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Ágora: Consideraciones para pensar de cara al futuro

  • Foto del escritor: Emanuel del Toro
    Emanuel del Toro
  • 22 abr 2020
  • 4 Min. de lectura

Consideraciones para pensar de cara al futuro.


En este asunto de la pandemia que ataca a todo el mundo por igual, muchos opinan al respecto, lo mismo para bien que para mal, cosa que se aprecia en el fervor y la polarización que se muestra en redes sociales, donde todos opinan, lo mismo para desacreditar, que para apoyar lo que piensan. A partir de este tema creo necesario reflexionar en torno a tales diferencias de pensamiento y/o sus implicaciones para dificultar o facilitar el diálogo público y también para resolver el reto mismo de hacer frente a la propia pandemia.


A primera impresión se podría opinar, que quienes salen a la calle pese a lo solicitado por las autoridades, o lo hacen por inconsciencia, o por mera irresponsabilidad, pero, y si nos pusiéramos a investigar, por qué cada uno decide lo que decide, lo de ir a la calle, aún a sabiendas de lo desaconsejable que resulta por el riesgo sanitario que supone para todos, quizá nos encontraríamos con razones tan humanas, como cotidianas; por ejemplo que en los meses previos al aislamiento, no se pudo trabajar, o se lo hizo sin condiciones para proceder; asimismo que vivir al día ha impedido a la mayoría, ahorrar para imprevistos como el que ya nos tiene cosa de un mes con el alma en vilo. Razón por la que se tiene que buscar el sustento como sea. Lo anteriormente descrito es un tema debatido hasta la saciedad.


Y lo es necesariamente así, porque para cualquier persona y/o sociedad, la más inmediata de las preocupaciones es sobrevivir. Con tales perspectivas, es fácil comprender que el apremio de las circunstancias, así como las propias restricciones impuestas para evitar el incremento de los daños generados por la pandemia, se han debido hacer cada vez más severas, al punto de que el país ha entrado formalmente en la llamada fase 3 de la contingencia, lo que hace presuponer que la tasa de contagiados, así como sus consecuencias, se habrán de incrementar exponencialmente.


En ese sentido, al margen de las numerosas especulaciones surgidas para explicar el origen de la actual pandemia, o incluso para comprender sus consecuencias materiales, políticas y sociales, ya a la vista de todos, es necesario decir que en esto de preguntarse el por qué se dan cada vez con mayor frecuencia escenarios parecidos, existen al menos dos pensamientos encadenados; el primero destaca que el resultado de nuestra actividad industrial mundial, terminará en algún momento por ser insostenible, este era de hecho el tema principal de las preocupaciones mundiales antes de la pandemia; la segunda tiene que ver con reconocer que una de las consecuencias más significativas de nuestra facilidad de movilidad, –hoy es posible darle la vuelta al mundo en un día–, podría tarde que temprano desencadenar la aparición de nuevas enfermedades, cuya velocidad de propagación excediera la capacidad de respuesta de nuestras sociedades.


La consecuencia más evidente de tales consideraciones, es que al día de hoy cuesta cada vez más trabajo garantizar la producción de alimentos y con ello se incrementan las posibilidades de hambrunas, guerras y/o la aparición sistemática de alteraciones climatológicas, que no harán otra cosa que recrudecer lo que he venido señalando. De hecho diría que estos temas están tan en la mente de las grandes potencias, que desde hace al menos 30 años, distintos especialistas han indicado que el futuro próximo, las guerras pudieran darse como resultado de la escasez.


Otro tanto de hecho, ocurre con el grueso de la cultura del entretenimiento en Occidente, donde una parte significativa de los contenidos disponibles, hacen con frecuencia el ejercicio de preguntarse si estaremos o no medianamente preparados para enfrentar consecuencias derivadas de la aparición de nuevos agentes infecciosos, a eso y no otra cosa responde la alta popularidad de la cuestión como razón de argumento de numerosas series, películas y/o libros, quizá de ahí también, la popularidad de la que goza la idea de que lo que hoy ocurre, pudiera haber sido inducido de forma deliberada, lo mismo para perjudicar los intereses comerciales de un país, que para conservar la hegemonía de otro.


En ese sentido, la idea de guerras siendo llevadas por vías de ataque que poco o nada tienen que ver con los causes tradicionales de un conflicto, con el uso rutinario de armas químicas y/o bacteriológicas o virales, resulta ya lo suficientemente diferenciado de lo que se ha conocido hasta ahora en términos bélicos, que no pocos piensan que ese y no otro es el motivo por el que en la actualidad se ha visto una disminución de conflagraciones tradicionales, no así de la inversión en tecnología militar, que no ha parado de crecer exponencialmente en la misma medida que modos de enfrentamientos antiguamente usados, están siendo sustituidos por tácticas donde la manipulación mediática y o emocional juega un papel preponderante.


Ahora bien, poniendo en perspectiva todo lo que el actual estado de emergencia mundial que vivimos ha desencadenado, al alterar la regularidad de nuestra existencia, haciendo necesario cambiar los modos en los que solemos realizar nuestras actividades más cotidianas. Es justo decir que una parte sumamente importante de la cuestión, terminará por recalar en las consecuencias que el estrés por lo que estamos viviendo genera, así como también la necesidad de replantearnos severamente el modo en el que producimos y distribuimos la riqueza a nivel mundial.


Lo digo así para destacar la importancia de la salud emocional y/o mental, así como el valor de promover modos productivos que no comprometan la integridad ecológica del planeta, así como destacar la importancia de generar una mejor distribución de la riqueza. Porque si algo ha puesto en evidencia este actual estado de emergencia, es que la vulnerabilidad material de muchos sectores sociales, puede y de hecho habrá de tener efectos sobre las posibilidades que se tienen para hacer frente a escenarios semejantes.


En ese sentido, más allá de los efectos adversos que se ciernen sobre el panorama inmediato de esta contingencia por la pandemia de covid-19, se vuelve muy necesario comenzar a preguntarnos de qué modo habremos de transformar nuestras capacidades materiales e institucionales para evitar que se repitan escenarios como el actual. Porque como no lo hagamos la cosa podría tornarse cada vez más inestable. Es momento de ir pensando en el escenario pos pandemia con el cometido de anticipar los retos a los que nos habremos de enfrentar, porque es muy claro que no va salir nada bueno de continuar por el camino que hemos transitado hasta este punto.

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