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Ágora: Una reflexión personal en torno al paro del 9 de marzo (PARTEII)

  • Foto del escritor: Emanuel del Toro
    Emanuel del Toro
  • 16 mar 2020
  • 4 Min. de lectura

Una reflexión personal en torno al paro del 9 de marzo. (PARTE II).


La semana pasada en un comentario que titulé “Una reflexión personal en torno al paro del 9 de marzo. (PARTE I)”, utilicé este espacio para reflexionar en torno a la importancia de llamamientos públicos como el del 9 de marzo pasado, en esta ocasión aprovecho el mismo para terminar de redondear mis propias consideraciones de realizar dichas convocatorias, que si bien las considero valiosas como experiencias colectivas que nos ayuden a socializar temas de importancia social, las pienso también modestas en alcances.


Algunas personas me han dicho que por algo se empieza y que el cometido en sí, sería promover al menos un cambio en el pensamiento. Y aunque entiendo el punto de cambiar la manera de pensar, el detalle que me preocupa es que dada la gravedad de la situación con la inseguridad, no creo que estemos ya para respuestas en el nivel de lo simbólico. Muchas de las sociedades que comenzaron con la cuestión de hacer paros para concientizar sobre la violencia de género, son a toda regla sociedades donde el Estado de Derecho funciona más o menos bien, en su mayoría europeos.


Acá en América Latina la cosa es todavía más honda, porque ni siquiera tenemos una legalidad que se extienda de forma regular, esa ausencia de legalidad no sólo pesa en cuestiones tan tajantes como ser violado o asesinado, también pesa en temas como lo laboral o la brutal desigual que existe, el país es tan desigual, que con frecuencia el que es pobre materialmente hablando, también lo es en términos políticos para siquiera exigir sus propios derechos. Si realmente estamos comprometidos, tenemos que ir ideando esquemas de participación e involucramiento, mucho más amplios y regulares, vamos, que no se limiten a cuestiones de un día o en posiciones segmentadas, es decir de un grupo en específico u otro.


Asimismo diré que a diferencia de lo que asumen algunas posiciones dentro del espectro del feminismo, yo soy de la idea de que a la mujer no la matan por odio o por el hecho mismo de ser mujer, la matan por la grave ausencia de Estado de Derecho en medio de la cual vivimos. Ojo cultura machista la hay y lamentablemente muy enraizada, pero difícilmente se vería el nivel de violencia que existe en el país, si no hubiera la impunidad que aquí tenemos, donde el 98% de los delitos quedan impunes. La cosa es que, machistas o no machistas, difícilmente la gente se lo pensaría dos veces antes de hacer cosas fuera de la ley, si esta realmente rigiera.


Se podrá odiar todo lo que se quiera a una determinada persona o grupo de personas, seguro que sí, pero es un hecho que si no tuviéramos en términos legales el grado de impunidad que existe en el país, sería bastante improbable que delinquir. Decir que a las mujeres las matan solo por odió y o machismo, es machismo o cuando menos sexismo en sí mismo, es esa vieja idea de que a los hombres los matan sólo porque suelen ser más conflictivos, o también esa otra idea que siempre alegó el gobierno para justificar el no hacer nada, que los matan porque andan en malos pasos.


A lo que voy con todo esto, es que mientras sigamos privilegiando enfoques segmentados en el análisis de los problemas que a todos nos preocupan, difícilmente lograremos hacer diferencia en su resolución. Tampoco pienso muy útil adoptar narrativas simplistas como aquella de quienes dicen que el clima de violencia de vivimos es una lucha entre buenos y malos. Ese tipo de discursos se hacen eco de ideas todavía más enfermas o retrogradas, como las del perdón, la culpa o el pecado, cual si una determinada denominación confesional se tratara.


Todo eso podrá estar muy bien para la esfera de lo privado, pero no puede ser la fundamentación de un Estado de Derecho en una república democrática. La seguridad está mucho más allá de ser una lucha entre gente buena y gente mala, porque aunque no falten razones instrumentalmente útiles para tener en cuenta la dimensión de lo moral, lo cierto es que lo que urge es terminar con ese horrendo lastre de impunidad que nos persigue históricamente. La ley debe dejar ser un instrumento político que se usa selectivamente según la conveniencia del de turno.


Porque insisto, si nuestra legalidad se extendiera de forma regular a lo largo y ancho del país, dejando fuera criterios particularistas o discrecionales, ya desde cuando muchos de los que delinquen se lo pensarían dos veces antes de dar rienda suelta a los actos más viles. Quien delinque lo hace no por malo, bueno o regular, lo hace porque sabe que el costo de hacer lo que le venga en gana, será siempre muy bajo o nulo; más claro: Quien delinque, delinque porque puede. Porque rara vez alguien paga.


Sin duda, discutir problemas públicos cuyas implicaciones sociales generan opiniones divididas me ha llevado a pensar que no todas las reacciones que la gente tiene con uno por lo que decimos o pensamos, tienen realmente que ver con uno; muchas veces las personas reaccionan de forma inesperada a lo que se les dice, como a lo que ellos mismos captan de la realidad, incluso cuando se trata de cuestiones totalmente ajenas a ellos, que sacan a relucir conflictos personales con los que llevan mucho tiempo lidiando. No estoy seguro si todos se habrán preguntado alguna vez lo que aquí trato de exponer, pero quizá si tuviéramos más en cuenta cuestiones semejantes, contribuiríamos a elevar el nivel de la discusión, despojando el diálogo lo más posible de subjetividades conflictivas.


De cualquier manera, aún con todo lo que hasta aquí he dicho, podré ser lo bastante escéptico con los alcances de protestas como las de parar actividades, pero sin duda, aún con tales salvedades, prefiero que se realicen a que no se lleven a cabo. Porque siempre he sido de la idea de que con una sola voz que se llegue a silenciar en torno a los problemas que a todos preocupan, dejaríamos de ser una sociedad genuinamente democrática. Así las cosas, me queda claro que esta es la hora de que la voz de las mujeres se deje sentir en toda su magnitud. Esperemos pues que nuestro orden institucional sepa ser consecuente con los problemas que dichas voces manifiestan.

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