Ágora: ¿Dónde están los padres?
- Emanuel del Toro
- 12 oct 2018
- 4 Min. de lectura

¿Dónde están los padres?
Sabiendo que tantas cosas en este mundo funcionan tan mal. Abundando situaciones de todo tipo entre las cuales debe uno abrirse paso día a día. Abusos de autoridad, corrupción, aplicación diferenciada de la ley, contubernios, discrecionalidades, indolencia, cinismo, violencia, vicios, perversiones, distribución y consumo de alcohol y todo tipo de enervantes a la vista de la autoridad pública sin que se haga nada, me pregunto: ¿dónde queda en este escenario la responsabilidad de los padres frente a la vida y seguridad de sus hijos?
En cuantos sitios de entretenimiento de todo tipo no habré visto chicos y chicas que rayan entre los 16 y los 18 años de edad. No hay nada nuevo bajo el sol –dirán los más cínicos. Podrá incluso objetarse que siempre ha sido así, pero no estoy personalmente tan seguro de que en efecto fuera de ese modo, digo, de alguna manera y por extraño que parezca, yo todavía pertenecí a una generación, donde los chicos y jóvenes eran precisamente eso. No había permisos a la calle a deshoras entre semana, ni mucho menos pensar en andar fuera de casa pasadas las 10 pm.
¿Qué si tenía amigos que lo hacían? Desde luego, y pero incluso en aquellos años, uno sabía para sus adentros que eso era posible, porque buena parte de esos chavos que andaban en la calle a deshoras, no tenían realmente familia o la supervisión de sus padres, que por lo común o trabajaban [si la economía lo exigía], o se desentendían [cuando los recursos sobraban]. Los chicos de mi generación salíamos los fines de semana, cosa que no pasaba de ser los viernes y a veces, [pero sólo a veces] los sábados.
Sí, es cierto, no negaré que había quien incluso salía los domingos. Pero era realmente raro ver que alguien saliera a divertirse entre semana. Ni que pensar en ver chicos después de las 10:00 pm en la calle. Vaya contraste si se compara con lo que hoy se observa, porque así sea lunes o martes, es común ver en cualquier punto de la ciudad, lo mismo en bares que antros o todo tipo de giros, a grupos de jóvenes bebiendo cerveza o tomando incluso cosas más fuertes e ilegales, chicas aparentemente menores de edad, en muy poca ropa, o incluso atendiendo y sirviendo las bebidas, chicos de no más de 20 años, que no pueden ni ponerse en pie y andar unos metros, porque están que se caen de ebrios.
Cuando lo pienso, no puedo evitar preguntarme: ¿dónde están sus padres? ¿Dónde las familias? Porque de lo que aquí describo en forma breve podrá decirse mucho, sí, pero espero por bien de todos, que jamás lleguemos al punto de normalizarlo, y terminemos viéndolo como cosa de ser modernos o de muy amplio criterio.
¿Y usted no salía entre semana profe? –me habrán preguntado con asombro y curiosidad mis alumnos de universidad a lo largo de los años en innumerables ocasiones cuando hablo de estos temas, y la verdad es que aunque parezca chocante, mi respuesta ha sido siempre la misma: si salías entre semana, la cosa no pasaba jamás de una ida al café, misma que se daba entre las 6 y las 8 pm. Porque sabía uno que a casa se llegaba siempre antes de las 10 de la noche, y al menos en mi caso, era impensable llegar media hora después.
Ah por eso nunca conoció a nadie, ni vivió –me responden casi siempre, y pienso: por eso jamás me pasó nada que lamentar. No pues entonces si le faltó vivir profe –me dicen con una sonrisita burlona los más osados, y pienso: a que poco aspiran quienes no se dan oportunidad de mirar más allá del momento. Porque si alguien cree que me faltó vivir, tendría que saber por principio de cuentas, que jamás he sentido que me faltara vivir tanto de lo que dicen que me perdí, antes bien creo poder decir con franco agradecimiento, que siempre me sobraron muchos padres, porque pese a todo lo que me disgustaba en su trato y las diferencias de opinión, no hubo jamás, modo de decir que no estuvieran al pendiente del más mínimo de los detalles.
A veces incluso a regañadientes de verme renegando de no poder “vivir el momento”, será por eso que en mi generación apenas recuerdo que alguien llegara hablar de borracheras que comenzaran los lunes; chicas embarazadas de tipos que ni su nombre sabían, o con problemas por ETS incurables; chicos de no más de 17 años, sumidos en serios problemas con drogas o alcohol, al punto de verse robando o prostituyéndose para conseguir la dosis del día; e incluso chicas abusadas y asesinadas en antros y tantas otras cosas que hoy se escuchan casi a diario.
Problemas todos en los que sin duda la negligencia de las autoridades correspondientes ha jugado un papel por demás importante, pero temas también, frente a los cuales estamos obligados a reconocer de forma por demás dolorosa, que todos somos de alguna forma responsables, porque nada de lo que aquí describo podría por principio de cuentas suceder, aún con lo mal que trabajan nuestras autoridades, si los padres y familias tuvieran mayor consideración y cuidado de lo que sus hijos hacen. Estoy convencido que poner límites a nuestros jóvenes, no puede, ni debe ser visto jamás, como motivo para robarles mundo, vida o experiencias que les forjen el carácter, antes bien, representa una muestra de la importancia que para todos tiene, no sólo el futuro, sino fundamentalmente el presente de nuestra sociedad.
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