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Soflama del día: "Derrota de Mar ", de Marco Antonio Murillo


"Derrota de Mar[i]", de Marco Antonio Murillo



Embravece caída la tarde: el mar. Con el estruendo de las olas canta victoria, marcha triunfal en tanto la playa cede terreno. Se abaten castillos de arena; piedras y conchas u objetos dejados por el hombre vuelven o entran por primera vez. A esa hora, imaginemos la ocasión, un poeta, Marco Antonio[iii] Murillo se levanta y anda libro en mano mar adentro, a pararse con el agua a la cintura e iniciar en voz alta una lectura de poemas incluidos en Derrota de mar.


La conquista sobre el dominio marino consistiría en el breve lapso de calma suscitado, como a una bestia, únicamente con el uso de la voz que acaricia y sosiega. Es posible.


Parado en el punto de separación entre uno y otro elemento de la naturaleza, mejor dicho, en el empalme de dos umbrales pisa sólido por una parte, levanta el agua por el otro, y revela el primer poema: Umbral. Trasluce allí la ensoñación de escribir poesía, avisa de remembranzas y porvenires, consciente de la aparente fragilidad sostenida en sus manos, tratándose de un pequeño ser vivo:


Soñé con la poesía,

la soñé pequeña y temblorosa como una salamandra,

negra como la sed de no haber visto el mar desde hace años.

El bosque del lenguaje ardía toda la noche en el vientre de

mi madre

y la poesía corría y el fuego la alcanzaba.


Oportunamente, Jean Chevalier ilustra que la salamandra es “[…]una especie de tritón que los antiguos suponían capaz de vivir en el fuego sin consumirse. […[ manifestación viviente del fuego; […] A la inversa, se le atribuía el poder de apagar el fuego, por su excepcional frialdad”.


El agua, sobre todo del mar, como símbolo de vida, caldo del cultivo, es origen genésico. En ese primer poema el principio y el fin circundan un bosque incendiado. La propia existencia es parte de una serie de cuestionamientos que se hace con entera honestidad, en torno al papel que juega el poeta en el mundo:


Tengo el presentimiento de que el cielo está a punto de

partirse en una gota hacia el océano.


El verso mantiene la cesura de su propio ritmo, sin una intención lírica del todo. Donde corta no lo hace por obligada pauta final de la hoja sino en aras de resaltar la siguiente figura. Cruza a la prosa donde así lo requiere. La ola sigue su curso porque debe, avanza y se retrae, así sea en el cuerpo de un poema o sobre islas enteras.


Además del oficio de escribir poesía, otros más se mencionan en Derrota de mar. Hay sopladores de vidrio que vienen a deslegitimar a Prometeo; marineros que asocian la nostalgia con el sueño; ebanistas que tallan efigies-mascarones de proa, aunque el simple aroma de la madera y la música emitida al zanjar el mar, sean de suficiente estética en tanto se palpa el cuerpo de una mujer; entran clavadistas al cruce de umbrales de la vigilia al sueño, y viceversa; hay múltiples soñadores en el libro, excepto los peces porque su lugar está en la profundidad del alma. Convergen hilanderas, sí, evocación de Penélope, donde su belleza radica más en hilvanar el horizonte u obsequiarle hilo a los niños para atarlo a la patas de los pájaros y […]


Por la noche cada pájaro vuelve a su jaula

y cada hilo de la vida es devuelto

cautelosamente

a la madre,

para que lo zurza

en la camisa que vestiremos mañana.


La nostalgia de la niñez, a propósito del poema Alfabeto de los pájaros, ofrece un epígrafe de Rafael Cárdenas que define terredad, además de palabra poética, otra ubicación entre dos polos, dos umbrales.


Marco Antonio Murillo iguala el retorno a la inagotable Ítaca, en la costa yucateca. En su trayecto personal, además de navegar, sobrevuela mares para trazar una propia cartografía. Alude a Odiseo, aunque deja a los marinos el encanto de las hilanderas. Hay una mujer hecha de ébano en su memoria.

La cuestión medular del poeta es:


¿Qué derrota lleva ese mar

que engulle al horizonte?

¿Y aquel otro

que deja la bahía

templada de pecios pelados?


Agua adentro,

así como la nave de Ulises

se destroza, un hombre que nada

pierde su cuerpo.


Puede uno adentrarse a la poesía en Derrota de mar como a sus aguas, siempre y cuando sepa de este exhorto: […] ¿Quién, pues, en nosotros viaja que no tiene bajeles en mar? ¿Vivir no tendrá su fin? ¡Que nadie muera que no haya amado! Así está escrito en Estrecho de los bajeles, obra de Saint John Perse.





[i] DERROTA DE MAR. Jaguar Ediciones, colección Lince, 2019, 79 pp. Colima, México. ISBN: 978-607-4305-72-2




[*] Licenciado en Letras y Periodismo por la Universidad de Colima. Ha participado en talleres literarios de narrativa y poesía. Publicaciones: Una llama extrema de jirones (Poesía); Copa de Nada (Poesía, Beca del Pecda 2016). Fue antologado en Poesía Visual Mexicana, colección de libros-objeto (INBA-Conaculta-Ediciones del Lirio); Ganador de la categoría Poesía de los Juegos Florales de la Feria de Todos los Santos Colima 2018; Ganador del 2do. Concurso Nacional de Cuento Breve de Rock Parménides García Saldaña 2019.




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