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Bitácora de Marly: Cacería

  • Melissa Aguilar
  • 28 nov 2019
  • 2 Min. de lectura

Cacería


Es medianoche. Presientes la mirada. Nadie te sigue por las calles de la ciudad. Las personas caminan sin prestarte atención. La sensación de ser vigilada no disminuye. Tus pasos son cada vez más rápidos. Estás casi corriendo. Escuchas tu respiración agitada. Sabes que falta poco para llegar a tu casa. Un escalofrío recorre tu espalda. La mirada continúa sobre ti.


Temblorosa, sacas las llaves de tu bolso. Entras y te recargas en la puerta. Suspiras aliviada porque al fin estás en la intimidad de tu hogar. Entonces reparas en los ladridos de tu perro. Lo encuentras en tu habitación; le ladra a la computadora. Incrementa la sensación de vigilancia. Deseas controlar tu miedo, pero él ya se ha adueñado de ti. Quieres que el perro se calle. No confías en tus investigaciones.


Recuerdas que tienes una opción: matar. El perro persiste con sus ladridos; lo abrazas y con un movimiento rápido te adueñas de sus legañas. Cierras tus ojos. Cuentas hasta tres. Uno. Prestas atención a los latidos fuertes de tu corazón. Dos. Te repites que estás preparada. Tres. Abres los ojos. Ves lo mismo que tu perro.


Descubres el espectro que te espía desde una semana atrás. Tienes cinco minutos para reaccionar a tu favor. El espectro te deja sola en la intimidad de tu habitación. Te sientas en el escritorio. Inicias sesión en tu computadora. Entras a la aplicación que le permite viajar a tu alma de una habitación a otra.


Llegas a la habitación del espectro. La reconoces porque fue tu pareja. Te queda un minuto para actuar. No puedes perder el tiempo porque si despierta, morirás. La sesión de su computadora está bloqueada. Intentas con su fecha de nacimiento. Error. Intentas con la fecha del día que ambos se conocieron. Correcto. Percibes movimiento en el cuerpo del hombre. Apresurada encuentras la famosa aplicación y la eliminas. Eres consciente del debilitamiento de la respiración del hombre. Escapas.


Al día siguiente lees en Facebook que a causa de un paro cardiaco murió el hombre que te acosaba. Sin embargo, tú sabes la verdadera razón. Su alma, sin código de aplicación, no alcanzó a vincularse con su cuerpo. Eres una asesina.

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