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En palabras Llanes: En el ánimo de la gente

Por Alberto Llanes.

En el ánimo de la gente


Hace apenas unos días nos avisaron de que regresábamos al horario normal. Estábamos trabajando con un horario «ajustado»; esto quiere decir, empezar actividades a las no antes de las ocho de la mañana y terminarlas no después de las ocho de la noche. Ello a consecuencia de los altos índices de violencia que nuestra entidad está manejando de unos años a la fecha, pero, que, sin lugar a duda, en estos últimos meses «de febrero para acá» se han agudizado poniendo a nuestra Colima en el panorama nacional e internacional de lugares «eso sí, paradisiacos, porque Colima con todo y todo sigue siendo un pequeño gran paraíso» más peligrosos para vivir.


Así que, vueltos a la «normalidad» el tráfico a las siete de la mañana por todos lados, pero básicamente por los diferentes campus universitarios se hace casi casi imposible. No diré que antes no había tráfico, sí había, pero como que desde la pandemia para acá el flujo vehicular aumentó; y aumentó no sólo en los campus universitarios o en las escuelas, menos a las horas pico de entrada y salida de oficinistas, no, creo que aumentó o lo siento mucho más denso y pesado en toda la ciudad.


Atribuyo que todo esto tiene que ver con que los colimenses, en medio de todo esto que estamos viviendo, no están dejando que sus hijos e hijas se vayan solos a sus respectivos centros de estudio o lugares de trabajo, ergo, esto hace que la afluencia de láminas, en la mañana, tarde o noche, ya sea a la entrada o a la salida, se vea superada para una pequeña calle que desemboca en un bulevar que, dicho sea de paso, también está atestado de vehículos que a esa hora transitan por ahí.


Lo recomendable es buscar rutas diferentes. Sin embargo, estamos en un punto donde convergen varias escuelas y sí, de mi casa a la escuela podría irme por una ruta alterna, alterna para mí, alterna para ti, alterna para Einstein, pero una realidad para el resto de las personas y, al llegar o acercarme al campus inevitablemente confundirme entre otras láminas que, parece, traen la misma prisa que yo por llegar temprano porque el checador no perdona o el profe pasados los cinco minutos, ya no nos deja entrar a la clase.


Creo también que estos dos años de pandemia, donde estuvimos trabajando y dando clases desde la comodidad de nuestra casa nos descancharon, nos sacaron de ritmo para seguir con este trajín del rutinario que es la vida. Siento también que en estos dos años la población automovilística creció exponencialmente y ahora vivimos entre máquinas que echan humo y generan calor. La otra teoría es que en el ánimo de la gente no está para dejar a sus hijos e hijas solas, aventurarse en el llamado transporte público que, en nuestra entidad, ha sido pésimo y lo seguirá siendo amén del nuevo gobierno que parece no estar mucho o que no sale a dar la cara en ningún rubro, llámese como se llame.


Es cierto, ya regresamos a eso que hemos denominado «normalidad» pero yo sigo viendo en el rostro de los y las colimenses: desazón, angustia, temor, nostalgia por aquél Colima tranquilo, donde no pasaba nada y podías estar en la calle a la hora que fuera sin peligro alguno. No son para nada buenos tiempos para nuestra Colima «aunque se haya dicho otra cosa en días de campaña», no, no lo son. El ánimo de la gente no está en ir a ver festivales a la calle, ni andar del tingo al tango como lo hacía antes. La cuestión es salir de casa por el sustento, a divertirse a lo que sea y regresar con bien, en paz y tranquilo. El tema principal aquí es la seguridad y ahí, ahí sí que nos han fallado como nos han fallado gobiernos anteriores.

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