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Soflama del día: Cuando vienes de Armando Polanco


Cuando vienes de Armando Polanco


Canto unipersonal de amor y de nostalgia


El mensaje que persigue Armando Polanco en este libro, es de múltiples alcances. Trabajados a largo de más de una década, cuarenta y dos poemas -apenas uno más para haber empatado con el emblemático 41 en la historia de México- remiten a la contemplación, o quizá expresaría mejor la idea en su tiempo pasado: a la versificación del recuerdo, la remembranza de un amor correspondido que el poeta crea y recrea en la memoria, ya en soledad. Alude a la fructuosa concepción bíblico-genésica de: “(…) y vio que todo cuanto hizo fue muy bueno”.


Así, con ojos de dios altivo, como escribe Armando, Miguel Ángel debió embelesarse ante El David en proceso, Bernini cuando intervino Hermafrodita durmiente, Jacques Louis David brocha en mano, frente a Leónidas en las Termópilas, en el instante cuando decidió incluir la mano de un espartano sobre el pecho desnudo de otro, acariciándolo; o bien, Federico García Lorca cuando escribió con tremenda provocación paradójica queer, la Oda a Walt Whitman en Poeta en Nueva York. Con esos ojos, Armando Polanco se place de un cuerpo teocéntrico, que todo lo origina, se le atribuye y encauza hacía sí, pensamiento, palabra y acción.


No ha sido aplicado hasta donde creo, la palabra muso, como neologismo. Tampoco es necesario. En la historia del arte está presente el concepto, influye, detona, es inherente a la belleza, es deferencia al cuerpo masculino y su espíritu; las musas tienen por supuesto un pedestal privativo que ninguna corriente de pensamiento destronará.


El arte es herramienta cordial -bajo la etimología del corazón- para establecer un discurso que propugne por garantías de igualdad, respeto a la diversidad y expresión libre, sin el menester de erguir cualquier postura radical demandante.


Cuando vienes atiende a una nostalgia, de principio, placentera, se vuelve a vivir. Mediante versos de arte menor, directos, situándose en la certeza de que menos es más, el erotismo sutil es descrito sin ir más allá, sobre fluidos, partes específicas del cuerpo, no, es la entidad amorosa enmarcada por la naturaleza, un rio puede ser, el mar, para una imagen onírica en la distancia.


Hay una cascada o torrente que avanza para la satisfacción de los sentidos. Comienza por el oído. Los primeros versos guían al lector en la permanencia de vibraciones, de una sonoridad pacífica que rompe el silencio.


Hablaré de ti ahora


porque este silencio me conmueve.


(…)


Tu nombre

es latido de nostalgia



Se produce el sonido, da la pauta. El silencio cumple una función de marco, como la naturaleza y la nostalgia lo son para la entidad amorosa. El canto no termina: Canto de humareda/(…)cantos y aves/(…) canto al oído /(…) canto silencioso/(…)canto sostenido de alfileres.


Esta breve letanía aparece dispersa en distintos poemas, como un juego que el autor condensa y para el cual nos prepara en el poema XI titulado Alud donde, mediante el recurso de la anáfora, multiplica una cascada de ojos. Allí, además del oído, la vista gana terreno, luego entonces ambos sentidos precedentes del tacto en la memoria, anuncian la cúspide del encuentro, pronta delectación de la carne.


Abordado el tema estructural, otro recurso estilístico hallado es la aliteración. Como José Zorrilla lo hiciera en El ruido con que rueda la ronca tempestad, con esa “erre” que imita y acentúa la imagen, Polanco lo practica en dos versos con la “ese”:


regresa sediento


de sedas negras


Reitero, ello, como ejemplos en la ponderación del sonido en fondo y forma, aunado al acto de contemplar en la memoria, desarrollados hacia la primera parte del poemario. Aunque el agua lo hizo en el primer poema, tocó, la transición al tacto palmario aparece en los poemas Díptico a tus manos I y II. Lo céntrico persiste, esa sensación que provoca y (…) todo se ilumina cuando vienes. Escala al abrazo, hay una comunión física, sin dejar la ensoñación ni cierta inocencia infantil. Prueba de ello está en los detalles diseminados de juguetes y de juegos en domingo.


En el poema De diversa unidad data una historia grabada en el cuerpo del poeta. Nombres propios revelan un registro de quién estuvo allí; hace las veces de cajas de resonancia y de luz, un arcón vivo donde el poeta guarda su canto a ellos, en consecuencia, un canto a sí mismo. El epígrafe de Walt Whitman advierte de ese elemento.


Poco a poco la soledad se acentúa, lo cotidiano, aspectos de la vida periódica ganan terreno, el presente sobre el pasado, y no pierde el significante poético; en una implosión de reminiscencias la hoja en blanco absorbe las emociones. Polanco escribe sobre el proceso creativo. Percibimos otro gran amor, un pueblo, donde nació y habita, Coquimatlán lo acoge como una madre.


El ser amado, su recuerdo, es diluido en apariencia ante el amor propio y la vocación de escribir, no es el cuerpo antaño venerado ya, es el sentimiento que genera. Mediante el uso de sustantivos específicos, opuesto a cualquier forma de perífrasis, finaliza el poeta con el uso de metáforas reducidas a la expresión mínima de una mera combinación de palabras aisladas. Un ejercicio interesante. Cuando vienes, complemento circunstancial de tiempo, es declaración dicha con amor a la poesía. Gracias.


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