Ágora: Diálogo y deliberación
- Emanuel del Toro
- 27 ene 2019
- 3 Min. de lectura

Diálogo y deliberación. Un comentario personal en torno a la importancia de la política como tema de interés colectivo.
Yo no entiendo a quienes dicen que los temas de política les tienen sin cuidado, no sé si realmente les da igual, o es que de plano se han resignado a que la política jamás se refleja en cuestiones que pesen directamente sobre sus vidas, –confieso que esta idea es francamente, la que más chocosa me resulta de entender; razones sobran para pensar lo contrario–.
No busco pensando el tema de cara a tantas cuestiones de política que suscitan polémica y pasiones, razones para defender la importancia de pensar y discutir rutinariamente la calidad de nuestra vida pública, (cada cual sabrá sus motivos para hacerlo o no), pero ello no hace menos cierta la duda, insisto, no entiendo a quienes declaran que no les importa la política, no sé si es disgusto, desdén, coraje, frustración, resentimiento y o resignación.
En todo caso, lo que sí que me preocupa (y mucho), es que diera la impresión de que una buena parte de la sociedad en este país, ha renunciado ya sea por hartazgo, complacencia o impotencia, a considerar su propia importancia como agentes de cambio en el devenir cívico de sus respectivas comunidades. Me preocupa por dos razones fundamentales; primero, el impacto de la cuestión sobre la pervivencia misma de nuestras frágiles democracias; y segundo, por lo que toca a la salud del tejido social, en el llano establecimiento de lazos de reciprocidad y de encuentro colectivo de cara a la propia sociedad a la que pertenecemos.
El valor que un tema semejante conlleva, me parece por demás necesario de explicitar; lo pienso de este modo, porque históricamente ha sido a través de la política y de la necesaria deliberación que la misma conlleva, que se han ejercitado las dinámicas de socialización que hacen posible el desarrollo de una vida comunitaria vigorosa, donde las voces de todos encuentren la posibilidad contribuir al mutuo desarrollo de todos los que en ella convergen. Algo que sin duda, podrá parecernos poca cosa (más teniendo en cuenta las facilidades que hoy ofrece la tecnología para expresar cada cual lo que piensa), pero que definitivamente supone un cambio sustancial de nuestra época, frente a las posibilidades que existieron en otro tiempo.
Lo digo de este modo, porque pese a que en la actualidad gozamos de muchas libertades para que prácticamente cualquier elemento de la sociedad opine o comente lo que mejor le parezca respecto al devenir de nuestra vida pública, y para que en la misma medida tales opiniones lleguen a cada vez mayores audiencias, –con todas las potencialidades que dicha apertura ofrece–, lo cierto es que en muchos casos, aún prevalece el resquemor frente a la posibilidad de vernos disentir.
Dicho de otro modo, pese a que la democracia y el desarrollo mismo de nuestra sociedad, se ha convalidado en otro tiempo del rutinario ejercicio de vernos discutir lo que cada quien piensa, a la fecha no hemos terminado de sacarle provecho a todo lo que tal posibilidad conlleva. Estoy convencido que cuanto más nos acostumbremos a vernos discutir el desarrollo mismo de nuestra vida pública, sin menoscabo de reconocer la enorme heterogeneidad de matices que nos caracteriza, más amplias serán nuestras posibilidades de que la política realmente refleje el conjunto de nuestros intereses.
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