Ágora: La oposición en tiempos de la 4T
- Emanuel del Toro

- 17 feb 2020
- 2 Min. de lectura

La oposición en tiempos de la 4T.
No comprendo el exultante goce de aquellos que se regodean de que el país no salga adelante, aún si ello significa su propio estancamiento. Es como si su ansiedad por demostrar que quienes no piensan como ellos están equivocados, bien valiera la desazón personal de verse hundir con todos, con tal de poder decir que siempre tuvieron la razón.
Esa no puede ser la consigna de una oposición madura y responsable, con aspiraciones de volver a ser gobierno, porque más que inquisidores del actual régimen, debieran estar jugando el papel de monitores sociales para la moderación de los excesos institucionales, pero sobretodo, cuidándose de demostrar que en lo sucesivo habrán de ofrecer soluciones efectivas a los problemas que hoy señalan tan puntillosamente, sin haber contribuido en su momento a desactivar las razones que los apartaron del poder
Más claro: La cosa no es sólo demostrar que tuvieran o no razón, o siquiera señalar lo que parece estar yendo mal, sino dejar en claro que tienen una estrategia definida y viable para remediar la actual situación, sin menoscabo de los elementos que otros competidores tanto han insistido en poner sobre la mesa de la discusión.
Lo digo de este modo, porque da la impresión de que aquellos que hoy señalan desde la oposición el bajo rendimiento de la economía, o el recrudecimiento de la violencia en el país y las dificultades que las autoridades han tenido para hacer frente a sus múltiples consecuencias sociales y legales, dieran por descontado la idoneidad de las decisiones que se tomaron en pasadas administraciones, no sólo como indicativo de su inminente regreso al poder, sino también como razón para dejar sin efecto la búsqueda de reformas y nuevos equilibrios institucionales que se traduzcan en políticas públicas que sensibles a las necesidades de quienes menos tienen.
Cual si todo en los pasados gobiernos hubiera salido a pedir boca y libre de contradicciones, sin embargo, por razones que no me detendré a explicar aquí, hay una perenne incapacidad de quienes más tienen, para reconocer las preocupaciones y la realidad de quienes menos tienen, y eso tiene efectos insospechados no sólo para el modo como se comprende el mundo, sino también sobre el tipo de sociedades que somos capaces de construir.
El punto es que esta creciente polarización de opiniones en lo político, que tiene encontrados a quienes apoyan al gobierno, frente a quienes todo lo señalan y o descalifican, no es fenómeno nuevo, pero si que obedece a cuestiones estructurales que difícilmente se habrán de resolver a través de los causes institucionales conocidos, mientras permanezcamos incapaces de integrar de forma equilibrada ambos componentes de nuestra sociedad.
Porque se esté o no de acuerdo con el actual régimen, lo cierto es que históricamente hemos adolecido de la capacidad de conjuntar ambas visiones, lo que ya nos ha cobrado suficientes desaciertos como para seguir insistiendo en semejante cortedad de miras. Queda por resolver si ambos bandos implicados comprenden a cabalidad las consecuencias. Aunque da la sensación por el bajo nivel de la discusión que se privilegia, que estamos todavía muy lejos de siquiera ser capaces de sentarnos en la misma mesa para dialogar todas y cada una de las diferencias que los separan.

















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