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La Espiral de Elliot: La quietud de este instante


LA QUIETUD DE ESTE INSTANTE


¿Cómo nace la luz? No lo sé y no me voy a detener a buscar una respuesta a lo que ni Dios podría responder. Imposible determinar el momento de su origen. Perderíamos toda una vida en esclarecer entre hipótesis y debates, una aproximación verdadera a este tema. En una conferencia dictada en 1964 en la Universidad de Atenas, Werner Heisenberg señaló que:


“Si la armonía de la sociedad, detrás de la multiplicidad de los fenómenos, depende de la común integración en la Unidad, entonces el lenguaje de los poetas podría ser más importante que el de los científicos.”


Aquella fue una de las últimas conferencias del científico alemán, antes de morir consumido por el cáncer de vesícula, que, como la sal del mar, va consumiendo todo lo que toca hasta erosionar lo que a su paso está. La cultura humana siempre ha tenido dos puntos de convergencia, Dios y la ciencia, pero es imposible saber en que punto una cosa deja de involucrarse en la otra, la fragilidad del pensamiento se apropia del paralelismo y da un nuevo lenguaje, y no me refiero al matemático, me refiero a lo que Heisenberg señaló, el lenguaje de los poetas. Lo dicho por el físico alemán aplica para la poesía y para todas las cosas, la anomalía del pensamiento físico no es otra cosa que la realidad, la misma que en los sueños, por un instante, nos evita naufragar en un universo que constituye, probablemente, toda la verdad del pensamiento humano.


Dios, Heisenberg y el poeta Marco Antonio Murillo, comparten una singularidad que, antes de ser experiencia, es dominio, diálogo y conocimiento, y me refiero a la luminosidad de la palabra que se consume en silencio. En dichos pensamientos uno encuentra tres cosas, la sabiduría, la observación y la experiencia. He señalado esto porque creo que, en la poesía de Murillo, uno asiste por primera vez a un acto de comunión de todas las cosas que le rodean, pero también de aquellos elementos que el corazón suministra para que la vida tenga armonía. Derrota de mar, el nuevo libro del poeta yucateco, Marco Antonio Murillo (1986), publicado por Jaguar Ediciones, es una rareza entre la poesía reciente mexicana, no porque su contenido sea de números y algoritmos, todo lo contrario, es una pieza de madurez y lucidez donde se fortalecen sus pasiones, el tiempo, la mujer, la memoria, la casa, la cotidianidad de la vida vista desde unos ojos que, al verla pasar como una señal de cada día, como la luz que da forma a todas las cosas, no la destruye, la reinventa. Dibuja otro mundo donde arde una llama indestructible. Estos elementos que dan fuerza a su diálogo, no podrían restituir nada a su vida, si se omite el pulso que unifica todo su universo poético: el mar. En sus dos anteriores libros, Muerte de Catulo y La luz que no se cumple, la presencia del mar no es un elemento al que recurra el poeta para crear una atmósfera, es una casa donde palpita el espíritu del lenguaje. En el siglo XX, tres poetas hicieron del mar la longitud de su pensamiento y de su obra (Pablo Neruda, Derek Walcott y Saint-John Perse), quizá por eso permanecen como las piedras angulares de la poesía, porque la palabra está en movimiento y a cada instante se renueva. Este fenómeno lo hacen las olas del mar, se alzan y de las entrañas del océano dejan sobre la orilla su blanca espuma o el guijarro mejor pulido como palabra indescifrable. La vida se escribe, la poesía también. No nos aguarda en ningún sitio, es el testimonio de nuestra vida. Jair Cortés señala en el texto introductorio que, Marco Antonio Murillo se lanza al agua de la Poesía como el clavadista que deja, en su salto, toda certidumbre y se convierte en un marinero que sobrevive al naufragio de la soledad.


Probablemente Cortés tenga razón, pero a diferencia del clavadista que vuelve a su punto de lanzamiento para sumergirse, Murillo a optado por trazar nuevas rutas para establecer nuevos límites, no por presunción, sino porque es necesario modificar la costumbre donde se inscribe el eco de la palabra. Soñé con la poesía, dice Murillo, la soñé pequeña y temblorosa como una salamandra, negra como la sed de no haber visto el mar desde hace años. Un canto dulcificado es este mar donde la voz del autor es una secuencia y una nueva perspectiva en la quietud de este instante. Derrota de mar es un espejo donde la memoria y el tiempo recapitulan la percepción del mundo en gestación del pensamiento poético de Marco Antonio Murillo. El mar es piadoso. El hombre y la mujer son un muelle que el salitre corroe sin remedio.



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