Mucho gusto Ser sólo ser
- Alberto Llanes*
- hace 1 hora
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Mucho gusto
Ser sólo ser
Por: Alberto Llanes
¿Se acuerdan cuando en Colima había sólo dos rutas, una amarilla y la otra verde, norte y sur quedaban vueltas por ahí llevando pasajeros a su destino? ¿Se acuerdan cuando el periférico estaba todo empedrado y uno viajaba a vuelta de rueda? ¿Y se acuerdan cuando existía Banca Promex, Blanco, tiendas El paraíso, Cinemas del Rey, Cine Jorge Sthall, Cine Diana? ¿Se acuerdan cuando era un lugar tranquilo, limpio, donde se respiraba calma, paz, aire puro y sacábamos nuestras sillas a la calle para tomar el frescor de la tarde y ver a la gente pasar mientras los niños/as jugaban por ahí seguros, sin ningún tipo de peligro? ¿Se acuerdan cuando uno podía caminar libremente, en paz, por las calles a cualquier hora del día, dejar casas y coches abiertos y nadie se robaba nada, nadie se metía adónde no debería?
Qué lejanos parecen esos días que han quedado en la literatura colimense, en la memoria de quienes los vivimos, en el recuerdo de tiempos que se sienten lejanísimos y, parece, que ya tenemos en el olvido. Lo he dicho en otras columnas que he escrito, mi familia y yo llegamos a Colima en el año de 1986; nuestro arribo fue, básicamente, por dos asuntos, tres si me pongo preciso… 1) mi abuelo requería vivir a nivel del mar por su problema en el corazón, 2) salimos huyendo de la violencia que azotaba al DF., en aquellos ayeres y, sobre todo, por la zona donde vivíamos (el acabose fue una balacera al entrar a nuestro edificio del que todavía recuerdo su ubicación: Unidad Infonavit Culhuacán, zona dos, edificio 10, entrada A, departamento 201) y, 3) mejorar nuestra calidad de vida.
En Colima encontramos en esos ayeres el paraíso en la tierra. Una ciudad pequeña, tranquila, limpia, donde todo lo podíamos hacer caminando porque todo estaba bien bien cerca. Llegamos a la calle Jiménez, al número 419, mi primera escuela fue la Gregorio Torres Quintero, mi segunda fue la Fray Pedro de Gante, la tercera fue la José María Morelos (adónde ahora va mi hijo), la cuarta fue la secundaria Francisco Hernández Espinosa, estatal número uno, la quinta fue el Bachillerato 16 de la Universidad de Colima, la sexta fue el Cedart Juan Rulfo, la séptima y la octava fue en la Facultad de Letras y Comunicación. Y acá sigo, como empleado.
Todo ese recorrido es para dejar huella de esos días que hoy, 2025, parecen bien lejanos y sí, puede que ya lo estén. Estoy hablando de la década de los años ochenta, noventa, dos mil, hace veinticinco, treintaicinco, cuarentaicinco años, casi la edad que tengo, que tenemos muchos. En aquellos ayeres nos gobernaba el peor PRI del que se tenga nota, tanto a nivel federal como a nivel estatal; ahora nos gobierna nuevamente otro PRI, el peor o todavía más, de ese otro PRI, claro, este nuevo PRI se llama de otra manera, tiene otros colores, pero es, básicamente el mismo o, peor.
La muerte de Gaby Mejía ha dejado un vacío tremendo en su gente cercana y ha sido un golpe muy duro para esta sociedad donde, vemos, que el tejido se va destruyendo cada día más, amén de la promesa de que con estos gobiernos de cuarta… transformación íbamos a vivir mejor que con los gobiernos culeros de antes. De algo estoy seguro, no nos engañaron totalmente, de que han transformado todo, lo han transformado, pero mal o a conveniencia.
Gaby Mejía y yo jamás cruzamos palabra, creo, pero ese día sentí un golpe en la boca del estómago, el cuerpo lo sentía pesado, el ambiente era denso. Da miedo andar en la calle, porque amén de que no soy nada ni nadie, que alguien se te acerque en moto, en bici, te deja inquieto, te causa estrés, te pone de malas, tienes que estar espejeando.
Se acabaron los días tranquilos (desde hace tiempo) ¿tendremos que salir huyendo ahora de este paraíso terrenal?
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