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Ágora: Una reflexión personal en torno al covid-19 y la calidad de nuestra vida pública

  • Foto del escritor: Emanuel del Toro
    Emanuel del Toro
  • 13 abr 2020
  • 7 Min. de lectura

Una reflexión personal en torno al covid-19 y la calidad de nuestra vida pública.


El drama de esta crisis sanitaria es un reflejo de la multiplicidad de nuestras carencias e insuficiencias civilizatorias. La cosa es que en las condiciones que hoy enfrentamos no se está poniendo a prueba un modelo económico o un país, ni siquiera una comunidad internacional o la manera en la que esta interactúa. Es todavía mucho más hondo el reto, hablamos de toda una civilización, y con ella la lógica de pensamiento que la ha alimentado desde los inicios de sus cimientos. Una lógica en cuyo seno descansa como principal idea, la impresión de que vivimos por definición en un mundo regido por la escases y en su nombre es que tomamos todas y cada una de las decisiones que circunscriben nuestra existencia.


No es nada nuevo, siempre se ha dicho que la muerte a todos nos iguala, el miedo a morir es de las cosas que más frecuentemente define nuestras vidas. Es algo tan fuerte, que muchos no quisiéramos nunca tener porque hablar de un tema semejante, pero es un hecho que desde el momento mismo que nos damos cuenta que un día moriremos, buena parte de nuestros actos y/o anhelos se hallan indisolublemente ligados a dicha circunstancia. Por eso y no otra cosa es que hacemos todo lo que hacemos (mitos, cultura, historia, sociedad, sueños o anhelos y todo lo que alguna vez hemos imaginado), surge por las ganas de pensar que nacer tuvo algún sentido, ya sea lo mismo personal, que colectivo.


Algunos se conforman con ser recordados por sus seres queridos; otros en cambio, pierden la vida por acumular la mayor cantidad de bienes, en la esperanza de adquirir con los mismos una seguridad con la que comúnmente no cuentan, aunque esta sea transitoria, pasajera o ilusoria, así como el consuelo de que una vez que se hayan ido habrán dejado algo de lo que valerse a quienes aman. Otros se concentran en ser recordados para la posteridad en el contenido de sus ideas, de tal suerte que se pasan la vida buscando una idea que los inmortalice. Pero es un hecho que a todos o casi todos nos agobia la idea de que un día ya no estaremos más aquí.


Y no sé, quisiera poder ser total y llanamente sincero, pero me sigue pareciendo que la mitad de todos los problemas que esta crisis por el covid-19 ha desencadenado en los más variados campos de la vida, pudieron haberse evitado o al menos atenuado, si hubiéramos tenido mayor prudencia y responsabilidad en el modo de informarnos, así como en el de comunicarnos. Ya he abordado en otros momentos las implicaciones sanitarias y políticas, o las sociales, ni que decir las económicas, pero sigo sintiendo que algo me queda por decir y no sé muy bien de qué manera decirlo.


Pensando en todo lo que aquí expongo, hoy por la mañana le decía a una amiga, que usualmente cuando se tiene miedo pasan dos cosas, o nos paralizamos y lo mandamos todo al carajo; o de plano vamos tomando decisiones aceleradas, cada una peor que la otra. Y aquí es muy claro que no importa lo que cada uno piense, el punto es que muchos, incluidos nuestros tomadores de decisiones más importantes, estamos sobrecogidos por el miedo, la incertidumbre y la ansiedad. Eso pienso yo, nos está haciendo todavía más daño que la crisis sanitaria en sí misma.


La cosa es que mientras no hagamos un esfuerzo medianamente serio por mantener la calma, difícilmente seremos capaces de idear estrategias compartidas que sepan trascender nuestras carencias tanto personales como sociales. Ahí es donde pienso que no hemos hallado todavía un modo efectivo de responder a este reto monumental. Lo digo así, porque lejos de lo que cabría esperarse, la crisis actual, en vez de unirnos, nos ha hecho profundizar muchos de nuestros rasgos sociales más conflictivos. Cual si en el fondo resistiéramos aún la urgencia de cambiar nuestro modo de pensar. Estamos olvidando que no importa qué pensemos, es un hecho que nadie sale vivo de aquí.


Luego entonces, tendríamos necesariamente que comenzar a plantear las cosas de un modo radicalmente distinto y pensar que lo que aquí tenemos de frente, puede llegar a ser el reto más importante de nuestra historia. Lo que resulta un tanto desalentador, porque si algo hay que disponemos hoy, a diferencia de otros momentos de nuestra historia, es la capacidad técnica y/o logística de atender un problema común a todos, como si de una sola civilización se tratara, pero no lo estamos haciendo de ese modo. Antes por el contrario, prevalece la cortedad de miras, el divisionismo, la zozobra, el resquemor y el recelo. Con esos modos no llegaremos ni a la esquina.


Pero pongamos todo lo hasta aquí dicho en un escenario mucho más palpable que el meramente existencialista y preguntémonos sobre las consecuencias que cada una de estas consideraciones pudieran llegar a tener sobre la calidad de nuestra vida pública. El carácter salvaje de la lucha por el poder hace de la política un terreno propenso a la negación de nuestra vocación social. Como no se lo entienda, es casi seguro que sumar pandemia y polarización, serán nuestra perdición. ¿Qué por qué lo digo así?


En 2021 saldremos a votar los desempleados por esta crisis, los que terminen enterrando a sus seres queridos, y por supuesto, todos aquellos que hoy estamos siendo desamparados por el gobierno. ¿Qué harán entonces? ¿Repartir lo que hoy nos urge, dar las palabras de aliento de las que hoy carecen porque no ven el beneficio de hacerlo? ¿Prometer las medidas que hoy se están demorando en aplicar y que quizá para cuando lo hagan ya no sean suficiente? Mucho cuidado clase política, se la están jugando y de a gacho. Lo sé, para muchos de ustedes palabras como las que aquí os dirijo les tienen sin cuidado, porque dan por descontado que en México la sociedad es como la tela de la araña y el elefante, capaz de resistirlo todo y seguirlos votando.


Si casualidad no es que cuando hablan de sus consabidos escenarios electorales entre los de su misma clase, lo hagan siempre en términos de cifras, que si yo aporto a la campaña 5000 votos, que si fulanito ya apalabró los 2000 votos de sindicato de tal por cual, que si el amigo de un amigo ya se ofreció a traer 300 acarreados a favor del candidato oficial, con la esperanza de un huesito en la administración si este llega; y tantas lindezas más del estilo. Y es lo mismo en absolutamente todas las trincheras, no hay ni una sola que se salve, porque los que pudieran hacer la diferencia en todos, repito, todos los partidos, jamás son genuinamente escuchados por sus dirigencias.


Si el gobierno en todos sus niveles no nos puede ayudar en este paro forzado, o no lo puede hacer de menos como el ciudadano promedio piensa que podrían, ¿por qué los ciudadanos que no tenemos ni con que trabajar si nos tenemos que poner la camiseta y seguir pagando lo que siempre pagamos? Cuando es claro que los impuestos que les damos sólo sirven para garantizar que los funcionarios de primer nivel, sus familias y sus allegados sigan cómodamente guardados en casa, mientras los de a pie seguimos con la angustia contenida en la garganta, porque no sabemos cuánto más va durar la actual situación, y de qué modo habremos de sobrevivir.


No, no y no, no se quieran pasar de listos señores, salen en todo tipo de medios declarando que nos van ayudar, que tomaran medidas, que ya tienen todo bajo control, pero nomás no vemos nada claro. Señores, no se hagan tontos, opciones hay muchísimas; no cobro de impuestos, disminución del IVA, exención de pagos en servicios privados que comúnmente se cobran o pagos diferidos, vamos, no todas pasan como algunos piensan, con que entreguen dinero público en la mano.


Pero tienen la cabeza tan podrida de esa lógica electoral clientelar, que todo lo ponen en términos de hoy te doy y mañana te cobro, y justo ahí es donde la lógica ya no les cierra, porque aunque no lo digan, muchos de ustedes se preguntan ¿y entonces qué nos van a dar los ciudadanos si no es año electoral?, ¿o qué, apoco ya les olvidó que el año que viene son elecciones?, no lo creo. Si por algo viven ustedes a cuerpo de rey, es porque tienen secuestrados las posiciones del Estado, no sólo para servirse de él, sino además para no dejar llegar jamás a personas que pongan en peligro la regularidad del orden que garantiza todos esos horrendos privilegios que han ido acumulando durante generaciones; de cualquier modo, poco servirá el asistencialismo mientras sigan teniendo enquistados en sus estructuras a personajes ruines y vulgares, intermediarios que hacen de la necesidad de quienes menos tenemos su moneda de cambio.


Es en circunstancias como las actuales donde se ven quién es quién, y la verdad es que a todos los niveles de gobierno, no sólo al federal, les está quedando muy grande la encomienda. Y les está quedando muy grande desde lo más elemental, no son siquiera capaces de renunciar a su lógica cortoplacista del seguirse tirando tierra unos a otros, mientras los ciudadanos seguimos no sólo precariamente como toda la vida, encima aterrados de ver ya no el efecto de la pandemia, sino el tamaño de su incompetencia para no ser siquiera capaces de ponerse de acuerdo entre ustedes para otra cosa que no sea la conservación de sus privilegios.


No estamos ya para juegos, ni para cálculos mezquinos donde lo que prime sea la lógica del cuál irá a ser el impacto electoral si se decide una cosa o la otra. Que no pase lo que ha pasado en otras tragedias, donde un caudal infinito de solidaridad internacional se ha topado desde siempre con la lógica cortoplacista de los intermediarios que prefieren acumular en bodegas lo que era para ayuda de todos; que no pase lo que ya antes ha pasado, donde las emergencias ponen al límite a todos, mientras se sigue viendo que ustedes, los de arriba, los privilegiados, los que no saben qué es pasar hambre, agobio, miedo y miseria se siguen batiendo en duelos imaginarios que sólo existen en la estrechez de sus mentes, mientras los de abajo permanecemos a merced de no saber siquiera si mañana habrá de salir o no el sol.


Al final si algo queda claro después de tres semanas de suma zozobra e incertidumbre, es que independientemente de si se tiene poco o mucho, o de qué piense cada cual, nadie extraña nada superficial ni material. Antes por el contrario, todos extrañamos una conversación, una puesta de sol, una caminata al aire libre, un abrazo, la visita de un amigo o pariente y pasar el tiempo con quienes amamos, así de simple es la vida. Ruego que lo que hoy vivimos, sirva a todos para recuperar la dimensión de lo humano.








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