA FUE LA PRIMERA OCASIÓN EN QUE LOS MICHOAQUE SE APROXIMARON EN PLAN DE GUERRA A COLIMA. Datos todos que no dejo de admirar, porque para realizar tales desplazamientos se requerían muchas jornadas a pie, y una organización logística considerable.


En ese mismo sentido cabe señalar también que, con todo y la confusa redacción que esta fuente informativa tiene, es posible observar que, una vez que el hijo y los sobrinos de Tariácuri concluyeron esta otra serie de conquistas, los tres primos se reunieron al parecer en Cuyuacan, donde, luego de haber mandado construir una especie de bodega para resguardar los tesoros dedicados a los dioses, realizaron un análisis y un balance de lo que habían logrado, coincidiendo en observar que, como resultado de la guerra emprendida, y de la consecuente matazón y captura de gran cantidad de esclavos, numerosos pueblos se habían quedado sin “los regidores o cabezas que los meneaban” (o controlaban). Por lo que decidieron seleccionar algunos isleños y algunos chichimecas de los más notables, para designarlos como “señores y caciques” de todos los pueblos conquistados, pues, de conformidad con lo que los sacerdotes les habrían dicho, “placerá a los dioses que (se) sosiegue la gente”.


Detalle si ustedes quieren netamente administrativo, pero que les sirvió para cumplimentar dos intenciones fundamentales: tener, por un lado, el control de todo su nuevo y más extenso territorio, y dispersar, por otro, a los más notables de sus enemigos: los isleños, de habla purépecha, dándoles poder para que gobernaran y recogieran los tributos de los pueblos recién conquistados.


Pero no todo les fue tan dulce como parecía porque habiendo tenido, por ejemplo Hiquíngaje, muchos hijos, no pudo nombrar a ningún sucesor, “por ser malos, y borrachos” y porque “mataban a la gente” hundiéndoles sus “navajas en los lomos”. Viéndose él, forzado por el dolor y la vergüenza, a mandar matar a sus críos. Y porque, aparte, al único de ellos que parecía ser bueno “dicen que lo mató un rayo”.


Hirepan, por otra parte, sí tuvo tres hijos, de los que uno que se llamaba Ticátame, “fue señor en Cuyuacan”.

Todo esto que les comento no sucedió a lo largo de unos pocos meses, sino durante aproximadamente cuatro o cinco décadas, a partir de la muerte de Tariácuri, cuando sus tres descendientes eran todavía muchachos, hasta que murió Tangáxoan, el más longevo de los tres, entre 1460 y 1470.


A Tangáxoan lo sucedió, evidentemente muy joven aún, su hijo Tzitzicpandácuare, nacido apenas hacia 1450. Y en cuyo reinado, que se prolongó hasta 1510, el pueblo michoaque expandió sus fronteras y resistió al acoso del poderío azteca, que deseaba expandir las suyas.



“BIENVENIDOS CHICHIMECAS”.


Antes de continuar adelante con los enfrentamientos que tuvieron los mexicas contra los michoaques y los michoaques contra los colimecas, quiero detenerme un momento para comentar que, como muy claramente lo señaló don Eduardo Ruiz, “La Relación” carece, lamentablemente, de datos cronológicos que nos pudieran ayudar a saber poco más o menos cuándo fue que ocurrió tal o cual cosa. Por lo que, todos los investigadores que han tenido acceso a ella, han debido recurrir a otras fuentes complementarias para ubicar la temporalidad de los acontecimientos que narra.


Pero ya que hablamos del tiempo, quiero precisar que sí hay en ella, sin embargo, un dato un tanto anómalo, que me pareció de sumo interés, ocurrido cuando Tariácuri no eran tan poderoso, y que nos permite saber que hubo algunos purépecha que conocían el calendario azteca. Pues hay constancia de que hubo al menos un isleño llamado Hihuacha (cuñado por cierto de Tariácuri), que no sólo sabía “llevar la cuenta de los días”, sino que utilizaba ciertos “papeles” que contenían los elementos con que se manejaba una especie de técnica “adivinatoria” que utilizaba los símbolos en que se basaba dicho calendario.


No es tampoco muy clara la explicación de la lámina XXIX, pero de cualquier modo dice que, habiendo Hihuacha permanecido borracho y sin comer durante varios días, alguien se lo informó a Tariácuri, y éste, tal vez por quedar bien con su mujer, (hermana de Hihuacha), envió a su hijo Hiquíngaje y a sus dos sobrinos, para que lo buscaran y vieran el modo de hacerlo comer “para que no se muera”. Y que, ya estando en la casa de éste, que se acababa de bañar, lo primero que les dijo fue: “Bienvenidos chichimecas”. Y que en la plática que tuvieron con él, una de las cosas que les comentó fue que se dedicaba a intercambiar mantas por esclavos, y, otra, que cuando sus paisanos querían ir a la guerra, él no iba, sino que se dedicaba a verificar los “agüeros” conforme a lo que le decían sus observaciones de “los días de la caña, del agua, de la mona, de la navaja”, etcétera. Nombres que claramente corresponden con el ácatl (caña), atl (agua), ozomatli (mono), técpatl (pedernal), que aparecen entre los 20 símbolos que para “llevar la cuenta de los días” utilizaba el mencionado calendario.


Siendo asimismo, muy de notar, que la respuesta de los muchachos fue: “Nosotros no peleamos contando de esa manera los días, pero traemos leña para los cúes y el sacerdote llamado curí y el sacrificador toman olores (incienso y copal) para la oración a los dioses”…



EL MUY NOTABLE TZICTZICPANDÁCUARE. –


Y aprovechando la mención de la guerra, permítanme los lectores decirles que uno de los más relevantes eventos que los informantes de fray Jerónimo de Alcalá le llegaron a comentar, tuvo que ver con el hecho de que desde tiempo antes de que Tzitzicpandácuare asumiera el poder, la gente de pueblo uacúsecha, ya muy mezclada con los originales purépecha, conservaba el recuerdo de la buena época en que gobernó Tariácuri y, divididos como estaban en tres dominios, anhelaban revertir la situación y volver a ser “un solo reino”. Aspiración que sólo pudo lograrse cuando, Tzitzicpandácuare, hijo primogénito de Tangáxoan, asumió el mando general, teniendo como su única sede el pueblo de Michuacan, al que, sin saber yo el motivo, posteriormente denominaron Tzintzuntzan.


Pero lo cierto es que Tzitzicpandácuare merece una mención especial, no sólo porque logró reunificar el “reino”, sino porque se caracterizó por ser un guerrero formidable, y porque a la par que continuó con la expansión de sus dominios, humilló al poderío azteca en tiempos de Axayácatl.


De Colima no sabemos cómo se convirtió en una “provincia” lo suficientemente fuerte para resistir el movimiento expansionista que habían iniciado los michoaques, pero como quiera que todo ello haya acontecido, de lo que sí tenemos mayor información y ciertas constancias, es de que mientras en la hoy llamada Meseta Tarasca engrandecían sus dominios el hijo y los sobrinos de Tariácuri, los mexicas o aztecas estaban tratando también de expandir los suyos a costa de muchísimos otros pueblos, en tiempos de Chimalpococa (1417-1427), Izcóatl (1427-1440) y Moctezuma Ilhuicamina (1440-1469).


No voy a meterme a referir nada de lo que se ha escrito sobre las conquistas que durante sus respectivos periodos de gobierno realizaron dichos señores mexicas, cuyos dominios llegarían un día a abarcar de costa a costa y hasta Guatemala, pero sí señalaré la coincidencia de que tanto los mexicas como los michoaques solían exigir a los pueblos conquistados fuertes tributos anuales y arrebatarles víctimas para “darles de comer al sol y a los dioses del cielo”, según varias veces se lo dijeron al cronista franciscano sus informantes, entre los que al menos uno que había sido sacerdote de Curícaveri y Xaratanga.


Tampoco quiero detenerme a considerar las indudables similitudes que gracias a “La Relación de Michoacán” se han podido encontrar en cuanto a las ceremonias y a los preparativos que michoaques y mexicas hacían para realizar unos sus guerras para “la fiesta de Hanzíuansquaro”, y otros sus “guerras floridas”. Pero no quiero concluir este capítulo sin señalar que una de las principales motivaciones que el Cazonci trataba de realizar con los hombres que habrían de ir a pelear, era la de que deberían preferir morir en la guerra que de enfermedad, o por cualquier otra causa en sus casas.


Pero de eso, con más detalle, les hablaré en el siguiente capítulo.


PIES DE FOTO.-


1.- A pesar de que hay un cierto infantilismo en la calidad de las ilustraciones de “La Relación”, bastan para señalar lo que se indica. “Hablando”, en este caso, de cómo ellos realizaron sus iniciales “conquistas”.


2.- Con el tiempo sus campañas se volvieron multitudinarias, y las huestes michoaques llegaron cada vez más lejos, incursionando, por ejemplo, en Tamazula, Tuxpan, Zapotlán y otros pueblos que hoy son de Jalisco.


3.- Cuando Tariácuri ya estaba viejo y pensaba que ya estaba cercana la hora de su muerte, repartió entre un hijo y dos sobrinos las tierras que hasta ese momento tenía él conquistadas, abarcando toda la parte oriental del lago y una buena parte de los pueblos de los alrededores.


4.- Poco más o menos en la misma época en que el llamado “reino michoaque” estuvo dividido en tres cabeceras, prevaleció en México-Tenochtitlán, ltzcóatl, cuyo reinado transcurrió entre 1427 y 1440.



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