En Palabras Llanes: Mucho gusto Ser observador

Mucho gusto Ser observador

Por: Alberto Llanes

Estoy viendo a la perrita de mi vecina morir. Desde hace un par de semanas se mueve poco, se levanta para lo mínimo indispensable y pasa el día entero acostada, echada, dormida como esperando la hora, con una tristeza y melancolía infinita en el rostro. Antes no era así. Aunque viejita, antes nos recibía en la puerta, movía su cola con la fuerza de su raza «es una boxer», sus patas son grandes y fuertes, su mordida «nunca nos ha tocado siquiera» debe serlo también y responde a instinto. Es blanca con manchitas cafés y negras repartidas proporcionalmente por todo su perruno cuerpo «porque si digo perro cuerpo se puede prestar a malinterpretaciones que ahorita no» y se nota viejita, catorce, quince años que, para vida de perro son ya muchos años «según la IA catorce o quince años serían, más o menos, entre 72 y 96 años, dependiendo la raza y los cuidados».

            No soy experto en perros, tampoco en animales, no soy experto en nada, ni en literatura, muchos menos en NFL, para lo único que soy experto «y eso ciertas veces porque luego el cuerpo no está para andar aguantando» es en beber cerveza. Sin embargo, tengo conociendo a la perrita unos cuatro años. Siempre había sido alegre, nada violenta ni agresiva «amén de su raza», es amiguera, le gusta la chorcha, el relajo, las fiestas, la gente, que haya movimiento. Salgo a correr por el patio de mi casa que, por fortuna es algo grande, y Elektra me acompañaba, hace un par de semana que ya no, sólo me ve ir y venir, venir e ir, pero ahí, al pie, casi junto conmigo.

            Si le digo a mi familia que no quiero animales no es porque sea un desgraciado, desalmado, lo que sea, no, es porque uno se encariña harto con ellos y luego sufre cuando los ve mal. Este perro no es mío y la veo sufrir, levantarse torpemente, con la vejez a cuestas, con mucho esfuerzo y eso para beber agua, hacer sus necesidades, medio comer y regresar a seguir acostada, echada; quizá fue a buscar el sol o el fresco de la casa, no lo sé, pero ya no se mueve; a veces parece que no respira y me quedó ahí hasta verificar que sí, en efecto, su pancita sube y baja al compás de su cada vez más lenta respiración.

            La han llevado al veterinario, le han dicho que tiene un problema neuronal, que se le ha olvidado o se le está olvidando caminar, pero hace unos meses lo hacía bien… hay que darle terapia y moverla, le pasamos una toalla por su pancita y la hacemos caminar por todo el patio. Yo no sé si tenga ese problema neuronal, si tenga ya mucha vejez, si se está muriendo de tristeza, si tenga algo más. Pero su rostro nos dice, me dice que ya está cansada, que nada más dormida puede hallar algo de paz, estar tranquila.

            Sus heces son negras, ya no de otro color, negras, eso me dice que algo no está bien, que algo le está pasando… y ayer, clarito vi que, acostada, se hizo pipí, como un viejito o, este caso una viejita que ya no puede, que ya no sabe, que ya no tiene ganas, fuerzas, vitalidad, energía de nada más que de seguir acostado esperando, solo esperando.

            Estoy viendo morir a la perrita de mi vecino y es una sensación rara, porque, aunque no sea perro mío, cuando organizo una carne asada, una reunión, una fiesta con mis amigos/as, la perrita ahí está, al pie, me dicen o piensan que es mía, pero no, es de mi vecino de a lado que tiene que ir y venir todos los días a Manzanillo por cuestiones de su trabajo y ella se queda aquí; nos ha adoptado a nosotros como su otra familia o como su familia; vivimos en un lugar con casas gemelas, una especie de privada de esas dos únicas casas, por eso el patio es enorme y da para correr, poner una alberca de varios metros, sacar muchos tablones, estar… pero Elektra parece ya no estar, ya ni siquiera al gatito que tenemos quiere perseguir. Qué feo, qué extraño es ver morir a alguien o algo…