Ágora: ¿Y entonces ahora? PARTE I
- Emanuel del Toro
- 20 ene 2019
- 3 Min. de lectura

¿Y entonces ahora? Un comentario personal en torno a la responsabilidad en el manejo de la información.
PARTE I.
En cuestión de medio y o de notas informativas, lo fácil es convalidarnos de los que piensan como uno, compartir prácticamente cualquier opinión de las millones que hay circulando en redes siempre y cuando se trate de una que se ajuste a como se supone que pensamos que el mundo funciona, porque para eso nos pintamos solos. Siempre se dijo que mucho en el mundo salía mal, porque el control de la información en muy pocas manos favorecía todo tipo de distorsiones y o abusos, así ocurrió durante siglos en occidente con la Iglesia Católica, (así sigue sucediendo de hecho en cualquier rincón del mundo donde no se ha dado una efectiva separación entre la teología y el poder del Estado).
Para cuando ya fue imposible que todo siguiera en muy pocas manos, y el reformismo confesional favoreció el desarrollo de un pensamiento más independiente, igual se dijo entonces, que muchos desistían de mantenerse informados, porque la gran mayoría de los que lo hacían terminaban siendo objeto de persecuciones, y o de velada hostilidad de parte de quienes veían peligrar sus interés por seguirse reservando el monopolio del poder político. Pero no se detuvo ahí la cosa; al final terminaría triunfando la apertura de mecanismos electorales para la trasmisión pacífica del poder, se asumía que su sola existencia garantizaría que la información de interés público permaneciera libre de manipulaciones, pero no fue así, no bastó con que la práctica totalidad de las personas tuvieran la opción de elegir con libertad.
Igual se siguió viendo que incluso gobiernos llevados al poder de forma libre, terminaran en no pocas ocasiones (por todo tipo de intereses privados y o de potencias con pretensiones hegemónicas), sucumbiendo a la tentación de intentar manipular y o controlar el flujo de la información. Por eso se insistió durante mucho tiempo en las virtudes del acceso a la información, así como de las potencialidades que la tecnología ofrecía para hacer efectiva dicha pretensión, primero con la masificación de los libros y los diarios, luego con el uso del radio seguido de la televisión, y hasta treinta años con la proliferación del internet y el surgimiento de todo tipo de redes sociales.
Empero diera la impresión de que no ha bastado, no ha sido suficiente, igual seguimos tan faltos de juicio como en épocas anteriores, porque ahí donde antes se decía que ningún medio tecnológico terminaba de recalar como realmente debía por la intromisión pública, se ha podido atestiguar que cuanto mayores son nuestras posibilidades de acceder en tiempo real a todo tipo de información, menor es nuestra responsabilidad en la seriedad de la misma. El resultado es un desastre colectivo que se alimenta de inexactitudes, falacias e informaciones decididamente falsas y o muy dudosa veracidad.
En cualquier caso, la cosa es que hemos ido alimentando, lo mismo por descuido, que por disgusto con el devenir del país en la última década, un imaginario colectivo plagado de simplismos chabacanos que rayan en lo absurdo. Desde todo tipo de flancos y corrientes de opinión se alienta una retórica discursiva que llama a la polarización, el encono y o el divisionismo y se halla desde luego, muy lejana de la necesaria sobriedad que todo régimen democrático exige.
CONTINUARÁ
Comments