Ágora: Por marchas y discursos enajenantes

Por marchas y discursos enajenantes.

Los discursos crean realidades y viceversa, la realidad alimenta discursos. La última marcha convocada por la derecha en México, quesque para protestar en contra del actual gobierno, me ha puesto a pensar que me impresiona la muy poca tolerancia que muestra la oposición, sólo porque alguien que hoy es Presidente ha tenido la ocurrencia de llamar a las cosas por su nombre, refiriendo a los potentados y conservadores con predilección por lo extranjero, como tales “fifís”; hasta eso, recuperando palabras del argot político nacional de inicios del siglo XX.

Que yo defina lo que cada una de las palabras que invoca el Presidente significa, no hará diferencia, lo digo así, porque no faltan luego los que caen en un purismo terminológico poco propicio, preguntándose qué habrá querido decir o no el señor Presidente. Sin embargo, tal parece que les duele más que alguien desnude la realidad, que la realidad misma. Porque para no pocos, los problemas no importan si no se habla de ellos. Da lo mismo si se trata de fifís, chairos o cualquier otro referente que se prefiera, la cosa es que nos empantanamos en nimiedades.

Lo he dicho ya en muchas oportunidades pero igual lo vuelvo a repetir, somos una democracia, y como tal, en ella la oposición juega un papel crucial, porque ofrece la posibilidad de jugar como contrapeso al exceso de concentrar el poder, luego entonces, ahí es donde no se deben escatimar recursos para mostrar el talento y la inteligencia, necesarios para señalar oportunamente, no sólo lo que se puede corregir y no se ha hecho, sino también posibles vías para dicho mejoramiento, no en salir a la calle a mostrar nuestros complejos.

Ya va siendo tiempo pues de quitarnos de melindrosidades e híper sensibilidades y chovinismos peyorativos, que no abonan más que a la exacerbación de nuestras diferencias, como si no hubiera más razones para pensar en lo común, que en atizar diferencias de opinión. Así como vamos, nos estamos haciendo pedazos por idiotas, por ensimismados.

Nos estamos metiendo en un juego muy desgastante como improductivo e innecesario, el de descalificar no sólo a las personas, sino al de negar sistemáticamente las razones que cada cual tiene para pensar como piensa, porque sin duda que cada cual tiene una parte de razón en su modo de pensar, pero ni siquiera somos capaces de llegar al sustrato de esos modos de pensar, que es donde se halla la posibilidad de ensayar otros modos de hacer las cosas. Porque somos terriblemente malos para dialogar, lo que significa que no sabemos escuchar, pero tampoco explicarnos a nosotros mismos.

Y no, este creciente estado de polarización no la generó la irrupción del señor López Obrador a la escena política nacional, como algunos han repetido hasta el cansancio, se trata de una inercia que se ha venido alimentando al menos desde mediados del mandato de Ernesto Zedillo, cuando las presiones por la democratización favorecieron el afianzamiento de una libertad de expresión inédita; no hemos sabido estar a la altura de lo que esta conquista significa.