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Ágora: Salud emocional

  • Foto del escritor: Emanuel del Toro
    Emanuel del Toro
  • hace 5 días
  • 4 Min. de lectura
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Salud emocional. Un comentario personal en torno al valor de conformarnos con menos de lo que genuinamente merecemos.


Por Emanuel del Toro.


Si pides un consejo, piensa bien si estás o no preparado para escuchar lo que tú mismo ya sabes que deberías hacer, pero que no has hecho, por una injusta mezcla entre miedo, soberbia y/o necedad. Porque si vas a pedir las palabras de un amigo, sólo para que este juegue el papel de escucharte y decirte lo que quieres escuchar; que todo estará bien, que le eches muchas ganas, y que pase lo que pase, sigas intentándolo, aún si llevas años haciendo lo mismo, sin obtener lo que piensas que mereces o podrías, en realidad lo que buscas, no es resolver tu vida o siquiera poner a prueba sus referentes, sino sólo hallar quien te acicale el ego.


De cualquier manera, cuando de males psicoafectivos hablamos, habrá que decir que hay circunstancias, cuya claridad demostrativa es tal que no precisan de confirmación. Con frecuencia escucho a personas en relaciones afectivas insatisfactorias, que me dicen que les gustaría que les hablaran con la verdad para saber a qué atenerse; y aunque la idea de que las personas en efecto definan claramente sus posiciones sería lo más sano, tampoco se puede dar por descontado que cualquier otra persona tenga necesariamente porque ser tan franca para decir a viva voz que se toma o no en serio lo que uno imagina que tienen.


¿Qué hacer entonces? Lo que siempre he dicho: si duele no es amor, y si no es amor pero permaneces, no es amor del bueno, sino apego; en tales circunstancias no queda sino irse. Es cambiar un dolor inútil y continuo, por uno útil pero pasajero. Es irse no porque se haya dejado de querer o sentirse atraído por la persona, es irse porque nuestra integridad no es negociable, que nada será tan fundamental como nuestra propia estabilidad personal, e irse sin esperar confirmaciones o explicaciones de por medio, porque eso de quedarse para ver si la otra persona cambia, o para ver que la otra persona nos ame o nos corresponda como pensamos que merecemos es terriblemente injusto y no debiera ser algo que se tuviera porque soportar. Algunos me dicen: que hueva que no me hablen con la verdad; o, por qué será que no me habla claro; y pienso: que triste que necesites palabras o confirmaciones ahí donde sus actos te lo están diciendo todo.


No digo que sea fácil, (nada importante lo es), pero ningún vínculo afectivo –por significativo que nos sea–, puede o debe estar por encima de nuestra integridad personal. Podría decirlo distinto, pero lo cierto es que nada cambiaría lo fundamental de preservar nuestra salud emocional, con la misma vehemencia que se aconseja cuidar la salud física. De ahí la importancia de alejarse de aquellas personas tóxicas, que aunque las queramos o digan querernos, no hacen otra cosa que sacar a relucir nuestros rasgos más oscuros.


Así las cosas, lo difícil no será decidir que te alejas; no, lo complejo es no terminar envuelto, (lo mismo por tristeza, que por soledad o angustia), en un nuevo ciclo de violencia que nos lleve a repetir tropiezos pasados. Superar tal entrampamiento, va por mucho, más allá de las personas o las relaciones que con ellas establecemos, implica necesariamente tener en claro, que cuando de carencias psicoafectivas hablamos, las personas pueden incluso pasar a segundo término; lo que cuenta es el esquema al que responden. No hacer siquiera el esfuerzo de entenderlo, puede hacernos vivir permanentemente de tropiezo en tropiezo. Incluso creyendo que no tenemos modo de remediarlo.


De ahí que nunca entenderé a quienes sabiendo que merecen mucho más, se conforman con tan poco, por no decir que con nada. Que si, que buena parte de quienes así proceden, lo hacen como consecuencia de experiencias pasadas complejas, y que tales experiencias, cuanto más crudas y/o dolorosas son, dejan su huella sobre la vida de cualquiera, ni hablar; pasa con todos. Pero que sabiendo que toda etapa de la vida es necesariamente un aprendizaje que afrontar y superar, se decida auto sabotearse en el nombre del dolor pasado, malogrando de continuo posibilidades presentes, me parece lo que sigue de injusto,


Permanecer anclados en auténticos callejones emocionales, repitiendo una y otra vez el tormento de auto-destruirnos o condenarnos, sólo porque en otro tiempo lo pasamos mal, es la peor de las opciones posibles. Es tanto como estar muerto en vida, conformándonos con vivir por debajo de nuestras propias posibilidades, auto reprochándonos por el pasado; vivir el presente a medio gas, sólo porque se viene de un pasado doloroso y/o traumático, es como condenarnos a padecer los tropiezos de la vida por partida doble; es decir, cuando sobrevienen los tropiezos; y luego, cada ocasión que una nueva posibilidad nos recuerda aquellas posibilidades que no llegaron a ser nunca. Vaya modo más triste y/o desafortunado de desperdiciar la vida misma.


Y lo pongo en términos de tristeza, porque si he de ser total y llanamente sincero, no me da siquiera para enojarme, pero en fin... Muchos se quejan y preguntan que si alguna vez van a cambiar quienes les maltratan, pero no se dan cuenta que ellos mismos tienen la culpa, porque encima que siempre eligen igual, resuelven en idénticas condiciones. Y lo que es peor: Se quedan ahí contra viento y marea. Cual si se pensara que cuanto más duele permanecer, más se ama.  


Ahora que bien, habrá que decir que el consuelo, –de haberlo–, habrá que buscarlo, cuando ya no queden decisiones que tomar u opciones que ejercer, cuando el mal y/o la desdicha que padecemos no tengan ya remedio. Pero eso de buscar consuelo antes de siquiera agotar opciones, por renuncia propia, sólo porque las cosas no salen como es que quisiéramos, es el más terrible de todos los males posibles, el que sobreviene y/o se mantiene por decisión propia.


Porque una cosa es perder frente a las vicisitudes de la vida misma, y otra muy distinta, perder frente a uno mismo, por cobardía y/o falta de carácter o compromiso, porque no se ha tenido el coraje de intentar algo diametralmente distinto. De últimas diré que si pensamos que merecemos algo mejor, de lo que hasta ahora hemos vivido y/o aceptado o tolerado, es preciso salir a buscarlo por cuenta propia. Esperar a que la vida misma nos resuelva, no lleva nunca a ningún lado, y es de hecho un modo por demás mediocre de ser y/o existir.  

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