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Ágora



¿Un mundo mejor?

Vivir un mundo mejor, no es solo un principio políticamente correcto al que se acude porque se considere moralmente deseable. Por el contrario, vivir un mundo mejor es un orden de relaciones con resultados prácticos de sumo provecho, cuya realización se encuentra al alcance de todos. El detalle está en poner el talento propio al límite de nuestras capacidades, no basta como se repite en muchos lados, con hacer lo mejor posible todo lo que sabemos que podemos. La diferencia entre quien utiliza su talento para autorealizarse y quien por el se juega la vida es abismal. Tampoco basta con hacer cada quien lo suyo, cualquiera que se decida a poner algo de disciplina a lo que hace puede. Pensar el modo como nuestras acciones puede comprometer el trabajo y el esfuerzo de otros resulta muchísimo más trascendental, pues nos exige reconocer que todos necesitamos de todos. Me pregunto: de quién habrá sido la estupidez de pensar que generar sufrimiento a otros trae como resultado mayor prosperidad. Valor agregado, plusvalía, eficiencia dice la teoría económica para la cual, cuando el mundo funciona perversamente, sacando lo peor de cada quien, es porque así lo demuestran los teoremas de la imposibilidad que por encargo de Washington se producen en centros de investigación de dudosa reputación, pero todo eso no es más que la misma mierda revuelta de distinta manera y se llama divisionismo. Que vayan los economistas a tomar por culo, la Ciencia Política también ha teorizado la posibilidad de un mundo mejor, a eso viene después de todo el interés de quienes tenemos fascinación por la democracia, su calidad y el sin fin factores intervinientes en el ejercicio del poder al interior de los gobiernos libremente elegidos, así como el potencial de una sociedad con mayor integración colectiva donde el eje de la convivencia se vea fundamentado en la confianza.

El desarrollo de nuestros rasgos más valiosos -confianza, generosidad, honestidad, visión, responsabilidad, compromiso- depende de qué tan dispuestos estemos a dejar atrás la mezquindad de suponernos omnipotentes y lleguemos a reconocer la finitud de nuestras capacidades, así como el caudal de posibilidades que se yergue en la acción de la comunidad, cuestión para cuya realización, no es menester pensar en acciones extraordinarias, ni en esfuerzos descomunales, porque el mundo cambia a partir de pequeños detalles.

Sólo de ese modo es posible entender que la idea de un mundo mejor, no es solo una argumentación que se ve y escucha de maravilla, pero sin utilidad práctica. No, un mundo mejor significa la responsabilidad compartida, de vivir día a día, en el compromiso de hacer que nuestras capacidades ofrezcan a otros la posibilidad de dar lo mejor de sí. Un esfuerzo compartido en cuya realización intervenimos todos, hagamos pues que suceda.


*Ensayista y activista mexicano. Entre la gama de intereses académicos que manejo, se hallan los estudios sobre democratización y cambio de régimen en América Latina, así como cuestiones alusivas a la calidad de la democracia.



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