Ágora: ¿Qué es realmente lo que la 4T representa?
- Emanuel del Toro

- 20 sept 2020
- 5 Min. de lectura

¿Qué es realmente lo que la 4T representa?
¿Por qué es que se ve hoy como nunca antes tal cantidad de ataques al gobierno? ¿Serán realmente las cosas como la oposición quiere que la ciudadanía lo piense? Yo realmente no lo creo. Si algo hay de lo que señalar en la actualidad, más allá de los errores decisorios del gobierno y algunas contradicciones entre su discurso y la praxis, es la enorme desproporción que existe entre la tenencia de canales de comunicación con la sociedad misma. Ya que la práctica totalidad de los medios de comunicación, lo mismo en televisión, que en radio y prensa escrita, están en manos de grupos afines a la oposición por definición conservadora.
La asimetría en los canales de comunicación entre la oposición y el gobierno en turno es tan brutal, que convendría tener en cuenta que la lucha del actual régimen es una de múltiples frentes; representa una pugna bastante desigual por la renovación de cuadros en las élites políticas tradicionales, pero también una lucha por la ocupación de los espacios mismos de difusión de la información. De ahí la desproporción de las percepciones ciudadanas entre lo que el gobierno hace y lo que la sociedad reconoce objetivamente respecto al alcance de las decisiones públicas. Para decirlo claramente, hoy se vive el reto de renovar elites, pero también de modificar las fórmulas de comunicación que tales élites con la sociedad.
El saldo de ambos procesos que ocurren simultáneamente y en distintas y muy variadas proporciones ha sido que no hay prácticamente ningún espacio de la vida pública que no esté siendo peleado y/o señalado tanto por los actores de siempre, como por los que hoy están en el poder. Y si no fuera lo suficientemente compleja dicha dinámica, se ha sumado a la misma, la continuidad intermitente de perfiles de la vieja élite entre los cuadros del actual gobierno lo que hace dudar a más de uno de la veracidad y/o profundidad de los cambios que el actual gobierno se ha esforzado por impulsar, primero para consolidar su posición, y segundo para desarrollar un enfoque distinto en el ejercicio del poder.
Problemas y dinámicas que en su conjunto han dejado para propios y extraños la sensación de que pese a la retórica de transformación y cambio radical que el actual gobierno maneja, su conformación y proceder representan la continuidad de lo conocido e incluso un retroceso –por la inclusión entre sus filas de numerosos exponentes del viejo régimen priista nacionalista y pre tecnocrático de los años 70–, y aunque no falten razones para pensarlo de ese modo, cabe advertir que más allá de la lógica del cambio o la continuidad de una forma de administrar el poder que ya ha tenido ocasiones de demostrar sus insuficiencias, lo realmente significativo es el choque de visiones en la orientación economicista de ambos grupos representan. Un tema que para el caso de nuestro país ha tomado creciente importancia con la llegada del actual gobierno.
Una consideración de la que poco se había discutido en las últimas cuatro décadas, por la regularidad con la que el grupo en el poder había retenido la titularidad del Estado. Para entender a cabalidad lo que aquí expongo, hay que entender que el viejo régimen priista no fue nunca lo que se dice un grupo unificado, antes por el contrario convivían en su interior numerosas corrientes, siendo la más fuerte de ellas la corriente nacionalista que con el fin de la revolución terminaría posicionándose en los espacios más importantes del Estado.
Sin embargo, hacia fines de los años 70’s como consecuencia de los excesos cometidos por el Estado durante el periodo de bonanza petrolera, hubo un cambio lento pero paulatino de la extracción de los cuadros políticos de gobierno. Como consecuencia de este cambio fueron llegando a las primeras posiciones del Estado personajes que pese a ser de extracción priista, se caracterizaban por una visión diametralmente distinta de la política económica, fundamentalmente orientado por el comercio exterior y la idea de reducir lo más posible el tamaño del Estado, lo que contrastaba con la visión popular y nacionalista que tradicionalmente había prevalecido, en donde el Estado jugaba el papel más importante como orquestador del desarrollo económico.
Como resultado, en un periodo relativamente dilatado de tiempo se hizo evidente la diferenciación de tales posiciones y el quiebre eventual de visiones, lo que terminaría desencadenando una escisión dentro del PRI, después de lo cual se fundaría el PRD –derivado muchos años después en lo que hoy es Morena–, que no fue más que la parte nacionalista del propio PRI que ante el ascenso de los cuadros tecnocráticos, terminaría siendo relegada de las primeras posiciones de gobierno. No tener en claro estas consideraciones, nos puede hacer olvidar o ignorar que el cambio de inercias que el actual gobierno representa e intenta afianzar, se juega con la misma intensidad en lo que a política internacional se refiere. No es pues, sólo un cambio en términos de política doméstica.
Hoy hay pues, una fuerte pugna entre dos grupos antagónicos de poder que a groso modo representan visiones sumamente divergentes de lo que la administración del poder y el desarrollo económico nacional debe ser. Así, mientras por un lado están los grupos tecnocrático globalistas, recurrentemente llamados neoliberales, al servicio de grandes capitales trasnacionales, que fueron quienes gobernaron el país en los últimos 40 años, con resultados por demás funestos –por la brutal herencia de desigualdad social y económica que dejaron tras de sí; por el otro lado tenemos a un grupo de corte doméstico, sucintamente llamado nacionalista, del que los titulares del actual gobierno forman parte fundamental, que pese a siempre haber apostado por un desarrollo cimentado en el desarrollo propio con base en los mercados locales, tenía cerca de cincuenta años marginado de las principales posiciones de poder dentro del Estado.
Visto de este modo, se entiende mucho mejor la virulenta reacción de la hoy oposición, que no ceja en su empeño de recuperar su posición predominante lo antes posible al costo que sea, antes de verse perder los espacios de los que se ha ido apropiando en el último medio siglo, y los cuales le han servido para acaparar privilegios por demás vergonzantes en detrimento de una sociedad que hace mucho está al límite de lo que puede tolerar. De ahí la saña con la que atacan de forma visceral y reaccionaria al gobierno con una estrategia pendenciera y persistente, para hacerle caer, apostando por el desencanto de la ciudadanía, gracias al manejo cuasi omnipotente que tienen de los medios de comunicación.
Para decirlo claramente: Si la 4T es sólo un show mediático para encubrir realidades turbias como afirma la derecha globalista –algo por demás irónico cuando ellos son realmente los que manejan los medios montando shows realidades catastrofistas e inexistentes–, lo de antes tampoco gustó nunca: Gobiernos entreguistas que mantenían las apariencias de prosperidad y desarrollo sólo para beneficio de los más ricos. Luego entonces si hemos de juzgar y/o analizar lo que hay vivimos, tenemos necesariamente que hacerlo no perdiendo de perspectiva las muy significativas asimetrías de poder que subyacen entre ambas aristas del espectro ideológico nacional, de otro modo difícilmente podremos comprender lo que el gobierno en turno se propone y los alcances que las disputas resultantes habrán de dejar en lo sucesivo.
Seamos pues, cautos y sumamente prudentes al momento de valorar la actual situación y hagamos lo consecuente para informarnos de la manera más objetiva y veraz posible, no conformándonos con lo que los medios tradicionales intentan hacernos creer. Algo que no admite concesión alguna en una época como la actual, donde internet y las redes sociales ofrecen un caudal de información prácticamente infinito.

















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