ROMA Crítica

Foto: NETFLIX

ROMA Crítica

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“No quiero actores leyendo el guion. ¿Cómo pueden actuar con sinceridad si saben desde la primera escena que se mueren en la última? Ello significa que todo lo que sucede entre la primera y las últimas escenas es falso.”

-Andrei Tarkovsky.

La cinta abre con un primer plano enfocado en el pavimento, de fondo podemos escuchar el sonido de los vehículos que van pasando por la calle. De pronto, una corriente de agua con jabón hecho espuma se muestra ante el cuadro de la cámara. El reflejo del agua se convierte en un espejo, ahora podemos apreciar el cielo y la luz del sol. Segundos después, un avión aparece lentamente entre las nubes, hasta que desaparece del reflejo. Esta escena puede sonar muy sencilla, pero gracias a las técnicas de Cuarón implementadas de manera meticulosa, hacen de esta escena una experiencia visual, casi poética.

Roma es de esas películas que no cuentan con una trama convencional, el guion presenta una estructura distinta a lo tradicional. La cinta nos cuenta las anécdotas y la vida de una familia Mexicana de clase media, que viven en la colonia Roma, ambientada en el México de los años setenta, desde el punto de vista de las sirvientas, específicamente de una llamada Cleo. Estas anécdotas apuntan más al desarrollo de cada personaje, de una manera más natural y personal; este aspecto converge al mismo tiempo con una carga emocional con tintes sociales y políticos de la época.

Alfonso Cuarón, quien no solo es el director y productor de la cinta, sino que también se encarga de la fotografía, del guion y de la edición; presenta por primera vez en su carrera, su cinta más personal e íntima. En varias entrevistas, Cuarón ha dejado muy en claro que Roma comparte aspectos y recuerdos de su niñez, pero en lugar de enfocar todos estos recursos narrativos para contar su propia historia, decide enfocarse en la sirvienta, la protagonista de esta película.

Cleo, interpretada de manera brillante y espectacular por Yalitza Aparicio, es una mujer de origen Mixteco que se encarga de hacer el aseo y los quehaceres del hogar. Nuestra protagonista comparte una habitación con otra chica Mixteca que también trabaja para la misma familia, pero a pesar de que ambas realizan las mismas funciones, Cleo es muy querida y es la preferida por los niños. Su rutina va más allá de barrer el suelo con agua y jabón, o de lavar la ropa o los trastes sucios, Cleo comparte una relación con los niños tan personal y llena de amor, que los trata y cuida como si fuesen sus propios hijos. La relación de nuestra protagonista con la familia es muy íntima, a pesar de su trabajo, en ocasiones es tratada como un miembro más de la familia. La narrativa de la cinta, al menos en su primera hora, nos pone al día con la situación actual de la familia: desde los problemas maritales entre Sofía (Marina de Tavira) y su marido (Fernando Grediaga) hasta la relación de Cleo con sus amigos y su pareja.

Hay un aspecto muy interesante entre Cleo y Sofía, ambas representan una clase social distinta, pero de manera recíproca, comparten una fortaleza y empoderamiento cuando se trata de lidiar con hombres. Mientras Sofía discute con su esposo, quien pasa la mayor parte del tiempo trabajando en la clínica del IMSS, Cleo se encuentra completamente enamorada de Fermín, (Jorge Antonio Guerrero) un chico fanático de las artes marciales, pero esta relación traerá consigo el inicio de un nuevo desafío en la vida de Cleo, un reto que puede cambiar su vida de manera positiva, o negativa.

Es necesario destacar a Yalitza Aparicio, pues a pesar de que nunca estudió actuación, y siendo este su primer trabajo dentro de la industria cinematográfica, su interpretación es de las mejores que verás en este año. Hay una escena muy dramática, sin cortes, que ofrece un plano medio de Cleo, en donde la vemos llorar por varios minutos. Su interpretación se siente tan humana y real que simplemente con solo verla en pantalla, puedes sentir empatía por ella, sin mencionar que el rostro y ojos de la actriz ofrecen una esencia de lealtad y bondad, otorgándole un plus a su interpretación.

En varias ruedas de prensa Cuarón mencionó que los actores nunca leyeron el guion de la película, por lo que, invitaba a los actores a improvisar de manera natural a lo que estuviera ocurriendo en cada escena. Este aspecto se nota demasiado cuando se encuentran involucrados los niños, y es increíble que esto funciona todo el tiempo, como si cada escena hubiera sido ensayada y repetida en varias ocasiones. Gracias a esto, los personajes, los diálogos, las reacciones y las situaciones, se sienten muy naturales y reales.

Cuarón toma un estilo muy neorrealista, acompañado de planos largos, sin cortes y en movimiento, muy parecido a las técnicas de grandes directores como Orson Welles o Federico Fellini, algunos incluso pueden decir que tomó inspiración de Tarkovsky para alguna toma específica. La fotografía de Cuarón (se nota que aprendió algunos trucos gracias a Emmanuel Lubezki) muestra un blanco y negro impecable, el cuidado de la iluminación, incluso en las tomas con cámara en movimiento, ofrece una de las experiencias visuales más hermosas que he visto en mucho tiempo. Por otro lado, la dirección de Cuarón hace que la cinta nos atrape desde el primer segundo, hasta el final. Cada locación te sumerge lentamente en la época de los años setenta, acompañado de un gran diseño de arte y producción, todo esto nos hace sentir como si fuéramos un personaje más dentro de la historia. Hay muchas escenas en las que la familia se encuentra caminando por las calles de la ciudad de México, la ciudad se siente tan natural y real gracias a los actores y a los extras, así como también al brillante trabajo en la edición y mezcla de sonido.

Roma está rodeada de escenas con un mensaje muy familiar, social, y político. Desde un incendio forestal, pasando por un viaje a la playa, hasta una de las secuencias más fuertes y brillantes del año que retrata la masacre de Corpus Christi. Todas y cada una de ellas visualmente hermosas por donde las veas.

Alfonso Cuarón debe sentirse muy orgulloso, no solo ha logrado establecer un verdadero logro cinematográfico para la historia del cine, su obra maestra, llena de humanidad, corazón y nostalgia, nos recuerdan que el cine es como un espejo; nos transporta al pasado, nos muestra las cosas como son, nos permite relacionar y comparar momentos de nuestra vida con la vida de los personajes de la cinta, y nos invita a reflexionar.

Roma es probablemente la mejor película del año, una verdadera obra maestra.