Ágora: Educación superior. Una comparativa entre EUA y América Latina
- Emanuel del Toro
- hace 21 horas
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Educación superior. Una comparativa entre EUA y América Latina.
Por: Emanuel del Toro.
Uno de los más grandes mitos en torno al tema de la educación, supone que cuanto más esmerada y/o seria es la preparación de una persona, mejor le va en la vida. Y si bien es cierto que puede haber sus excepciones, en las que ni con todas las condiciones a favor, se llega a ningún lado. Eso no quita que en términos generales, siempre se ha asumido que un mayor grado de preparación es la clave para prosperar, sin embargo, no siempre es de ese modo. De hecho, existen sociedades en las que la educación no ha tenido el papel que la sabiduría popular le atribuye, sirva para ejemplificarlo el caso de los Estados Unidos.
La educación superior en los Estados Unidos, ha sido históricamente de vocación elitista, esto significa que nadie puede estudiar en una universidad, porque es exageradamente caro; tan caro es ir a la universidad, que cuando un hijo nace, los padres tienen que hacer y/o contratar planes de ahorro y/o financiamiento que les permitan juntar lo necesario para enviar a un hijo a la universidad cuando llegue el momento; esto significa tener que ahorrar sí o sí desde que naces, o estar toda la niñez de los hijos alentando a tu hijo a que cultive y/o descubra alguna capacidad excepcional, o un gran talento, para que eso pueda incrementar sus posibilidades de ir a la universidad, porque de otro modo resulta prácticamente imposible llegar a la educación superior.
Así visto de modo superficial, puede resultar un tanto chocante y/o sorprendente pensar que un país que siempre se ha congratulado de ser un país democrático y/o libertario, u por tanto tendiente al igualitarismo, sea a un mismo tiempo un país en el que la educación formal obligatoria, sólo cubre los grados más elementales. Sin embargo, también es preciso entender que con el dinamismo que históricamente caracterizó a la economía americana desde siempre, la idea de tener porque estudiar para salir adelante, nunca fue necesario.
Y no lo era, sencillamente porque había tal nivel de ascenso social, que bastaba con tener muchas ganas de trabajar, para que al cabo de un tiempo, cualquiera pudiera prosperar, –eso es lo que se llamaba antes el “sueño americano”, EUA como la tierra de las oportunidades, en la que cualquiera puede salir adelante–, incluso enriquecerse de forma escandalosa, como es que ocurrió con la mayoría de los magnates industriales americanos del siglo XIX, piénsese por ejemplo en familias tales como los Rockefeller, los Vaderbilt, los Morgan, los Carnegie, los Astor, o los Cabot –estos últimos, enemigos acérrimos de los Kennedy, otro célebre clan de la historia americana, que fueron vistos por las familias de dinero viejo, como nuevos ricos y para más humillación, católicos en un país protestante.
En tales condiciones la idea de tener que ir a una universidad para prosperar, –una idea muy latinoamericana–, sólo se veía como un ejercicio de vanidad y/o prestigio social o ganas personales, y muy rara vez, como una necesidad estratégica y/o de verdadera utilidad práctica.
Para el caso, en Estados Unidos para ir a la universidad, puede ser del modo que sigue; o eres hijo de gente rica y te lo pagan tus padres o familia sin problemas; o eres hijo de clase media, que con un esfuerzo brutal, –porque la universidad en EUA es exageradamente cara–, consiguen pagarte la universidad; o también puedes llegar a darte cuenta del caso de ser un prodigio deportivo o intelectual, que pese a ser hijo de padres sin capacidad de pago, financistas privados o gubernamentales te becan y/o pagan tus estudios, porque claramente ven a leguas el potencial que tienes a futuro, y sería un desperdicio no invertir en esas promesas, lo que no significa que todas esas promesas realmente lleguen a convertirse en lo que sus financistas sospechan, pero claramente el riesgo vale la pena.
Asimismo, quiero explicitar por honestidad intelectual, que podía llegar a darse cuenta del caso de ser hijo de algún ex alumno, circunstancia en la que poco o nada importaba que la familia hubiera tenido algún descenso económico o social, si alguien en desgracia llega a una universidad americana, alegando que su abuelo o padre fueron ex alumnos, pero que ya no tienen con que pagar su estadio, se les llega a admitir, dándoles facilidades de pago y/o incluso becándoles.
Desde luego, esto visto desde la lógica surrealista latinoamericana, puede parecer un tanto injusto, pero es de tenerse en cuenta que las universidades en EUA son muy caras, entre otros motivos, porque se trata de ciudades operativamente autónomas, en donde al ir a estudiar literalmente significa tener que dejarlo todo para vivir por espacio de un lustro o más, en un sitio que sólo se abandona en vacaciones. Por lo que quien ahí vive, sólo va estudiar, al menos en teoría, porque claramente quien quiere hacerse tonto, igual lo hará, por mucho que sepa que su simple presencia en las aulas de una universidad es un privilegio.
Ahora bien, ¿por qué es que hablo de una lógica “surrealista” en América Latina en cuanto al tema de las universidades? Muy sencillo, aquí en la región, la mayoría de las personas pueden ir a la universidad pública, pero eso no les garantiza que saldrán trabajo. Desde hace décadas que las universidades son, o semilleros ideológicos financiados por facciones de gobiernos, –piénsese por ejemplo lo que sucede en diversos países del continente, en donde las universidades públicas son casi siempre, centros de adoctrinamiento político–, o sencillamente fábricas de desempleados, la mayoría de los cuales, cuando llegan a tener un poco más de visión, retrasan el desempleo optando por intentar estudiar posgrados, lo mismo pagados por cuenta propia, o con becas públicas y/o privadas.
Con la paradójica consecuencia de que cuanto más se estudia, más te auto marginas de poder insertarte en el mercado laboral habitual, porque siempre te salen la estupidez de que estás sobre calificado para el trabajo que pretende, y que salvo que tengas influencias, o seas conocido, o hijo, ahijado o sobrino de alguien muy poderoso o importante, mejor es no contratarte, porque si lo hacen, capaz en poco tiempo el recién llegado que está hiper preparado, puede dejar a gente menos preparada desplazada y/o relegada o sin trabajo. ¿Qué pienso al respecto? Contratar a gente incompetente, por motivos de influyentísmo, compadrazgo o amiguismo, también es corrupción, y es igual de perjudicial que aquella que se desarrolla por afanarse la plata pública.
¿Cuál estilo de universidad es mejor? el americano de vocación elitista, o el latinoamericano, que a todos deja entrar, aún si luego no hay modo de insertar a sus egresados en el mercado laboral? No queda del todo claro. Lo menos por decir al respecto, porque está claro que no es un tema sencillo, es que las bondades de la educación pública superior, no funcionan más como alguna vez lo hicieron en otras épocas, en las que cuanto más y mejor se preparaba uno, mejor le iba en la vida. Pero semejante equilibrio se ha vuelto hoy una excepción a la regla, ya que hoy por hoy, poco o nada importa si se tiene o no una educación superior muy esmerada, no siempre estudiar significa mejores perspectivas de vida.
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