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La espiral de Elliot: Cada año reverdece la higuera


Cada año reverdece la higuera


Lo que mantiene en total cohesión a un pueblo, son sus tradiciones. Es una premisa que desde antaño funciona para todas las poblaciones que tienen algo con que identificarse. Esas cosas que la definen como puede ser el color, la vestimenta, la comida, la música, la arquitectura, la literatura, la flora, la fauna, la orografía y la hidrografía, dan identidad entre otras tantas cosas. Cada pueblo sabe celebrar lo antes mencionado a su manera y es ahí donde radica la unicidad de la memoria ante el tiempo. Villa de Álvarez, Colima, fue fundada el 15 de septiembre de 1550, y antes de obtener el nombre actual, tuvo el nombre de San Francisco de Almoloyán, mismo que ostentó hasta 1860 cuando por decreto constitucional pasó a nombrarse como actualmente la conocemos, en honor a José Manuel Dolores Álvarez Zamora, primer Gobernador Constitucional del estado de Colima (1800-1857), cargo que desempeñó por el fugaz periodo de 37 días, antes de perder la vida en un motín que encabezaron Mariano Véjar y José G. Rubio.



El año de 1857, también viene a ser un año que unirá a la sociedad villalvarense. Es el año en el que, por primera vez, se realiza la festividad que hoy cumple 162 años. Es el punto de partida de un pueblo que busca insertar en la memoria un destino, primero religioso y por consiguiente, social. Religioso porque en la construcción de una fe y una devoción ante las calamidades que azotaban al estado naciente, todo el pueblo se volcó ante un santo y ese fue San Felipe de Jesús. Este fraile franciscano y primer protomártir novohispano, fue bautizado como Felipe de las Casas y murió en Nagasaki, Japón, de la misma manera en que Jesucristo lo hizo por tanto martirio en la cruz y por ser atravesado por la lanza de Longino por un soldado romano. Felipe de las Casas murió atravesado por dos lanzas, una en cada costado, siendo una de estas la que le atravesó el corazón el 5 de febrero 1597, siendo el día de su muerte, la fecha que la sociedad villalvarense tomará como inicio los festejos a este santo. Su muerte fue una consecuencia de la persecución que desencadenó el daimio Toyotomi Hideyosho contra los franciscanos que realizaban misión y también como respuesta a la naciente comercialización que estaban generando en territorio japonés. En la procesión antes de su muerte, de Kioto a Nagasaki, los soldados imperiales le cortaron una oreja, la del lado izquierdo, lo mismo que a los 25 misioneros restantes. La colina de Nishizaka fue el Gólgota de Felipe de las Casas en el amanecer de ese 5 de febrero de 1597. 30 años después fue beatificado, el 14 de septiembre de 1627 y canonizado el 8 de junio de 1862. El culto a este patrono crecía de manera abrumadora y todo aquel que se encomendaba a él, recibía su ordalía espiritual. La fe se robustecía en silencio y la gente lo comenzaba a llamar santo.



Cinco años antes de ser canonizado y en este ambiente religioso que otorgaba identidad y un elemento de iconografía, se promulgó la constitución de 1857 convocada por Juan Álvarez, acto que se repetiría 60 años después con la constitución de 1917, decreto convocado por Venustiano Carranza. Estas fechas parecieran ser actos al azar, pero no lo es así, son referenciados a la creciente fe a San Felipe de Jesús.



Cuenta la tradición, que una mañana, Felipe de las Casas dijo que se iba a Puebla para hacerse franciscano, a lo que la aya de la familia respondió: “eso pasará cuando la higuera reverdezca”. Dicha higuera se encontraba en el patio de la casa seca y marchita. No mucho tiempo después de ese testimonio, la higuera reverdecía y daba sus frutos como dádivas ante la solicitud del aya, pequeñas gotas de color morado que auguraba el destino alcanzado por el joven. La iglesia católica mexicana conserva en el atrio del templo de Santo Domingo de Guzmán de Mixcoac, una de las dos higueras que pertenecieron a la familia de Felipe de las Casas, la otra se encuentra con los jesuitas de la colonia Roma de la ciudad de México.


El presente es perpetuo, lo señaló Octavio Paz en su poema Viento entero. De igual manera lo es Felipe de las Casas, mejor dicho, San Felipe de Jesús. Su devoción es una estampa en el corazón de México. En el despertar de nuestro país como nación independiente, la fe como una raíz, otorgaba a la imagen de San Felipe de Jesús un protagonismo categórico a la altura de la Virgen de Guadalupe. En el amanecer de cada 5 de febrero, en la primera misa que se oficia en la Catedral Metropolitana de la ciudad de México, se da un higo en alusión a la vida de este santo patrono. Asimismo, en la madrugada de ese mismo día, se ofrece una misa en su honor en Villa de Álvarez, Colima. Se renueva el juramento a este santo y se da inicio a las festividades en su honor. Este acto, da paso a que cada año reverdezca la higuera.




Las imágenes que ilustran en texto pertenecen al libro: Ríos, Eduardo Enrique (1962). Figuras y episodios de la historia de México. México. Editorial Jus/ Cuarta edición

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