Ágora: ¿Por qué entonces hasta ahora?
- Emanuel del Toro

- 31 may 2020
- 6 Min. de lectura

¿Por qué entonces hasta ahora?
Quienes echan en cara todo lo que no se ha terminado de resolver en esta administración federal, parecen olvidar cuestiones tan elementales como que las verdades a medias también son mentiras; vaya pues, diera la impresión de que lo mejor que tienen es repetir tantas veces lo mismo hasta quedar convencidos de que lo que piensan es el único modo posible de comprender todo lo que aquí pasa. Pero ya se sabe que el exceso de confianza es siempre muy mal consejero, por mucho más si el tema sobre el que se discute es la calidad de nuestra vida pública. En efecto hay muchos temas de la actual administración que permanecen sin resolverse, quizá muchos más de los que sería deseable, pero es un hecho que las cosas no serían tan diferentes si en 2018 hubiera ganado cualquiera de los otros contendientes.
Y no lo sería, porque los problemas a los que se alude tienen su origen no en cuestiones de coyuntura, sino en falencias estructurales del propio Estado en México. Más claro: quien pretenda desconocer que para corregir inercias que llevan enraizadas en nuestro sistema político poco más de un siglo, es menester ir paso a paso, se engaña solo. Ahora bien, aún si concedemos razón a todas y cada una de las críticas que pesan sobre la actual administración federal, quienes todo lo señalan siguen incapaces de responder ¿por qué perdieron si todo lo hacían a pedir de boca?
¿Por qué fue tan fácil que un personaje al que se han cansado de tratar de desacreditar sin conseguirlo, les pasara por encima como lo hizo? ¿No será al menos que el diagnóstico hecho por este y su equipo de trabajo, es cierto, y el país vive como principal problema la corrupción por el muy amplio conjunto de consecuencias que tiene sobre la vida de la mayoría? Algunos dirán que resolver semejantes cuestionamientos será lo de menos, pero el punto es que como no los resuelvan, difícilmente volverán a jugar el papel que alguna vez tuvieron como responsables de la conducción del país.
Hace falta tener mucho estómago para analizar estos temas al margen de polarizar posiciones y no terminar por morderse la lengua señalando problemas que cuando pudieron no resolvieron. Lo más fácil como hacen muchos entre los detractores del actual gobierno federal, es decir que quien hoy toma las decisiones, o es lerdo o es cínico, como si la cuestión fuera un asunto personal. Porque a eso se reducen todos y cada uno de los señalamientos que se le hacen al Presidente, tienen como factor común la idea de que hay en Palacio Nacional una persona que no es capaz de tomar decisiones o de tomarlas sin el menor atisbo de congruencia.
Lo “extraño” de la situación –por decir lo menos–, es que ninguno de los que hoy se asumen como críticos u objetivos, hicieran en otro tiempo lo más mínimo por denunciar lo que hoy señalan tan airadamente. Vaya pues, pareciera que se han dado cuenta de todo lo que critican, hasta que ya no estaba en sus manos la responsabilidad y el poder de resolverlo. ¿Qué chistoso no? Más de 80 años han estado vigentes cada una de las inercias en las que formalmente se inscriben las prácticas que hoy señalan al Presidente, pero mientras fue la derecha la que gobernó, apenas si se dijo algo.
Lo que es más, incluso se justificó siempre que con la integración del país al libre mercado, todas y cada una de las problemáticas que históricamente nos han hecho vivir por debajo de nuestras posibilidades, se resolverían. Mas no fue así, y no sólo no ocurrió, sino que encima problemas no menos complejos como la pobreza o su violencia resultante, terminaron sumiendo a más de la mitad del país en la desesperanza.
¿Por qué entonces hasta ahora es que se dice de todo? Ojo, se podrá disentir todo lo que se quiera con lo que un gobierno hace, de acuerdo, una situación que siempre será deseable en la medida que ello favorezca el mejoramiento de la toma de decisiones públicas. Pero que no se haya dicho lo más mínimo al respecto durante tanto tiempo, no es la mejor de las cartas de presentación que se puede jugar si realmente hay genuino interés en resolver los problemas que hoy nos apremian.
Con todo lo hasta aquí dicho, pensemos para ejemplificar, en algunos de los planes más criticados, como el proyecto del Corredor Transístmico, que pretende recuperar zonas económicas que han sido dejadas en el olvido. Los otros tres grandes proyectos de infraestructura igual de soterrados por la derecha; son el llamado Tren Maya, la construcción de una refinería y el Tren México-Querétaro. Y si bien se ha pensado al respecto, que el país necesita un mejor contexto socioeconómico para superar, entre otras cuestiones, los focos de conflicto en comunidades afectadas por la pobreza, el narcotráfico y la violencia. La razón más que obvia, es que la estrategia de mantener a los militares en la calle no ha funcionado en lo más mínimo.
Lo sé, no pocos de los críticos objetan que tampoco el actual gobierno parece estar haciendo mucho para en efecto retirar a los militares de las calles. Pero la cosa es que por algo hay que empezar, y que yo sepa, entre la hoy oposición se dice de todo, pero tampoco se ve que ofrezcan soluciones alternativas a los problemas que tanto señalan. Ni que decir de todo el sin fin de contradicciones de las pasadas administraciones, ¿o me van a decir que lo de tener a García Luna trabajando para el mismísimo Chapo Guzmán es justificable? Pero claro, de temas semejantes la oposición se lava las manos, haciendo lo que mejor ha hecho toda la vida: negarlo, y si las evidencias lo demuestran sin posibilidades de refutar, decir que no lo sabían.
Es decir, exactamente lo mismo que hoy señalan al gobierno. ¿Dónde está pues la congruencia tras la que pretende darse baños de pureza los críticos? La verdad en boca de quienes han hecho muy poco, por no decir que nada cuando han podido para defender una legalidad que hoy invocan por los cuatro vientos, deja muy mal sabor de boca. Porque revela la falsedad de sus aspiraciones. Ahora bien, si todo lo que hasta aquí he expuesto es cierto. También es justo decir que cuando ninguna opción partidista, ha sabido mantenerse al margen de las mismas inercias que tan airadamente se señalan hoy, como si de algo nuevo se tratara, (corrupción, aplicación diferenciada de la ley, clientelismo electoral, pobreza, corrupción, exclusión y tanto más), entonces los problemas deberían de ser todavía más claros.
¿A qué me refiero? A que si el actual régimen no da más de sí, pese a estar siendo administrado por un modo distinto de pensar las cosas, porque vaya que se nota el esfuerzo de lo que se intenta, por mucho que la derecha esté empecinada en negarlo, el problema no es quién está o no de Presidente –sería todo muy parecido si estuviera cualquiera de los contendientes en 2018–, sino el modelo a través del cual se toman las decisiones; si todo lo que la derecha señala es cierto, ¿no será en todo caso que lo que no da más de sí es el presidencialismo? Porque si la estabilidad de un país depende de algo tan caprichoso, como que llegue a la presidencia alguien capaz de tomar decisiones sin menoscabo de una comprensión cuasi omnisciente de nuestros problemas. Llegue quien llegue el modelo está condenado al fracaso.
Ojo, si es verdad que a todos nos importa lo que pasa en el país, ya va siendo tiempo de dejar de lado la construcción de explicaciones simplistas y/o coyunturales, donde todo se reduce al capricho o voluntad de un hombre o de una camarilla. Porque eso es lo que mejor sabemos hacer todos, hablar de problemas públicos como si de cuestiones personales se trataran. Esa no puede ser la perspectiva de una oposición realmente madura y responsable. Ni la polarización, mucho menos el personalismo, abonan a la consolidación de nuestra democracia. Seamos pues más juiciosos y tengamos el valor de decir las cosas como son, porque si no vamos a tener siquiera la honestidad de resistirnos a tergiversar las cosas, o decir sólo lo que nos conviene, desconociendo lo que nos deja mal parados, va ser la de no terminar nunca.

















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