Ágora: Algunas consideraciones sociales de cara a la contingencia por el covid-19 (PARTE II)
- Emanuel del Toro

- 6 abr 2020
- 7 Min. de lectura

Algunas consideraciones sociales de cara a la contingencia por el covid-19. (PARTE II) En este país hay la de cosas mal hechas para aventar, que si alguien es culpable en México de lo que estamos pasando hoy, es la clase política. Pero no nos llamemos a engaño, la cosa no es privativa de las actuales autoridades que ya recibieron la estafeta lo que sigue de descompuesta; y me explico más claramente. Llaman a la prudencia pidiéndonos que paremos trabajos y vayamos a casa, pero no se ponen a pensar que el 70% de la población económicamente activa del país, vive al día; aconsejan el sano distanciamiento, pero no se ponen a pensar que la casa promedio en el país, es por avaricia de los constructores, un auténtico palomar, por lo que el hacinamiento de millones resulta todavía más peligroso que el hecho mismo de andar en la calle. Señalan que la cosa podría ponerse crítica, considerando la alta incidencia de obesidad y mala alimentación en el país, pero no dicen que la mayoría de los trabajos tienen condiciones tan inhumanas de operación –no pocas veces incluso sin prestaciones mínimas–, que los trabajadores son como ya había dicho líneas arriba, prácticamente esclavos no declarados de sus patrones, con jornadas labores tan fuera de toda proporción y salarios de miseria, que muchos ni tiempo tienen de comer sanamente. Y así podría seguir enumerando la de situaciones que se nos acumulan. Si todo lo que podría desatarse por décadas de abuso privado e inacción estatal de todo tipo de gobiernos, no nos hace eco en la cabeza, respecto a que no podemos seguir por donde hemos ido los últimos 40 años, no sé qué cosa más complicada tenga que pasarnos, para que se detenga tanta miseria y complacencia de todos. Porque esto que digo ni es nuevo, ni mucho menos el hilo negro, pero es la realidad de millones en el país que sufren en silencio una miseria tan atroz, que muchas veces no tienen ni modo de describirla, por mucho que les haga la vida un autentico infierno. Lo he dicho en varias oportunidades, pero lo vuelvo a repetir, si alguien habrá de ser responsable en el caso de que mucho de lo que hoy sucede escale, es nuestra propia clase política y con ella la indiferencia de millones de ciudadanos que han guardado silencio, unos por conveniencia, en la esperanza de verse beneficiados, otros por la creencia de que no pueden hacer nada, y no pocos más, por el egoísmo propio de pensar que bastará con librar el pellejo propio, para que el país de todos, permanezca siendo el país de nadie, al servicio de los pocos, mientras los muchos vivimos y morimos miserablemente. Decir que no se puede hacer nada, o que ya hemos hecho todo lo posible por revertir tanto que hoy promete ponernos en jaque, es no tener vergüenza. Ahora bien en esta contingencia hay entretejidas distintas implicaciones; primero, están por su centralidad las sanitarias; segundo, se agolpan también las económicas, por el peso que la cuestión tiene en un país donde el grueso de la actividad económica se lleva sin derechos de por medio y viviendo al día –tales efectos no son privativos de este país, antes bien, habrán de pesar para todo el mundo; tercero, las de orden alusivo al gozo de las libertades civiles o personales, (la cosa es que quienes mejor lo han llevado son a toda regla regímenes no democráticos, donde o no existen libertades o estas se hallan severamente limitadas). No es pues, sólo cosa de decirle a todos que se vayan a casa y paren actividades –como finalmente ocurrió esta semana por instrucciones de gobierno federal en la voz del Dr. López-Gatell. El tema es que del mismo modo que hay entretejidas distintas consecuencias, es un hecho que la actual crisis promete tener efectos de tiempo, tanto en lo inmediato, como en el mediano y largo plazo. Y ello habrá de ocurrir se encuentre o no un remedio que nos permita ganarle tiempo al tiempo, con la eventualidad de reconocer que escenarios como el actual podrían llegar a ser más recurrentes de lo que se piensa, en tanto no se haga el esfuerzo de desactivar las condiciones estructurales que nos han llevado a tal escenario. El drama de esta crisis sanitaria es un reflejo de la multiplicidad de nuestras carencias e insuficiencias civilizatorias. No se está poniendo a prueba un modelo económico o un país, ni siquiera una comunidad internacional o la manera en la que esta interactúa. Es todavía mucho más hondo el reto, hablamos de toda una civilización, y con ella la lógica de pensamiento que la ha alimentado desde los inicios de sus cimientos. Lo de menos por decir al respecto, es que esta contingencia debería servir para sacar valiosas lecciones personales y colectivas; entre las primeras destacaría la necesidad del ahorro, así como la utilidad de hacer por cuenta propia, mucho más que lo que compramos, esto es reaprender la importancia de no depender exclusivamente del mercado para satisfacer nuestras necesidades, tal y como se hacía antes; entre las segundas, destacaría la organización colectiva de la sociedad para causas en común, una organización que no sólo se aplique a estados de emergencia como el actual, sino que opere de forma regular para exigir que las autoridades actúen siempre con apego a los intereses de la ciudadanía. La pregunta que como Politólogo me hago para México, es: ¿Existe manera de atender eficientemente las recomendaciones dadas por los expertos en un país con alto índice de marginación social, así como una alta desconfianza hacia las instituciones públicas y un muy bajo umbral de respeto por la legalidad? No tengo idea, dejo este cuestionamiento abierto, pero lo uso para poner en evidencia que la actual situación se encuentra atravesada por muchas incidencias que rebasan lo estrictamente sanitario. En tales condiciones es comprensible que los efectos desatados por cualquier estado de emergencia terminen escalando de forma mucho más profunda de lo que cabría esperar si tales cuestiones no fueran todo lo conflictivas que son. Si a ello se suma una opinión pública sumamente polarizada, puede entenderse mejor la complejidad de lo que aquí se entreteje. Ahora bien, la nuestra es por distintos motivos que no puedo detenerme a analizar en este breve comentario de opinión, una sociedad con muy malos hábitos informativos, mismos que se traducen en un pobre involucramiento del ciudadano promedio con el desarrollo de la vida pública, tanto en lo local, como en lo nacional. Esto ha tenido efectos lo suficientemente serios, como pensar que está lejos el fin de la pandemia en este país. La cosa es que pese a todo lo que se ha dicho, persisten todavía más preguntas que respuestas. En México la deficiente prevención y control de la epidemia es un espejo de nuestros vicios sociales e institucionales más arraigados. Por lo demás, lo que se observa en el mundo es que se intenta replicar las medidas que se tomaron en China, bajo condiciones sociales mucho más fragmentadas donde el tema de las libertades civiles se contrapone o rivaliza con la lógica sanitaria. ¿Qué es lo que esto significa? Que en el resto del mundo hay sociedades mucho más complejas y o movilizadas, lo que suele incrementar considerablemente los costos de tomar decisiones colectivas. Lo digo así, porque como ya he dicho antes, no pocos piensan que el tema se reduce a la responsabilidad personal, o a la inacción gubernamental. A propósito de la cuestión institucional, unos meses atrás, le decía yo a un amigo, que el único modo de saber realmente qué tipo de gobierno se tenía y el alcance o idoneidad de nuestros modos de tomar de tomar decisiones, era confrontarlos con retos tan severos, que no quedara lugar a dudas respecto su capacidad o incapacidad. Por obvias razones, la oposición ha utilizado esta emergencia mundial para reconfirmar la misma opinión que desde siempre ha vertido sobre el gobierno actual. Y aunque no falten razones para pensar que todo lo que se ha hecho o dicho, no ha resultado como se esperaba originalmente, tampoco es menos cierto que la magnitud del reto actual, así como las insuficiencias de nuestro modelo de gobierno y los numerosos vicios sociales e institucionales que arrastramos desde siempre, difícilmente le permitirían a cualquier otro Presidente, tomar mejores decisiones. Más claro: Aún si quien gobernara hoy, fuese cualquiera de los contendientes de 2018, es casi un hecho que no conseguirían mejores resultados en esta contingencia de los que se en efecto se han obtenido hasta el momento. Cabría preguntarse al respecto: ¿Cuál es la relación entre las formas de gobierno y la eficiencia de la toma de decisiones? Dejo la cuestión abierta para análisis venideros, porque pase lo que pase en los próximos días, todo parece indicar que la crisis actual está todavía lejos de terminar. Por cierto, establecer notas periodísticas o incluso comentarios de opinión en torno a lo que una persona dice, pero sacando de contexto sus palabras hasta hacerle decir algo que no dice, así se trate del Presidente, es la cosa más petulante e improductiva que un analista político puede hacer. Que lo hagan con tal regularidad, no sólo pone en evidencia la cortedad de miras con la que enfocan sus análisis. Además los revela como faltos de ética y acólitos ideológicos de intereses que poco o nada tienen que ver con su estatus de académicos, detrás del cual se escudan muchos comentaristas de opinión y o periodistas en este país, para verter sus sesgos y complejos de clase, haciéndoles pasar por análisis objetivos de la realidad. La crisis mundial actual nos vino como anillo al dedo, para no cejar en nuestro empeño por combatir la corrupción –fue lo que el señor Presidente dijera en una de sus habituales mañaneras. Si, de acuerdo, el mal es la pandemia que a todos nos asola, pero la insuficiencia de recursos que tenemos para hacerle frente en México, es resultado de muchos vicios institucionales, que no sólo han evaporado los recursos del Estado para actuar en cualquier circunstancia, además han limitado las perspectivas de vida de la mayoría de sus ciudadanos. No hay que descontextualizar lo que una persona dice. Sacar de las declaraciones de una persona lo que les viene en gana, no es lo más atinado que una oposición madura y responsable puede hacer en tiempos de crisis como los actuales. Quienes de ese modo actúan, parecen fundamentalistas ideológicos, en una guerra que sólo existe en sus mentes, para tratar de justificar lo indefendible. Es claro que aquí se necesita más que utilizar las circunstancias para probar que lo que se piensa es o no cierto. Porque la cosa está muy lejos de haberse terminado, actuemos pues con responsabilidad, pero sobretodo al margen de intereses particularistas.

















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