Ágora: ¿Cambio de gobierno o cambio de cultura política?

¿Cambio de gobierno o cambio de cultura política?

Teniendo en mente lo que el cambio de gobierno que se avecina a nivel federal promete ser, cabría recordar que en este país, es una cultura política contra lo que luchamos, lo que este país precisa difícilmente va cambiar de la noche a la mañana, y es que por obvio que parezca, el tamaño de los retos que vivimos el día de hoy, sobrepasa por mucho la urgencia de recomponer lo que se hizo mal en actual gobierno federal que está a nade de terminar. La cosa es que llevamos generaciones incubando las razones de esa extrema desigualdad en medio de la cual vivimos, si bien hicimos mucho por paliarla –pese a la vocación decididamente autoritaria de nuestro régimen político– durante el Siglo XX.

La cosa es que desde fines de los 70's la legitimidad de dicho régimen hizo aguas, y con ella cualquier mínima posibilidad de viabilidad se truncó. Primero lo haría su legitimidad política con las brutales represiones de los 60's, después lo haría la económica con las sucesivas devaluaciones que vivimos entre los 70’s y los 90’s, y las cuales dieron el pretexto perfecto para terminar desarticulando el único gran éxito del régimen revolucionario: el de haber dado a muchos la posibilidad de vivir con mejores opciones materiales y prácticamente sin sobresaltos políticos durante décadas, pese a que el resto del continente se debatió permanentemente entre connatos de guerra civil y una interminable sucesión de dictaduras militares, cuyos efectos persisten, y transformaron para siempre a sus respectivas sociedades.

Ahí donde a millones no les tocó otra que represión segura y miseria material también, la de nuestro país fue tenida en su tiempo por la dictadura perfecta; un modelo de país capaz de sacrificar la libertad política, en aras de crecimiento económico y bienestar material generalizado. ¿El resto? Una historia dolorosamente conocida, tanto por sus efectos sobre nuestros bolsillos, como por la decepción de probar con el tiempo, que la transición a un régimen democrático y la subsecuente capacidad de elegir gobiernos con relativa libertad, no aseguraría que quienes lleguen al poder vayan a terminar gobernando con apego a los intereses de la mayoría.

Y henos aquí, con el disgusto y la impotencia de aceptar que habrán de pasar generaciones, hasta que el ideal por muchos soñado, de tener una democracia que realmente haga lo que la teoría política afirma que dicho régimen hace, se materialice. La cosa es lamentablemente más complicada que vernos cambiar de partido cada cierto tiempo, en la esperanza de dar por obra y gracia del azar, con el bueno, con el menos peor, con el que si cumpla, con el que al menos no robe, con el que robe pero nomás poquito, y tantos otros remedos discursivos que se nos ocurren a diario para señalar que así como son las cosas, no terminan (ni terminarán jamás) de conformarnos.

Así las cosas, no queda sino desear que el gobierno entrante sepa comprender la naturaleza de las expectativas que ha generado en muchos de sus electores, y haga en consecuencia, mucho más que una cacería de brujas contra el gobierno saliente, urge una verdadera transformación.